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viernes, 16 de abril de 2021

JESÚS Y LA MUJER CANANEA DE GRAN FE

 TEXTO BÍBLICO (Mateo 15:21-28)

“Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón. Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David! ¡Ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. Pero Jesús no le respondió palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros. Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

 Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora”. (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

“Saliendo Jesús de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón” (v. 21)

El dato geográfico a primera vista parece irrelevante, pero no lo es. Jesús después de disertar sobre las tradiciones de los ancianos y lo “impuro” (15:1-20), salió de Genesaret con dirección a Tiro y Sidón. ¿Para qué fue allí con sus discípulos? (dado que la misión del Reino debía hacerse con “la casa de Israel”, 10:5-6). Lo curioso es que, después del encuentro con la mujer cananea en esa región, inmediatamente volvió a Galilea (15:29). Es decir, apenas estuvo en esa región pagana y en seguida retornó a un lugar muy cercano de donde salió (Genesaret). El evangelista Mateo no registra algo más acerca de Jesús en Tiro y Sidón porque en realidad no hizo nada más. ¿Quería el Señor enseñar algo con ese fugaz viaje? 

“La expresión Tiro y Sidón designaba tradicionalmente el país de los paganos en las fronteras norte-noroeste de Palestina” (Bonnard 1976:348). Ese país era Fenicia, tierra pagana asociada a cultos inmorales, a la prostitución y a otras transgresiones sexuales (Levoratti 2007:353). “Los fenicios se llamaban a sí mismos cananeos. Con el mismo nombre los designan el Antiguo y Nuevo Testamento” (Bonnard 1976:348). En suma, Tiro y Sidón eran “cananeos” (v. 22), es decir “paganos”, y en la lógica de los escribas y fariseos (15:1-2) eran de “lo peor”: gente contaminada, inmunda y ajenas a las tradiciones. Debido a ello eran llamados “perros” (kunaríois, kunária, vv. 26, 27). Por otro lado, Josefo, el historiador judío del siglo I, añade que “los tirios son nuestros más enconados enemigos” (Carter 2007:471), lo cual ahondaba más las brechas existentes.

El viaje relámpago de Jesús y sus discípulos a estas tierras nada apreciadas por los judíos, guarda relación con el relato anterior (vv. 1-20). Y aunque el Señor había zanjado el tema de lo que contamina y hace impuro a las personas, no era suficiente, quería dar una lección práctica, gráfica, de lo que enseñó. Jesús entonces se interna con sus discípulos en una región considerada “contaminada”, “impura”. Es como decir: “Ah, ustedes son muy escrupulosos con sus tradiciones. Bueno pues, vean cómo mis discípulos y yo nos contaminamos aún más”. Y entonces enrumbaron hacia Tiro y Sidón. 

“Una mujer cananea que había salido de aquella región” (v. 22)

Ir a una región pagana puede traer sorpresas que no están en el cálculo, sobre todo para judíos dados al poco trato con “paganos” (cf. la inexistente relación entre judíos y samaritanos, Jn 4:9). Por eso es que fue asombroso encontrar una mujer cananea que, al juzgar por su súplica, parece conocer bien a Jesús. Lo llama “Señor, Hijo de David” (v. 22). “Esta mujer no es, pues, una israelita que vive en país pagano, sino, como presupone la secuencia del relato, una pagana que está al corriente de la actividad de Jesús y en posesión quizá de algunos restos de fe judía”. (Bonnard 1976:348). Sabe del mesianismo de Jesús, pero también sabe que tiene poder de Dios como para sanar a su hija.

