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JESÚS ES EL MESÍAS… SUFRIENTE

TEXTO BÍBLICO (Mateo 16:13-28)

“Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. 

Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 

Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo. 

Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día. Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca. Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres. 

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino”. (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Este relato es central en los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), y no porque esté ubicado en “el centro” del texto de cada evangelio, sino porque marca un antes y un después en la narrativa respecto a Jesús. Nada ya será igual desde entonces. El reconocimiento de Jesús como el Cristo o Mesías es el punto de inflexión en el ministerio del Señor. Ahora empieza la cuenta regresiva de la cruz. La “hora” de Jesús se acerca y las exigencias y los conflictos se tornarán mayores. 

El relato que tenemos es tan amplio como “cargado”: contiene expresiones y términos que merecen un análisis mayor, pero hemos optado por resumir algunas ideas para agilizar su lectura y comprensión. La gran mayoría de versiones de la Biblia dividen el texto en dos secciones (vv. 13-20 y 21-28), a la vez que le ponen un título a cada una de ellas, pero lo correcto sería que esté unificado bajo un solo título. Así lo hace la Nueva Biblia Española (1975): “Declaración de Pedro y anuncio de la muerte y resurrección”.

“Cesarea de Filipo” (v. 13)

Es significativo que las preguntas hechas por Jesús a sus discípulos (vv. 13, 15) se hayan pronunciado en una ciudad pagana. “En una aldea de Perca existió desde tiempos muy antiguos una gruta donde se adoraba a Pan, el dios de la naturaleza en la mitología griega. Sobre este santuario, Herodes el Grande, el mismo que construyó el Templo de Jerusalén, edificó un templo a su benefactor, Augusto César. Su hijo, Herodes Felipe, construyó allí una bella ciudad a la que le dio el nombre de Cesarea”. (Cook & Foulkes 1990:217).

Es decir, “para proponer a sus discípulos la cuestión de su identidad, Jesús los saca del territorio donde reina la concepción del Mesías davídico” (Mateos & Camacho 1981:162), y los lleva a un lugar donde abunda el sincretismo religioso helenista y el poderío romano. En Cesarea de Filipo, el Señor puede “plantear aquí la cuestión mesiánica con menos riesgos de agitación nacionalista que en Galilea” (Bonnard 1976:363). De hecho, “puede ser teológicamente significativo que la dignidad de Jesús fuera reconocida primeramente en una región que estaba dedicada a afirmar el señorío del César” (Cook & Foulkes 1990:218).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (v. 13)

Esta pregunta no se puede separar de “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (v. 15), pues prepara el camino para llegar al objetivo trazado por Jesús. ¿Qué dicen las personas acerca de Jesús? ¿Cómo lo interpretan? Ahora los discípulos tienen la oportunidad de decirlo abiertamente y sin temor a represalia alguna de los maestros de la ley que andaban acechándoles casi todo el tiempo. Ellos están solos con Jesús. Es el tiempo de las definiciones en tanto “discípulos” (observe cómo se repite éste término en los vv. 13, 20, 21, 24). 

“Jesús reclama de sus discípulos una toma de posición respecto de su persona. Ellos tienen que definir su posición, no en función de lo que dice la gente sino a partir de una convicción personal. Ya no se trata de transmitir una opinión más o menos descomprometida, sino de dar una respuesta en la que ellos asumen la responsabilidad de lo que dicen. La relación única que han establecido con el Maestro no les permite refugiarse en categorías ajenas”. (Levoratti 2007:356).

Juan, Elías, Jeremías, alguno de los profetas (v. 14). Así pensaban las personas acerca de Jesús. Lo interesante es que todos los mencionados eran profetas del Dios altísimo. Resulta importante observar que Jesús hasta ese momento no había hecho “predicciones” o “vaticinios”, digamos, acerca del futuro de Israel. Entonces ¿por qué lo veían como “profeta” (incluso hasta el final de su ministerio, cf. 21:11)? La respuesta es que en el Antiguo Testamento los profetas, ante todo, eran proclamadores de la Palabra de Dios, se enfrentaban al poder político-religioso y, en algunos casos, obraban milagros. Y estas características calzaban con Jesús.

 “La mayoría de la gente tenía a Jesús por un profeta (21,11): incluso Herodes Antipas lo había identificado con Juan el Bautista resucitado de entre los muertos (14,1-2) y el pueblo esperaba el retorno de Elías como señal del fin de los tiempos (17,10-13). En lo que respecta al profeta Jeremías, Mt es el único evangelista que lo menciona. Esa mención es significativa, porque el judaísmo contemporáneo de Jesús no esperaba a Jeremías como precursor del Mesías. Sin embargo, la historia de sus padecimientos, detalladamente relatada en la Biblia, hacía de él una prefiguración de Jesús, el Servidor sufriente”. (Levoratti 2007:355).

Respondiendo Simón Pedro” (v. 16)

Ahora Pedro reconoce que Jesús es “el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Pero ¿qué significa esta declaración? ¿qué implicancias tiene? Si antes los discípulos se habían preguntado ¿Quién es éste? (8:27), y posteriormente llegaron a reconocer que Jesús era el Hijo de Dios (14:33), pues ahora hay un salto cualitativo. El “tú eres el Cristo” pronunciado por Pedro, posiblemente a gran voz y con el asombro de los demás discípulos, descubre la majestad de Jesús y su misión. 

Los discípulos, entonces, no son seguidores solamente de un “maestro” como le llamaban despectivamente los escribas y fariseos (éstos nunca le llaman rabí a Jesús según este Evangelio), o de un “profeta” como opinaban muchas personas. Los discípulos, por boca de Pedro, llegan a descubrir que ellos mismos son la comunidad del Mesías, el instrumento de Dios para traer su Reino. Pero una vez reconocido Jesús como Cristo, por revelación del Padre (v. 17), ¿Qué es lo que sigue? ¿Cuál es el próximo paso en tanto discípulos del Cristo? 

El Señor Jesús ante tal declaración le responde a Pedro con una bienaventuranza (v. 17). Pedro es dichoso al ser como los más humildes a quienes Dios ha escogido revelarse (11:25-27). Jesús, después de llamarlo Simón hijo de Jonás (Símon Bar-Ioná, v. 17), enfatiza el nombre “Pedro” (Pétros) y su declaración “sobre esta roca (pétra) edificaré mi iglesia” (v. 18), haciendo con ello un juego de palabras. Pero la “roca” no es Pedro sino su confesión de fe: “Tú eres el Cristo”. La iglesia está edificada no sobre un discípulo (Pedro) sino sobre el Mesías (Jesús). 

Lo anterior se explica de la siguiente manera: en el idioma griego “Petros se refiere a una piedra o una roca suelta, mientras que petra significa una roca madura, un terreno rocoso firme, una roca grande y extendida que sirve de fundamento. El significado de petra sería una manera clara de diferenciar entre una pequeña piedra individual (Pedro) y una masa de roca (el Señor). (…) Además, eso es lo que evidentemente tenían en mente Pedro (1 Ped 2:4-8) y los apóstoles (Rom 9:33; Efe 2:19-22)”. (Carballosa 2010:71, las cursivas son del autor).

Justamente porque Jesús el Mesías es la “roca” donde se cimenta la iglesia, es que nada ni nadie puede prevalecer contra ella, ni siquiera “las puertas del Hades” (v. 18). “Puertas del Hades es una expresión poética para designar el poder de la muerte (cf. Is 38,10). La comunidad de la nueva alianza persistirá a pesar de los esfuerzos del poder de las tinieblas para destruirla. La muerte tratará de ponerla bajo sus cerrojos, pero la congregación del Mesías sabrá resistir a sus embates y rescatará a los destinados a la vida en el reino de Dios”. (Levoratti 2007:357).

