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NOÉ, EL HOMBRE DE FE QUE HIZO LA DIFERENCIA

“Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase, y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe” (Hebreos 11:7).

Después de matar a su hermano Abel, Caín fue expulsado del Edén y habitó en tierra de Nod. Ya había tomado la decisión de vivir apartado de Dios (Génesis 4:14), lo cual continuó haciendo (4:16). Caín formó su familia y construyó una civilización, una cultura con mucha tecnología (4:17-22) pero sin Dios. Adán y Eva, por su parte, decidieron tener otro hijo, uno que sustituya a Abel, al que llamarón Set (4:25). Éste tendría un hijo llamado Enós (4:26) con quien las personas “comenzaron a invocar el nombre de Jehová”. Es decir, con Enós las personas volvieron al camino correcto. Enós tuvo descendientes (5:9-10) entre los que destacaron Enóc (5:22) y Noé (5:29; 6:8-9).

Pero Noé vivió en una época muy difícil. Su tiempo se caracterizó por la violencia, la maldad y la corrupción (6:1-5, 11-12). Tanto fue así que Dios decidió acabar con esa generación (6:7, 13). Sólo hubo un justo, un perfecto que vivió de acuerdo a Dios. Ese fue Noé (6:9). Noé y su familia, es decir su esposa y sus tres hijos y esposas respectivas fueron elegidos por Dios para ser salvados. Estas ocho personas -su casa, como dice Heb 11:7- tendrían un rol importante en el plan que tenía Dios. Noé y su familia serían como un nuevo Adán y Eva. Ellos tendrían que fructificar y multiplicarse (8:17; 9:1, 7). Con ellos hizo Dios un pacto (9:9-10, 12) y prometió no enviar otro diluvio sobre su creación (9:11).

El relato acerca de Noé (y su familia) nos deja grandes lecciones. Noé hizo la diferencia en un mundo sucio en extremo. Cuando todos son corruptos excepto uno, ese uno es una piedra en el zapato que incomoda y molesta la conciencia. Sería mejor -en la lógica del corrupto- que todos fueran como él. Por eso bien dice Heb 11:7 que la fe de Noé “condenó al mundo”. Pero su fe no era algo abstracto, se evidenció en su obediencia cuando construyó el arca (6:22), empresa que debe haber parecido una locura a los ojos de sus contemporáneos que preferían vivir en sus perdiciones, además que no entendieron nada hasta que el juicio de Dios ya estaba a la puerta (Mat 24:39). 

Los cristianos vivimos en tiempos parecidos a los de Noé. Eso no debe sorprender a nadie. Más bien debiera desafiarnos a ser más temerosos de Dios, a obedecerle no importando si otros creen que esa obediencia (y fe) es “fanatismo” o “locura”. Y, sin duda, el mundo corrupto en el cual vivimos debe hacernos reflexionar si estamos haciendo o no la diferencia con nuestras vidas que Dios quiere que hagamos.

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