Un detalle que muestra el evangelista Mateo es que esta mujer habla, se expresa. Hasta este punto, según este evangelio, ninguna mujer antes se había expresado. ¡Pero la cananea se expresa tres veces! (vv. 22, 25 y 27), incluso gritando (“da voces”, v. 23). Con sus palabras ella muestra todo su dolor y hasta su argumento. Bien mirada la situación, ¿quién no insistiría de esa manera en una situación de extrema preocupación por la salud de una hija? Pero el “atrevimiento” e insistencia de esta mujer es lo que genera esta historia que resaltan dos evangelios (Cf. Mc 7:24-30).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

El pasaje bíblico relata un drama humano: una mujer con una hija enferma (“gravemente atormentada por un demonio”, v. 22), lo cual le genera una gran preocupación que parece imposible solucionarlo por sí misma. Para añadirle sensibilidad a la situación no aparece un esposo en el relato, lo que sugiere que se trata de una mujer sola. Más aún, al ser “cananea” pertenece ella a ese grupo social que los judíos -incluyendo a Jesús y sus discípulos- no prestarían atención. Son “perros” y, como ya se señaló, eras considerados “inmundos”.

El relato contiene palabras de la mujer, de los discípulos de Jesús (v. 23b), pero particularmente de un diálogo forzado entre la mujer y Jesús (vv. 25-28). Se entiende que una mujer en su desesperación busque a Jesús (v. 22). Lo que no se comprende, a primera vista, es por qué él “no le respondió palabra” (v. 23a). Ante la incómoda presencia de la cananea los discípulos intentan que Jesús dé la orden que ella se retire (o la retiren). Entonces Jesús recuerda sus propias palabras dichas en un contexto de mandato misionero (10:6).

Si Jesús mismo no ha sido enviado por el Padre “sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (v. 24), entonces ¿qué hace en Tiro y Sidón? De vacaciones no ha ido a la costa fenicia. Esto confirmaría lo ya indicado: Jesús quiso dar una lección gráfica de que él y sus discípulos -cuestionados por los maestros de la ley- no le temían ir a zonas “sucias” o “impuras”, según las tradiciones de los religiosos de la época. Pero la respuesta de Jesús a sus discípulos (v. 24) forzó a la cananea a moverse rápido: “entonces ella vino y se postró ante él diciendo: ¡Señor, socórreme!” (v. 25).

“El comportamiento de Jesús es coherente con las consignas dadas a los discípulos cuando los envió a predicar únicamente a las ovejas perdidas del pueblo de Israel (10,5-6). Pero su exclusivismo resulta extraño en el caso presente, ya que es poco compatible con la misericordia que él muestra habitualmente con los pobres y afligidos”. (Levoratti 2007:353). Efectivamente, ¿cómo se reacciona, qué se hace cuando una mujer desesperada suplica a gritos por la vida de su hija? ¡Hasta la persona más dura se conmueve! Así que esta súplica puso en aprietos a Jesús. 

Como vemos, se trata de una historia donde es difícil no conmoverse. Pero los discípulos quedan impertérritos y pegados a la idea común entre los judíos sobre los cananeos. Jesús, por su parte, aún no termina de articular una respuesta consistente frente a la mujer que aún permanece postrada (v. 25). Es que no tiene opciones. Si despide a la mujer -sólo por el hecho de ser cananea, pagana- no será mejor que los maestros de la ley que enseñaban que tales personas era inmundas o sucias (según sus tradiciones). Si la atiende entonces irá contra sus palabras recién pronunciadas (v. 24) y su mandato misionero (10:6). ¡Qué dilema! 

El punto es que la situación ya está presente y hay que enfrentarla. Pero Jesús aún se resiste e intenta articular una respuesta: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos” (v. 26). Se trata de una respuesta brusca que hace eco de una expresión que “establece una tajante distinción entre los hijos y los cachorros (los judíos solían llamar perros a los gentiles, por su idolatría y por la corrupción de sus costumbres)”. (Levoratti 2007:353).