Nota aclaratoria: Esta interpretación de la “roca” (pétra) es la que sostenemos los cristianos evangélicos (y protestantes en general). Creemos que es la correcta interpretación a la luz de los Evangelios como del resto del Nuevo Testamento. Por otro lado, la enseñanza oficial del catolicismo romano sostiene que la roca es el apóstol Pedro, lo cual le sirve de base para fundamentar algunos de sus dogmas (entre ellos el papado, la primacía de Roma y la sucesión apostólica). 

Finalmente, Jesucristo le confía a Pedro “las llaves del Reino de los cielos”, no de la iglesia. Ésta recién será edificada (v. 18, observe el tiempo futuro). Las “llaves” son símbolo de la autoridad que otorga el Señor. Pero con tales “llaves” Pedro y la iglesia podrán “atar” y “desatar” (v. 19), es decir deben ser los instrumentos del Señor para que muchos se añadan al Reino de Dios (28:18-20). “Los creyentes, representados por Pedro, tienen las llaves, es decir, son los que abren o cierran, admiten o rechazan (cf. Is 22,22). Se opone esta figura a la que Jesús utilizara en su denuncia de los fariseos (23,13), quienes cierran a los hombres el reino de Dios. La misión de los discípulos es la opuesta: abrirlo a los hombres. (…) «Atar, desatar» se refiere a tomar decisiones en relación con la entrada o no en el reino de Dios”. (Mateos & Camacho 1981:165)

“Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo” (v. 20)

Pero ¿por qué este mandato? ¿No sería conveniente que todos sepan, más bien, que él era el Mesías esperado? La respuesta es un rotundo no. No conviene que las personas -que tienen un concepto exageradamente politizado del Mesías- lo vean así. El mesianismo de Jesús es de otra naturaleza. Jesús tiene que cumplir -en tanto Mesías- el plan redentor de su Padre, lo que implica padecer y morir a manos del poder establecido en Jerusalén (v. 21), y luego resucitar.

Cuando Pedro y los demás discípulos oyeron estas palabras deben haber sentido un gran impacto emocional. Jesús acaba de aceptar el reconocimiento que es el Mesías y un minuto después le oyen decir que debe padecer y morir. Imagino que la afirmación “y resucitar al tercer día” ya ni lo escucharon. Estarían demasiado perturbados para prestar atención a esa última expresión. Del asombro pasaron a la decepción total. En esa lógica Jesús el Cristo no debía recorrer ese camino, debía traer el Reino de Dios ya, ahora mismo. Si por ese Reino debía haber sufrimiento y muerte, pues eso cabría a otros, no a Jesús. 

Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle” (v. 22)

Y aunque Pedro toma la iniciativa en hablar con Jesús a solas para “reprenderlo” (DHH), lo cierto es que los discípulos estaban de acuerdo con él. Ellos aguardaban que Jesús en algún momento dé un giro en su mesianismo y diga “Ya es hora de echar fuera a los romanos, instauremos el reino de David”. Observemos que algunos discípulos deseaban ser “ministros de Estado” de este soñado reino (20:20-21), Pedro seguirá conservando su espada (y la utilizará, cf. 26:51 con Jn 18:10-11) y Judas acelerará su traición al sentirse previamente defraudado por Jesús, ya que éste no cumplió con sus expectativas zelotas (26:14-16). Incluso los apóstoles, poco antes que Jesús ascienda, seguirán esperanzados en que Jesús restaure el reino de Israel, es decir el reino davídico conforme a las ideas judías comunes y corrientes (Hch 1:6). 

Por lo mismo, no sorprende que Pedro reprenda a Jesús: ¡Esto no te puede pasar! (DHH). Frente a esto el Señor le respondió con palabras durísimas: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (v. 23). La NVI traduce: “¡Aléjate de mí, Satanás! Quieres hacerme tropezar; no piensas en las cosas de Dios sino en las de los hombres”. Pedro con sus palabras estaba actuando como Satanás, quien había intentado hacer tropezar a Jesús al inicio de su ministerio (4:3-11). 

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos… tome su cruz y sígame” (v. 24)

Desde el v. 24 al final, el Señor instruirá a todos los discípulos (y no solo a Pedro). Como dijimos, todos tenían el mismo pensamiento: “Jesús es el Cristo, sí, pero puede evitar el sufrimiento. No es necesario que muera (y resucite) para traer el Reino pleno de Dios”. El Señor Jesucristo ahora les hace ver a sus discípulos que así como él va a morir, ellos también deben tomar su cruz. Negarse a sí mismos-tomar la cruz-seguir a Jesús, serán las marcas del discípulo de Aquél que va a la cruz. Pero bien mirado el texto (vv. 24-27), hay cuatro dichos del Señor:

“El primer dicho (v. 24) invita al seguimiento de Jesús cargando la cruz; este seguimiento implica la necesidad de negarse a sí mismo, es decir, de liberarse del propio egoísmo y conformar la propia existencia al modo de vida instituido por Jesús (cf. 1 Cor 6,19: ustedes no se pertenecen). El segundo dicho (v. 25) contrapone los verbos perder y salvar (encontrar): el que se atreva a arriesgar su propia vida para seguir a Jesús (incluso hasta la muerte, si fuera necesario) encontrará la verdadera vida (la vida eterna). El verbo encontrar significa aquí recibir de Dios los bienes futuros prometidos por Jesús en las bienaventuranzas (5,3-12). El tercer dicho (v. 26) contrapone la ganancia del mundo entero a la pérdida de uno mismo: de nada vale ganar todas las riquezas de este mundo si uno se pierde a sí mismo, en la vida presente y en la eternidad. El cuarto dicho (v. 27) contempla la pérdida de la propia vida en la venida final del Hijo del hombre”. (Levoratti 2007:358).

Finaliza el relato con unas palabras “misteriosas” (v. 28), que en realidad no lo son. ¿Quiénes son esos “algunos de los que están aquí”? Pues algunos de los discípulos a quienes está hablando Jesús. ¿Cómo es que “no morirán” (DHH) hasta que hayan visto al Hijo del Hombre, es decir a Jesús, viniendo en su Reino?

Estas palabras no hacen referencia a la “venida del Hijo del Hombre” (24:30, 37), a la cual le llamamos “la segunda venida de Cristo” (o Parusía). No, 16:28 se refiere al acontecimiento que prosigue en la narración: la transfiguración (17:1-9). Pedro, Jacobo y Juan son aquellos que verán al Hijo del Hombre mostrando su Reino de una manera deslumbrante. Jesús, el Mesías sufriente que va a la cruz, les muestra su Reino. Ellos son sus testigos. 

Nota: “Mt es el único evangelista que emplea la palabra «iglesia» (gr. ekklesía), en el v. 18 y en 18,17. Esta expresión traduce el arameo qahaalá (= heb. qahal). En el AT, ese término designa al pueblo de Israel como «asamblea cultual»; aquí, en cambio, se refiere a la ekklesía o «asamblea cultual» que prolongará al grupo reunido alrededor de Jesús durante su vida terrena y se reunirá posteriormente en torno a Cristo resucitado (cf. 28,16-20). De este modo, la imagen del edificio erigido por Cristo se entrecruza con la de una comunidad congregada para el culto”. (Levoratti 2007:357).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Esta historia muestra a Jesús de Nazaret como el Cristo (o Mesías). Su mesianismo, sin embargo, no correspondía a ciertas ideas predominantes en el escenario judío de la época. Su mesianismo implicaba sufrir, morir (en la cruz) y resucitar (al tercer día). Nadie debe interrumpir o desviar la misión que el Padre encomendó a su Hijo. Hacerlo es actuar como Satanás.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús es reconocido por Pedro como “Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Pero su mesianismo implica necesariamente su muerte y resurrección. El Reino de Dios pasa por la cruz y la glorificación de Jesús.

Jesús el Cristo es la “roca” (pétra) donde se fundamenta la iglesia, y no el apóstol Pedro. Este es el testimonio que da además el Nuevo Testamento. Y qué bendición es saber ello.

Lecciones para todos:

No es suficiente tener la convicción correcta acerca de Jesús (su mesianismo). Es necesario comprender que en tanto Mesías tiene que cumplir con la misión encomendada por el Padre (Jesús debía morir y resucitar). 

Cada vez que le pedimos a Jesús que haga algo conforme a nuestras ideas (muy particulares), corremos el riesgo de estar oponiéndonos a lo que es él en tanto Mesías. Nuestras peticiones deben estar en conformidad a lo que es él y su Reino.

Los discípulos deben “abrir” el Reino de Dios (y no “cerrarlo”). Esa es su misión, la cual se cumple cuando se anuncia el Evangelio. Jesús el Cristo le ha dado a la iglesia ese poder (las “llaves”), el cual debe ser usado de forma responsable.

Fuentes usadas:

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Carballosa, Evis. (2010). Mateo: La revelación de la grandeza de Cristo. Tomo II. Grand Rapids, MI: Portavoz.

Cook, Guillermo & Ricardo Foulkes. (1990). Marcos. Comentario bíblico hispanoamericano. Miami, FL; Caribe.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Mateos, Juan & Fernando Camacho. (1981). El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid: Cristiandad.

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JESÚS Y LAS SEÑALES DEL REINO DE DIOS

TEXTO BÍBLICO (Mateo 16:1-12)

“Vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo. Mas él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Buen tiempo; porque el cielo tiene arreboles. Y por la mañana: Hoy habrá tempestad; porque tiene arreboles el cielo nublado. ¡Hipócritas! que sabéis distinguir el aspecto del cielo, ¡más las señales de los tiempos no podéis! La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue. 

Llegando sus discípulos al otro lado, se habían olvidado de traer pan. Y Jesús les dijo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos. Ellos pensaban dentro de sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos pan. Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan? ¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil hombres, y cuántas cestas recogisteis? ¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis? ¿Cómo es que no entendéis que no fue por el pan que os dije que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos? Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura del pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos”. (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

En este relato aparecen los fariseos y los saduceos (v. 1) con el propósito de tentarle o “tenderle una trampa” (DHH) a Jesús. Por lo mismo, los vv. 1-4 relatan una controversia entre ellos. Luego, en los vv. 5-12, hay una áspera amonestación de Jesús a sus discípulos, en la que aparecen referencias a la controversia mencionada. Las referencias a los fariseos y los saduceos aparecen varias veces en el relato (vv. 1, 6, 11 y 12), ellos son los enemigos de Jesús y el Reino de Dios.

Desde un inicio hay que indicar que teológicamente no había entendimiento entre fariseos y saduceos. Los primeros eran más conservadores y tradicionalistas, mientras que los segundos eran de creencias liberales (22:23), además que no aceptaban la autoridad farisea. ¿Qué hacen juntos entonces? Ambos tenían a Jesús como enemigo. Creían que el Reino de Dios, tal como lo enseñaba y practicaba, representaba un peligro para sus intereses religiosos (de los fariseos) y políticos (de los saduceos). 

Cuando Juan el profeta estuvo en el desierto de Judea predicando el Reino de Dios (3:2) y bautizando a las multitudes (3:6), aparecieron juntos los fariseos y los saduceos, pero éstos fueron señalados por el profeta como “generación de víboras” (3:7), además de ser exhortados a mostrar arrepentimiento (3:8). De hecho, no se arrepintieron de nada, por el contrario, una vez muerto Juan (14:1-12) arremetieron contra Jesús el Mesías. En 22:34 nuevamente aparecerán juntos, fariseos y saduceos, con el propósito de desacreditarlo.

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“señal del cielo” (v. 1)

Desde un inicio el evangelista Mateo indica que el propósito de los enemigos de Jesús era malo: los fariseos y los saduceos vinieron para tentarle (peirázontes, v. 1), es decir se pusieron en la misma posición que el diablo o Satanás (peirázon, 4:3). Curiosamente el verbo griego para describir el movimiento de tales enemigos es el mismo en ambos casos: proselthón (4:3, “viniendo”, en singular) y proselthóntes (16:1, “viniendo”, en plural). Satanás y los fariseos y saduceos actuaron de la misma forma y con el mismo contenido.

El requerimiento de fariseos/saduceos a Jesús era que mostrase “señal del cielo” (semeíon ek tou ouranoú), que es una forma de decir “muéstranos una señal que venga de Dios”. Esto indica que lo visto antes -sobre todo por los fariseos- o no significaba absolutamente nada (12:13-14), o sencillamente era atribuido al poder del demonio (9:34; 12:24). Con esa forma tan descalificadora de referirse a Jesús y las señales que hacía, realmente la exigencia de los fariseos/saduceos se tornaba en una tentación y afrenta. 

Los enemigos de Jesús “están rodeados de señales, pero éstas no corresponden a la idea mesiánica que ellos profesan. Repiten la segunda tentación del desierto (4,6); ellos encarnan a Satanás” (Mateos & Camacho 1981:159-160). Y “como la generación del desierto que fue testigo de las señales del éxodo, estos dirigentes son ciegos y sordos a las realizadas por Jesús (cf. Dt 29,2-4)” (Carter 2007:482). De ahí que nuestro Señor les responda duramente. 

“las señales de los tiempos” (v. 3)

Es importante recordar que en 12:38 los fariseos, junto con los escribas, le exigieron a Jesús que muestre “señal”. A éstos el Señor los llamó “generación mala y adúltera”, además de decirles que para ellos no habrá señal (12:39), dado que ya tienen la señal del profeta Jonás (12:39-41). Esa misma respuesta y argumento Jesús lo repetirá a los fariseos/saduceos: igualmente los llama hipócritas y generación mala y adúltera (16:3-4), y les dice que para ellos tampoco habrá señal alguna, pues ya tienen la señal de Jonás.

La respuesta de Jesús ha sido rotunda. Si los fariseos/saduceos saben interpretar lo que sucederá cuando miran el aspecto del cielo (v. 3), pues esa habilidad “contrasta con su ceguera para percibir las señales que se van realizando a lo largo de la actividad de Jesús” (Mateos & Camacho 1981:159-160). Lo que hizo Jesús (sanidades, exorcismos, alimentación de multitudes, etc.) no ha sido suficiente para ellos. Su maldad e idolatría (“adulterio”) les impide ver las señales mesiánicas de Jesús (particularmente las dos alimentaciones milagrosas que recuerdan al maná del éxodo-desierto). 

Por lo mismo, Jesús sentencia que no habrá ninguna señal para los que no han querido ver sus señales anteriores que indicaban la llegada del Reino de Dios. Si quieren ver señal alguna, pues ahí tienen a Jonás, quien cuando estuvo dentro del pez prefiguró, a la vez, su muerte y sepultura (12:40). Después de estas palabras Jesús dejó a los fariseos/saduceos y se fue a otro lugar (v. 4).

“la levadura de los fariseos y de los saduceos” (v. 6)

Esta escena tiene como protagonistas a los discípulos (v. 5), quienes no han visto el enfrentamiento de Jesús con los fariseos y saduceos. Por su parte, el Señor no había olvidado la reciente controversia y quería dejar bien zanjado el tema, de ahí que les haga la advertencia de cuidarse de “la levadura de los fariseos y de los saduceos” (v. 6).

“Al oír la palabra levadura, los discípulos recuerdan que al subir a la barca para atravesar el lago no habían llevado pan, y se reprochan su falta de previsión. Demasiado preocupados por las necesidades materiales, no alcanzaron a comprender que Jesús hablaba de la levadura en sentido metafórico, e interpretaron esa palabra literalmente”. (Levoratti 2007:355). El Señor al darse cuenta que sus discípulos estaban haciendo la equivocada asociación entre levadura y pan (vv. 5, 7), inmediatamente les va a reprochar su poca fe (v. 8), su falta de entendimiento (vv. 9, 11) y su poca memoria (v. 9). ¡Tres amonestaciones en menos de un minuto!

El Señor había terminado una controversia teológica (al parecer enojado). A los fariseos y saduceos les dijo un par de verdades y los dejó sin darles lugar a refutación alguna (v. 4b). Cuando se encontró con sus discípulos pensó en advertirles de la doctrina o enseñanza de esos enemigos del Reino de Dios (v. 12), pero éstos estaban más que desubicados o distraídos. ¡En presencia de Aquel que alimentó a miles en un par de oportunidades (vv. 9-10), andaban preocupados por el pan que olvidaron llevar! ¡Cómo no los iba a amonestar el Señor!

La doctrina de los fariseos y los saduceos (v. 12) podía inflar la masa como la levadura, es decir influenciar de forma dañina a las personas que seguían a Jesús (incluyendo los discípulos). La figura de la “levadura” (vv. 6, 11, 12) tiene una connotación negativa de la que hay que cuidarse. Pero ¿Qué es lo que daña? ¿Cómo? Dicha doctrina/levadura perjudica la forma cómo entender las señales que hacía Jesús el Mesías. (Observe el verbo “entender” que reiteradamente aparece en los vv. 9, 11, 12). Los fariseos despreciaban las señales de Jesús cuando no lo acusaban de ser instrumento de Beelzebú. Y es que según su doctrina equivocada Jesús no era el Mesías. ¡Pero con todo le exigían hipócritamente, junto con los saduceos, a que haga más señales! ¡Sólo por tentarle! (vv. 1, 3).

Los discípulos, por lo mismo, tenían que pasar de la preocupación por el pan material (vv. 5, 7) a entender que la doble multiplicación de los panes y peces (vv. 9-10), no eran un par de señales más. Eran las señales del Reino de Dios hechas por el Mesías sufriente (según la señal de Jonás). Y no había necesidad de más señales del cielo (v. 1) para recién aceptar su mesianismo. Jesús al requerir a los discípulos fe, entendimiento y memoria (vv. 8, 9, 11) les está desafiando a distinguirse de forma notoria de los enemigos del Reino de Dios, así como a mejorar su discernimiento respecto a las señales. 

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Las diversas señales (o milagros) que hizo Jesús no todos lo entendieron de la forma correcta. Pero, a pesar de ello, las señales manifestaban lo que era el Reino de Dios y decían quién era realmente Jesús. Los enemigos de Jesús el Mesías nunca le entendieron ni a él ni a sus señales. Los discípulos tendrían en adelante que discernir mejor las señales para entender al Mesías sufriente.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús tiene una doble discusión (con los fariseos/saduceos y sus discípulos) para que sus señales sean comprendidas en la perspectiva del Reino de Dios. Mientras que a los primeros los trata de hipócritas, malos e idólatras; a los segundos los amonesta por su poca fe, carecer de entendimiento y poca memoria. ¡Hay que cuidarse de los que traen doctrinas erróneas!

Lecciones para todos:

Hay preguntas que responder: ¿Cómo entendemos las señales o milagros del Señor? ¿Ellas indican algo? ¿Hacia dónde apuntan? ¿Cómo se relacionan con el Reino de Dios que se acercó a nosotros? Al final del relato queda claro que los discípulos del Señor tenemos que mejorar nuestro discernimiento respecto a lo que el Señor es y lo que está haciendo. ¡Hay que cuidarnos de nosotros mismos!

Una tarea permanente -que es parte del discernimiento espiritual- es ubicar a los contemporáneos fariseos y saduceos que se presentan como religiosos, legalistas, tradicionalistas y negadores de milagros. Éstos pueden presentarse con el ropaje de la religión tradicional y sus dogmas o, incluso, como “respetables” profesores de teología. En todos los casos no comprenden las señales del Reino de Dios.

Fuentes usadas:

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Mateos, Juan & Fernando Camacho. (1981). El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid: Cristiandad.

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JESÚS Y LA MUJER CANANEA DE GRAN FE

 TEXTO BÍBLICO (Mateo 15:21-28)

“Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David! ¡Ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”. (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

“Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón” (v. 21)

El dato geográfico a primera vista parece irrelevante, pero no lo es. Jesús después de disertar sobre las tradiciones de los ancianos y lo “impuro” (15:1-20), salió de Genesaret con dirección a Tiro y Sidón. ¿Para qué fue allí con sus discípulos? (dado que la misión del Reino debía hacerse con “la casa de Israel”, 10:5-6). Lo curioso es que, después del encuentro con la mujer cananea en esa región, inmediatamente volvió a Galilea (15:29). Es decir, apenas estuvo en esa región pagana y en seguida retornó a un lugar muy cercano de donde salió (Genesaret). El evangelista Mateo no registra algo más acerca de Jesús en Tiro y Sidón porque en realidad no hizo nada más. ¿Quería el Señor enseñar algo con ese fugaz viaje? 

“La expresión Tiro y Sidón designaba tradicionalmente el país de los paganos en las fronteras norte-noroeste de Palestina” (Bonnard 1976:348). Ese país era Fenicia, tierra pagana asociada a cultos inmorales, a la prostitución y a otras transgresiones sexuales (Levoratti 2007:353). “Los fenicios se llamaban a sí mismos cananeos. Con el mismo nombre los designan el Antiguo y Nuevo Testamento” (Bonnard 1976:348). En suma, Tiro y Sidón eran “cananeos” (v. 22), es decir “paganos”, y en la lógica de los escribas y fariseos (15:1-2) eran de “lo peor”: gente contaminada, inmunda y ajenas a las tradiciones. Debido a ello eran llamados “perros” (kunaríois, kunária, vv. 26, 27). Por otro lado, Josefo, el historiador judío del siglo I, añade que “los tirios son nuestros más enconados enemigos” (Carter 2007:471), lo cual ahondaba más las brechas existentes.

El viaje relámpago de Jesús y sus discípulos a estas tierras nada apreciadas por los judíos, guarda relación con el relato anterior (vv. 1-20). Y aunque el Señor había zanjado el tema de lo que contamina y hace impuro a las personas, no era suficiente, quería dar una lección práctica, gráfica, de lo que enseñó. Jesús entonces se interna con sus discípulos en una región considerada “contaminada”, “impura”. Es como decir: “Ah, ustedes son muy escrupulosos con sus tradiciones. Bueno pues, vean cómo mis discípulos y yo nos contaminamos aún más”. Y entonces enrumbaron hacia Tiro y Sidón. 

“Una mujer cananea que había salido de aquella región” (v. 22)

Ir a una región pagana puede traer sorpresas que no están en el cálculo, sobre todo para judíos dados al poco trato con “paganos” (cf. la inexistente relación entre judíos y samaritanos, Jn 4:9). Por eso es que fue asombroso encontrar una mujer cananea que, al juzgar por su súplica, parece conocer bien a Jesús. Lo llama “Señor, Hijo de David” (v. 22). “Esta mujer no es, pues, una israelita que vive en país pagano, sino, como presupone la secuencia del relato, una pagana que está al corriente de la actividad de Jesús y en posesión quizá de algunos restos de fe judía”. (Bonnard 1976:348). Sabe del mesianismo de Jesús, pero también sabe que tiene poder de Dios como para sanar a su hija.

Un detalle que muestra el evangelista Mateo es que esta mujer habla, se expresa. Hasta este punto, según este evangelio, ninguna mujer antes se había expresado. ¡Pero la cananea se expresa tres veces! (vv. 22, 25 y 27), incluso gritando (“da voces”, v. 23). Con sus palabras ella muestra todo su dolor y hasta su argumento. Bien mirada la situación, ¿quién no insistiría de esa manera en una situación de extrema preocupación por la salud de una hija? Pero el “atrevimiento” e insistencia de esta mujer es lo que genera esta historia que resaltan dos evangelios (Cf. Mc 7:24-30).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

El pasaje bíblico relata un drama humano: una mujer con una hija enferma (“gravemente atormentada por un demonio”, v. 22), lo cual le genera una gran preocupación que parece imposible solucionarlo por sí misma. Para añadirle sensibilidad a la situación no aparece un esposo en el relato, lo que sugiere que se trata de una mujer sola. Más aún, al ser “cananea” pertenece ella a ese grupo social que los judíos -incluyendo a Jesús y sus discípulos- no prestarían atención. Son “perros” y, como ya se señaló, eras considerados “inmundos”.

El relato contiene palabras de la mujer, de los discípulos de Jesús (v. 23b), pero particularmente de un diálogo forzado entre la mujer y Jesús (vv. 25-28). Se entiende que una mujer en su desesperación busque a Jesús (v. 22). Lo que no se comprende, a primera vista, es por qué él “no le respondió palabra” (v. 23a). Ante la incómoda presencia de la cananea los discípulos intentan que Jesús dé la orden que ella se retire (o la retiren). Entonces Jesús recuerda sus propias palabras dichas en un contexto de mandato misionero (10:6).

Si Jesús mismo no ha sido enviado por el Padre “sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (v. 24), entonces ¿qué hace en Tiro y Sidón? De vacaciones no ha ido a la costa fenicia. Esto confirmaría lo ya indicado: Jesús quiso dar una lección gráfica de que él y sus discípulos -cuestionados por los maestros de la ley- no le temían ir a zonas “sucias” o “impuras”, según las tradiciones de los religiosos de la época. Pero la respuesta de Jesús a sus discípulos (v. 24) forzó a la cananea a moverse rápido: “entonces ella vino y se postró ante él diciendo: ¡Señor, socórreme!” (v. 25).

“El comportamiento de Jesús es coherente con las consignas dadas a los discípulos cuando los envió a predicar únicamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel (10,5-6). Pero su exclusivismo resulta extraño en el caso presente, ya que es poco compatible con la misericordia que él muestra habitualmente con los pobres y afligidos”. (Levoratti 2007:353). Efectivamente, ¿cómo se reacciona, qué se hace cuando una mujer desesperada suplica a gritos por la vida de su hija? ¡Hasta la persona más dura se conmueve! Así que esta súplica puso en aprietos a Jesús. 

Como vemos, se trata de una historia donde es difícil no conmoverse. Pero los discípulos quedan impertérritos y pegados a la idea común entre los judíos sobre los cananeos. Jesús, por su parte, aún no termina de articular una respuesta consistente frente a la mujer que aún permanece postrada (v. 25). Es que no tiene opciones. Si despide a la mujer -sólo por el hecho de ser cananea, pagana- no será mejor que los maestros de la ley que enseñaban que tales personas era inmundas o sucias (según sus tradiciones). Si la atiende entonces irá contra sus palabras recién pronunciadas (v. 24) y su mandato misionero (10:6). ¡Qué dilema! 

El punto es que la situación ya está presente y hay que enfrentarla. Pero Jesús aún se resiste e intenta articular una respuesta: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos” (v. 26). Se trata de una respuesta brusca que hace eco de una expresión que “establece una tajante distinción entre los hijos y los cachorros (los judíos solían llamar perros a los gentiles, por su idolatría y por la corrupción de sus costumbres)”. (Levoratti 2007:353).

Pero esta respuesta del Señor levanta una pregunta y un comentario. ¿Por qué Jesús emplea el ejemplo del pan cuando la mujer no le ha pedido comida? Aquí el “pan” es una metáfora de las bendiciones (espirituales y materiales) de Dios a sus “hijos”. Por otro lado, se observa que la traducción RV 1960 (y otras más) han suavizado las voces kunaríois (v. 26) y kunária (v. 27), traduciéndolos por “perrillos” o “cachorros”. En realidad dichos términos significan literalmente “perros”. Así han preferido traducir DHH, NVI, PDT y otros, dándole con ello mayor crudeza a la respuesta del Señor.

La mujer, sorprendentemente, acepta ese estereotipo que es resultado de los prejuicios religiosos-culturales (“Sí, Señor”, v. 27). De hecho, ella en tanto cananea “se considera inferior” a los israelitas (Mateos & Camacho 1981:157), pero cree que a los paganos les puede caer algo de la bendición de los judíos, pues la bendición de Dios finalmente es para todos. Los “perros” también comen lo mismo que sus amos, aunque sea las sobras. Con este argumento la mujer plantea “posibilidades que están en consonancia con las promesas de Dios de bendecir a todas las naciones de la tierra (Gn 12,1-13)”. (Carter 2007:475).

La cananea con su respuesta quiebra una idea predominante del judaísmo de su tiempo, pero además “fuerza” a Jesús a que reconozca que la fe es posible en aquellos que no son de la casa de Israel (“Oh, mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres”, v. 28). A todas luces “el vocativo Oh mujer indica considerable emoción así como un considerable y nuevo respeto” hacia los paganos. (Carter 2007:475). ¡Y cómo no sería así, puesto que la mujer mostró una gran fe! “Jesús deja establecido de una vez para siempre [que] los no judíos tienen los mismos privilegios que los judíos creían poseer en exclusiva, siempre que tengan la fe suficiente”. (Levoratti 2007:353).

Pero más aún, si la fe en Jesús el Mesías es la puerta de entrada al Reino de Dios, con la historia de la cananea se comprueba que todos pueden gozar de las bendiciones de dicho Reino (lo que incluye la sanidad física, como en este caso: “y su hija fue sanada desde aquella hora”, v. 28). Esta experiencia es el trasfondo de la llamada “Gran comisión” (28:19-20), donde la buena noticia del Reino de Dios debe llegar a todos los pueblos o culturas (pánta tá éthne). En algún sentido la visita de Jesús a Tiro y Sidón anticipó esa gran comisión.

Dos relatos complementarios (vv. 29-31 y vv. 32-39)

“Pasó Jesús de allí y vino junto al mar de Galilea” (v. 29)

Ahora el evangelista Mateo consigna un nuevo resumen de las actividades sanadoras del Señor Jesús, cuyo resultado “es que la muchedumbre da honor y reconocimiento públicos no a Jesús, sino a Dios, como era lo adecuado” (Malina & Rohrbaugh 1996:85):

“Pasó Jesús de allí y vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí. Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel. (15:29-31).

Luego el evangelista Mateo cuenta la segunda alimentación milagrosa a las multitudes, que eran como cuatro mil hombres sin contar las mujeres ni los niños:

“Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino. Entonces sus discípulos le dijeron: ¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande? Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos. Y mandó a la multitud que se recostase en tierra. Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas. Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Entonces, despedida la gente, entró en la barca, y vino a la región de Magdala. (15:32-39).

Se trata de un nuevo milagro de alimentación muy parecido al efectuado en 14:13-21, donde quedaron saciados como cinco mil hombres sin contar mujeres y niños. Mateo registra las dos alimentaciones milagrosas, como se comprueba en 16:9-10. Jesús estaba dispuesto a satisfacer el pan material porque el Reino de Dios implica la satisfacción de las necesidades vitales: “Venga tu Reino… el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (6:10-11).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Jesús, cuando estuvo en tierra “pagana”, sanó a la hija de una mujer cananea quien además de su súplica mostró una fe grande (v. 28). Todas las personas, mujeres o varones, sin importar su nacionalidad, tienen un drama común a la naturaleza humana, pero pueden llegar a recibir las bendiciones del Reino de Dios por medio de Jesucristo. 

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

A pesar de los prejuicios, estereotipos religiosos y culturales de los judíos, Jesús reconoció la gran fe de una mujer cananea y sanó a su hija. Al hacer ello nuestro Señor abrió el Reino de Dios a los no judíos, anticipando con su acción la gran comisión a todas las culturas y pueblos.

Lecciones para todos:

La mujer cananea no sólo creía que Jesús era “Señor” e “Hijo de David” (v. 22). Creía que Jesús podía sanar a su hija porque, en su comprensión, las bendiciones de Dios son para todas las personas sin importar la nacionalidad. 

En algún sentido los cristianos somos como la cananea, pues sin ser parte del pueblo judío nos ha llegado la bendición de Dios. Ahora somos parte del pueblo de Dios por medio de la fe en Jesucristo y debemos proclamar su Reino a todas las personas.

Fuentes usadas:

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Malina, Bruce & Richard Rohrbaugh. (1996). Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Comentario desde las ciencias sociales. Navarra: Verbo Divino.

Mateos, Juan & Fernando Camacho. (1981). El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid: Cristiandad.

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JESÚS Y LOS CIEGOS TRADICIONALISTAS

TEXTO BÍBLICO (Mateo 15:1-20)

“Entonces se acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo: ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan. 

Respondiendo él, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición? Porque Dios mandó diciendo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Cualquiera que diga a su padre o a su madre: Es mi ofrenda a Dios todo aquello con que pudiera ayudarte, ya no ha de honrar a su padre o a su madre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres. 

Y llamando a sí a la multitud, les dijo: Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre; más lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. 

Entonces acercándose sus discípulos, le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra? Pero respondiendo él, dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada. Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo. 

Respondiendo Pedro, le dijo: Explícanos esta parábola. Jesús dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es echado en la letrina? Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias. Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre”.  (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

El relato sucede en Genesaret (14:34), un pueblo situado en una llanura muy fértil llamada Gennesar, que limitaba al norte con Cafarnaun y al sur con Magdala. Jesús había hecho allí milagros (14:35-36), lo cual llamó la atención de escribas y fariseos quienes llegaron desde Jerusalén con ánimo inquisidor (15:1-2).

“Jesús se encuentra en el mismo territorio donde ha estado curando. «Fariseos y letrados de Jerusalén» [son la] comisión llegada del centro de la institución judía, con objeto de censurar la actitud y conducta de Jesús. Jerusalén daba las normas para toda la comunidad judía, tanto en Palestina como en la diáspora”. (Mateos & Camacho 1981:153).

El relato (15:1-20) está en continuidad con el texto anterior en el cual aparecen varios personajes y momentos, los cuales interactúan y dejan lecciones sobre dos temas sensibles en la población: las tradiciones de los ancianos y lo que realmente contamina -o ensucia- a las personas. 

Los personajes de la historia son: escribas y fariseos (v. 1) a los que Jesús acusa de ser tradicionalistas (v. 3), además de llamarlos “hipócritas” (v. 7) y “ciegos guías de ciegos” (v. 14). También aparece una multitud, a quienes Jesús instruye (vv. 10-11), y que son los mismos que le buscaron por sanidad (14:35-36). Finalmente están los discípulos, que fueron mencionados al inicio (v. 2), y que ahora reciben una amplia instrucción de parte del Señor (vv. 12-20).

Se observa también que en el relato la crítica o acusación a Jesús ocupa tan sólo dos versículos (vv. 1-2), mientras que la respuesta y comentario de Jesús va desde el v. 3 al 20. La respuesta de Jesús es áspera tanto para los escribas y fariseos (v. 7) como para sus discípulos (v. 16). Los ánimos del Señor estaban caldeados. 

El relato tiene un desarrollo o movimiento. Comienza con un tema (la crítica de los escribas y fariseos) y termina con otro: lo que contamina a las personas. Es decir, el Señor Jesucristo orienta una crítica cínica y sin sentido a un tema más profundo y con sentido. No es que evita la crítica (“no se lavan las manos cuando comen”, v. 2), es que la corrige: “el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre” (v. 20). 

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

Las lecciones de este pasaje no son difíciles de entender, pero hay que mirarlos en su conjunto pues guardan relación entre sí. Todo comenzó con una crítica cínica (v. 2), frente a la cual el Señor Jesús les respondió con la centralidad del mandamiento de Dios (v. 3). Como había que zanjar bien el asunto respecto a la crítica hecha (v. 2), el Señor lo extendió al tema de lo que realmente contamina o ensucia (vv. 11, 20). Estos tres puntos nos orientarán en la lectura del relato.

“la tradición de los ancianos” (v. 2)

“La referencia a la tradición (…) toca un punto fundamental de la doctrina farisea. (…) los maestros fariseos reconocen como palabra de Dios no solo la Escritura sino también la tradición recibida y transmitida oralmente (la «Torá oral»). (…) La ley oral es para los fariseos tan sagrada y obligatoria como la Torá escrita; más aún, es su complemento indispensable, porque de otro modo la letra de la ley les resultaría incomprensible”. (Levoratti 2007:351).

Entonces, diríamos hoy, los escribas y fariseos no creían en “la suficiencia de la Escritura”. A la Escritura había que añadírsele algo más. Esta forma equivocada de lectura de la Escritura existe hasta hoy. A lo largo de la historia algunos le han añadido a la Biblia su propia “tradición”: un teólogo famoso, un pastor ungido y sus revelaciones especiales, la palabra “rhema”, incluso han utilizado el nombre del Espíritu Santo para decir que éste les da la interpretación correcta de la Biblia.

En nombre de la tradición -no en base a la Escritura- es que los escribas y fariseos hacen la crítica a Jesús y sus discípulos, usando como pretexto que “no se lavan las manos cuando comen pan” (v. 2). Para éstos “Lavarse las manos no se hacía por mera limpieza, sino por pureza legal. Había de hacerse según un complicado ritual cada vez que iban a llevarse alimentos a la boca. Si las manos estaban «impuras» por el contacto con el mundo exterior, impurificaban los alimentos y estos, al entrar en el hombre, causaban a su vez su impureza”. (Mateos & Camacho 1981:153).

¿Qué es lo que hace el Señor frente a esta incómoda situación? “Jesús no defiende a sus discípulos, sino que ataca a los censores. Ellos cometen una transgresión mucho más grave, al poner la tradición por encima del mandamiento divino. Jesús la llama «vuestra tradición», negándole con ello todo valor revelado”. (Mateos & Camacho 1981:154). Pero en ese ataque Jesús encuentra en los escribas y fariseos tres “lógicas” o formas de pensar. La lógica del legalista (vv. 4-6), del hipócrita (vv. 7-9) y la del ciego espiritual (vv. 12-14).

A los escribas y fariseos, en tanto legalistas, les interesaba más conservar la tradición de los ancianos que la vida de los propios padres (vv. 4-6). En su hipocresía aparentaban honrar a Dios, pero en realidad les interesaba más los mandamientos de los hombres que los de Dios (vv. 7-9). Y en su ceguera espiritual se llenaron de orgullo creyéndose incuestionables. Se sentían ofendidos cuando los corregían (vv. 12-14). 

“el mandamiento de Dios” (v. 3)

El Señor Jesús plantea el tema de fondo sin ambigüedades. Si los escribas y fariseos acusan a sus discípulos de quebrar la tradición de los ancianos, pues ellos quiebran algo peor: el mandamiento de Dios. Es decir, los respetables maestros de la ley estaban mucho peor que aquellos a quienes acusaban. Para el Señor Jesús el mandamiento de Dios -o Palabra de Dios- es lo único que cuenta. No hay nada, ninguna tradición, que la pueda sustituir. En el comentario del v. 20 (“el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre”) está su desautorización de “la ley oral” o tradiciones de los ancianos.

No hay que olvidar que Jesús, hasta ese momento, había usado la Escritura contra Satanás (4:3-11), la había citado para comenzar su ministerio (4:15-16), había indicado claramente que él no había venido para abrogar la Ley (5:17), le había dado su verdadero sentido (5:21-48), la citaba con autoridad (12:17-21) y encontraba que ella se cumplía (13:14-15). ¿Por qué tendría que permitir que se pisotee la Escritura y se le dé primacía a la tradición de los ancianos?

“lo que sale de la boca, esto contamina al hombre” (v. 11)

Ahora el Señor pasa a instruir a la multitud y particularmente a sus discípulos (vv. 12, 15). Si los maestros de la ley se preocupan por el fiel cumplimiento de la tradición, pues Jesús enseña qué es lo que realmente contamina o ensucia a las personas. No les contamina lo que se llevan a la boca (y que finalmente va a la letrina, v. 17). Lo que contamina es lo que sale de la boca, es decir lo que sale desde lo más profundo, del corazón (v. 18). Como dice la DHH: “Pero lo que sale de la boca viene del interior del hombre; y eso es lo que lo hace impuro”. 

En la Biblia “el corazón no es, como en nuestro universo cultural moderno, el órgano o la sede de la afectividad o del sentimiento, por oposición a la razón. Es más bien la raíz profunda de toda la vida psíquica y moral, la fuente de donde brotan no solo los sentimientos, sino también, y sobre todo, los pensamientos, los proyectos y las decisiones fundamentales”. (Levoratti 2007:352).

A los maestros de la ley les interesaba el estricto cumplimiento de las tradiciones. Quebrarlos traían “impureza”. Eso decían. Pero Jesús tiene otra enseñanza: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias” (v. 19). Curiosamente “los dirigentes religiosos son culpables de casi todos esos pecados: malas intenciones (9,4), asesinato (12,14; caps. 26-27), adulterio (12,38; 16,4), falso testimonio (26,60-61), calumnia (9,34; 11,18-19; 12,24)”. (Carter 2007:469-470).

Una sociedad -como la del tiempo de Jesús o la nuestra- no se ensucia, no se degrada, no se hace peor por el incumplimiento de las tradiciones (y sus rituales). Eso es estar ciegos frente a la realidad (v. 14). Lo que ensucia, lo que corrompe la sociedad y la vida humana, son esas malas acciones mencionadas –pecados flagrantes en realidad- que se originan en el corazón de las personas.

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Jesús confronta a los tradicionalistas maestros de la ley oponiéndoles el mandamiento de Dios (v. 3). No hay “tradición oral” de los ancianos que esté sobre la Escritura. El Señor enseña también que las impurezas que salen del corazón -las cuales adquieren formas destructivas en el plano de las relaciones personales- son las que en realidad contaminan o ensucian a las personas. 

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús se enfrenta a los maestros que basan sus enseñanzas en las tradiciones antes que en la Escritura. No permite que se acuse a sus discípulos en base a criterios o fundamentos equivocados.

Jesús acusa a los maestros de la ley de quebrantar el mandamiento de Dios (contenido en la Escritura o Ley). Más aún, los desautoriza ante las multitudes y sus discípulos, invalidando las tradiciones a las que consideraban una fuente de autoridad.

Jesús enseña lo que verdaderamente contamina o ensucia a las personas. Los terribles pecados no desaparecen, o se superan, con el ritual del lavamiento de manos. Los pecados se originan en el corazón de las personas. La limpieza real de las personas, por tanto, pasa por el corazón.

Lecciones para todos:

Debemos cuidarnos de las tradiciones que hemos heredado. No está mal tenerlas, el problema es caer en el tradicionalismo, es decir dejarnos guiar por las tradiciones como si fueran la Palabra de Dios. Nos debe preocupar más el obedecer los mandamientos de Dios que el cumplir tradiciones sólo por el hecho de que “hay que hacerlo”.

Debemos afinar el discernimiento espiritual. Cumplir con ciertas tradiciones (acompañados de sus ritualismos) no es garantía de “pureza” alguna. A veces se pueden esconder en el tradicionalismo una serie de pecados cuyo origen radica en el corazón. Hay que cuidar o guardar nuestro corazón (Prov 4:23).

Fuentes usadas

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2007, 2ª edición.

Mateos, Juan & Fernando Camacho. (1981). El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid: Cristiandad.

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JESÚS Y LOS QUE PASARON DEL MIEDO A LA ADORACIÓN

TEXTO BÍBLICO (Mateo 14:22-33)

“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. 

Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo! ¡Yo soy, no temáis! 

Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron (prosekúnesan), diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios”. (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Este relato tiene dos partes que se distinguen y complementan entre sí: los vv. 22-23 preparan el camino para “lo central” de la historia (Jesús adorado y reconocido como “Hijo de Dios”, vv. 24-33).

“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca…” (v. 22)

Jesús mientras estaba en Nazaret (14:12) se enteró de la muerte de Juan el profeta, que sucedió en la cárcel ubicada en Jerusalén (14:10). Tal fue el impacto emocional -recuerde que Juan era su pariente- que buscó alejarse de todo para estar solo. Se subió a una barca y volvió a Capernaum (14:13), pero la gente que ya lo conocía (13:2) no le dejó que haga duelo: le siguieron. A esas multitudes les alimentaría (14:21). Pero había quedado algo pendiente, dado que fue interrumpido, y para retomarlo tenía que despedir tanto a sus discípulos como a la multitud (14:22).

“subió al monte a orar aparte … estaba allí solo” (v. 23)

Ahora sí, cuando estuvo solo, Jesús se puso a orar. ¡Jesús necesitaba orar! Y es que, definitivamente, hay momentos en que se necesita estar solos, alejado de los demás, por más que sean personas que se ama (como los discípulos, en este caso) o que te siguen (como las multitudes a Jesús). El dolor muchas veces hace que las personas busquen esos momentos que nadie debe interrumpir. ¡Jesús era tan humano! Tal vez por eso entendía tanto a las personas.

Aclaración bíblica: El relato acerca de Jesús caminando sobre las aguas -por más que parezca un milagro, dado que Jesús quiebra las leyes de la naturaleza al realizar tal acción- intenta más bien mostrar realmente quién era. Efectivamente, Jesús se muestra de manera similar al “Yo soy” (el Dios eterno) del Antiguo Testamento manifestando su gran poder. Se trata de una “teofanía”, es decir una manifestación de Dios a los suyos, como Jehová a Moisés en el Horeb. 

En ese sentido “Jesús se autopresenta con una expresión que en otros textos bíblicos se atribuye a Dios: Yo soy. Y además, aparece andando sobre las aguas. Aunque el hecho se puede catalogar como milagro, aquí quizá es mejor hablar de teofanía, (…) la escena tiene rasgos de aparición más que de milagro”. (García 2015:262-263). No asombra, por ello el lenguaje usado por Mateo para referirse a Jesús. Nos hace recordar la acción de Dios en el Antiguo Testamento.

Sanidades en Genesaret: “Y terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret. Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos; y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos”. (Mat 14:34-36, RV 1960).

De esta manera “se cierra” el relato acerca de Jesús en el mar (o lago) de Galilea y las poblaciones de alrededor. Genesaret era una llanura bastante fértil en la orilla noroeste del lago. Jesús, al ser reconocido por las personas de esa región, hizo diversas sanidades. El relato que continúa (15:1-20) sucede aún en Genesaret, y de ahí se irá a la región costera donde se encuentran las ciudades de Tiro y Sidón (15:21).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

“la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas” (v. 24)

Jesús había obligado (enánkasen) a los discípulos que suban en la barca apenas terminaron de comer (v. 22), para así llegar a la otra ribera antes que sea muy de noche (v. 22), pero tal cosa no sucedió dado que el viento y las olas lo impedían (v. 24). ¿Cuánto tiempo estuvieron en medio del lago los discípulos luchando con el viento en contra? La cuarta vigilia (v. 25) hace referencia al sistema romano de dividir la noche en cuatro “vigilias”, es decir aquí el reloj va entre las 3.00 a.m. y las 6.00 a.m.

“Jesús vino a ellos andando sobre el mar” (v. 25)

Si Jesús despidió a sus discípulos, digamos a las 7.00 u 8.00 p.m., eso da como promedio siete u ocho horas como mínimo que ellos estuvieron en medio del lago y, tal vez, buena parte de ese tiempo sin poder avanzar, es decir impedidos de llegar a la otra ribera. Fue en ese momento que Jesús se les acercó a ellos, para lo cual tuvo que caminar sobre el mar. Todo esto sucedió en medio de la oscuridad, lo cual provocó una reacción en sus discípulos: gritaron de susto ¡Un fantasma! (v. 26).

La voz griega que aparece aquí es fántasma (“espíritu”, “fantasma” en nuestras culturas contemporáneas), y hace referencia a la creencia popular judía de que los espíritus malignos habitaban las profundidades del mar quienes ocasionalmente se aparecían a sus víctimas. (Carter 2007:455). Por otro lado, los discípulos eran dados a ciertas creencias. Cuando vieron a Jesús resucitado lo primero que pensaron fue que era un espíritu (pneuma, Luc 24:37), y cuando María hizo referencia a Pedro liberado de la cárcel dijeron que era “su ángel” (hó angelós, Hch 12:15). Con todo, en medio del lago y con una oscuridad reinante se dieron el susto de sus vidas (“gritaban de miedo”, PDT).

“Ir caminando sobre el mar es algo que hace Dios y que expresa su soberanía sobre el mar y la creación. Véase Job 9,8; Sal 77,16-20 (relativo al éxodo), pasajes donde, respectivamente, se emplea el mismo verbo (caminar) y el mismo nombre (mar) que aquí. Esta es una actividad propia de la divinidad, no de seres humanos, y lo subraya el mismo Dios al preguntar a Job (38,16): [Acaso] ¿has caminado por el fondo del abismo? Caminando sobre el mar, Jesús hace lo que Dios. Manifiesta la presencia divina y evidencia el reinado de Dios sobre el mar y todas las fuerzas de oposición que el mar representa. Elimina lo que impide avanzar a los discípulos, permitiéndoles la prosecución de su viaje”. (Carter 2007:455).

“¡Tened ánimo! ¡Yo soy, no temáis!” (v. 27)

Jesús les dio palabras de ánimo a los discípulos (“Tranquilos, soy yo”, PDT). No debían temer. El que estaba caminando sobre las aguas era Jesús mismo, quien se acercó y se identificó como el “Yo soy” (egó eimí). Jesús-Dios habló a quienes ya habían experimentado en esas mismas aguas su gran poder al calmar una tempestad (8:23-27). Todo eso debió darles una gran tranquilidad.

“Jesús se identifica hablando como lo hace Dios. Cita las palabras de la revelación divina: Yo soy. Véase Ex 3,14 (a Moisés antes del éxodo); Is 41,4; 43,10; 47,8.10 (a Israel en el destierro, anticipando la liberación del segundo éxodo y el regreso a la patria). Esa expresión revela la presencia salvífica de Dios (como la autorización de Jesús en 1,21, también 11,25-27) en circunstancias angustiosas”. (Carter 2007:456).

“Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (v. 28)

Ahora el relato se centra en Pedro y Jesús (vv. 28-32). La petición de Pedro resulta algo insólito. Eí sú eí (“si tú eres”, RV 1960) también puede traducirse “puesto que tú eres” (Cf. 4:3, 6). Esto cambia entonces el sentido, pues no se trataría de una duda (“si eres tú”) sino de algo que Pedro entendió bien (“ya que tú eres” o “puesto que tú eres”). Esta certeza es lo que le mueve a hacer tal osada petición. Dicho sea de paso, nadie que duda pediría caminar sobre unas aguas aún turbulentas (v. 30).

El sentido entonces es: “Puesto que he entendido que tú eres el Yo Soy, el Señor, permíteme que vaya hacia ti caminando sobre estas aguas” (v. 28). ¿Qué motivos, respecto a los demás discípulos, tenía Pedro al hacer esta petición? ¿Le ganó su temperamento, siempre dado a figurar por sobre los demás? ¿Quería demostrar que tenía más fe que ellos? Lo cierto es que Jesús le permitió ir hacia él (v. 29), pero Pedro no estaría sobre las aguas por mucho tiempo. 

Pedro tuvo inicialmente fe en Jesús, por eso salió de la barca. De no haberlo tenido jamás hubiera puesto un pie en el agua. Pero no tuvo suficiente fe como para llegar hasta Jesús. Mientras su mente le decía “avanza”, sus ojos le decían algo distinto al ver el mar agitado (“pero al ver el fuerte viento”, v. 30). Entonces su fe tambaleó y comenzó a hundirse. Pedro prefirió ver la dificultad antes que a Jesús. En ese momento gritó: ¡Señor, sálvame! (v. 30). 

“¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (v. 31) 

Jesús no iba a permitir que Pedro se ahogara, por eso le extendió la mano. Atendió su clamor desesperado. “Las manos de Jesús han sido instrumentos de curación (8,3.15; 9,18.25) y de identificación de los suyos (12,49). Ahora salvan a un discípulo”. (Carter 2007:457). Pero Jesús salva a Pedro reprochándole con una afirmación y con una pregunta. No es que Pedro no tuvo fe, tuvo poca fe. ¿Su poca fe se relacionará con las supersticiones que todavía tenía?

Pedro tenía una certeza en que Jesús era el Yo soy, el Señor. De hecho, así lo llamó (v. 28). En su petición a Jesús, es decir en sus palabras, muestra su fe. El punto es que no ha calculado -dado que le gana la emoción- que una petición como esa presupone una fe sostenida y sólida, una fe que enfrenta el fuerte viento y las aguas agitadas. Y es que su fe debe vencer sus temores. En este relato lo contrario a la fe es el miedo, la duda. Cuando abundan éstas la fe siempre será “poca”.

Curiosamente la poca fe de Pedro contrasta con la fe grande del centurión (8:10) y con la de la mujer enferma de flujo de sangre (9:22). Pedro se parece, en el fondo, a los paisanos de Jesús (13:58). Irónicamente Pedro será testigo, poco tiempo después en tierras paganas (Tiro y Sidón), de la gran fe de una mujer de origen cananeo, es decir pagana (15:22) a la cual Jesús elogia (“grande es tu fe”, 15:28).

“los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: verdaderamente eres Hijo de Dios” (v. 33)

Una vez que Jesús estuvo en la barca “se calmó el viento” (v. 32). El peligro de los discípulos, y particularmente el de Pedro, desapareció con la presencia del Yo soy en medio de ellos, quien una vez más los salvó (8:25-26). “Mateo concentra su relato en la persona de Cristo, cuyos discípulos van a descubrir nuevamente, en el esfuerzo y la duda, su autoridad soberana y su voz apaciguadora”. (Bonnard 1976:335).

Al final los discípulos pasaron del miedo, del pavor, a la adoración. Se postraron ante Jesús (prosekúnesan) diciéndole “verdaderamente eres Hijo de Dios”, es decir “realmente eres el Mesías, el que trae el Reino de Dios”. Si antes se habían preguntado “¿Qué hombre es éste?” (8:27), pues ahora tenían la respuesta. 

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Aunque el relato muestra los temores de los discípulos, lo que el evangelio resalta es la persona de Jesús, quien no sólo aparece como “tan humano” (buscando la soledad para orar), sino como “tan divino” (el Yo soy). La manifestación de su poder logra arrancar una confesión de fe en sus discípulos: Jesús es el Hijo de Dios.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

La necesidad de buscar los espacios para orar en soledad, sobre todo cuando hay momentos difíciles o grandes necesidades.

Jesús viene al rescate de sus discípulos, tiende la mano para sacarnos de las situaciones angustiosas a causa de nuestra poca fe.

Jesús merece ser adorado, es decir reverenciado y confesado. Cuando somos zarandeados y salvados, ¿quién es Jesús para nosotros? ¿cómo confesamos nuestra fe?

Lecciones para todos:

Con Jesús nuestros miedos desaparecen. Oír su voz, ver que está cerca a nosotros, incluso recibir su reprimenda, nos da una seguridad y paz que nadie la puede dar.

Tenemos la necesidad de aprender a enfrentar los problemas y los desafíos con fe. Pero no con “poca fe”. Es que Jesús el Hijo de Dios elogia a los que tienen una “gran fe”, porque cuando ésta opera se producen grandes cambios.

Fuentes usadas

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

García, Marta. (2015). Mateo. Navarra: Verbo Divino.

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