Pero esta respuesta del Señor levanta una pregunta y un comentario. ¿Por qué Jesús emplea el ejemplo del pan cuando la mujer no le ha pedido comida? Aquí el “pan” es una metáfora de las bendiciones (espirituales y materiales) de Dios a sus “hijos”. Por otro lado, se observa que la traducción RV 1960 (y otras más) han suavizado las voces kunaríois (v. 26) y kunária (v. 27), traduciéndolos por “perrillos” o “cachorros”. En realidad dichos términos significan literalmente “perros”. Así han preferido traducir DHH, NVI, PDT y otros, dándole con ello mayor crudeza a la respuesta del Señor.

La mujer, sorprendentemente, acepta ese estereotipo que es resultado de los prejuicios religiosos-culturales (“Sí, Señor”, v. 27). De hecho, ella en tanto cananea “se considera inferior” a los israelitas (Mateos & Camacho 1981:157), pero cree que a los paganos les puede caer algo de la bendición de los judíos, pues la bendición de Dios finalmente es para todos. Los “perros” también comen lo mismo que sus amos, aunque sea las sobras. Con este argumento la mujer plantea “posibilidades que están en consonancia con las promesas de Dios de bendecir a todas las naciones de la tierra (Gn 12,1-13)”. (Carter 2007:475).

La cananea con su respuesta quiebra una idea predominante del judaísmo de su tiempo, pero además “fuerza” a Jesús a que reconozca que la fe es posible en aquellos que no son de la casa de Israel (“Oh, mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres”, v. 28). A todas luces “el vocativo Oh mujer indica considerable emoción así como un considerable y nuevo respeto” hacia los paganos. (Carter 2007:475). ¡Y cómo no sería así, puesto que la mujer mostró una gran fe! “Jesús deja establecido de una vez para siempre [que] los no judíos tienen los mismos privilegios que los judíos creían poseer en exclusiva, siempre que tengan la fe suficiente”. (Levoratti 2007:353).

Pero más aún, si la fe en Jesús el Mesías es la puerta de entrada al Reino de Dios, con la historia de la cananea se comprueba que todos pueden gozar de las bendiciones de dicho Reino (lo que incluye la sanidad física, como en este caso: “y su hija fue sanada desde aquella hora”, v. 28). Esta experiencia es el trasfondo de la llamada “Gran comisión” (28:19-20), donde la buena noticia del Reino de Dios debe llegar a todos los pueblos o culturas (pánta tá éthne). En algún sentido la visita de Jesús a Tiro y Sidón anticipó esa gran comisión.

Dos relatos complementarios (vv. 29-31 y vv. 32-39)

“Pasó Jesús de allí y vino junto al mar de Galilea” (v. 29)

Ahora el evangelista Mateo consigna un nuevo resumen de las actividades sanadoras del Señor Jesús, cuyo resultado “es que la muchedumbre da honor y reconocimiento públicos no a Jesús, sino a Dios, como era lo adecuado” (Malina & Rohrbaugh 1996:85):

“Pasó Jesús de allí y vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí. Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel. (15:29-31).

Luego el evangelista Mateo cuenta la segunda alimentación milagrosa a las multitudes, que eran como cuatro mil hombres sin contar las mujeres ni los niños:

“Y Jesús, llamando a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino. Entonces sus discípulos le dijeron: ¿De dónde tenemos nosotros tantos panes en el desierto, para saciar a una multitud tan grande? Jesús les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos pocos pececillos. Y mandó a la multitud que se recostase en tierra. Y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud. Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastas llenas. Y eran los que habían comido, cuatro mil hombres, sin contar las mujeres y los niños. Entonces, despedida la gente, entró en la barca, y vino a la región de Magdala. (15:32-39).

Se trata de un nuevo milagro de alimentación muy parecido al efectuado en 14:13-21, donde quedaron saciados como cinco mil hombres sin contar mujeres y niños. Mateo registra las dos alimentaciones milagrosas, como se comprueba en 16:9-10. Jesús estaba dispuesto a satisfacer el pan material porque el Reino de Dios implica la satisfacción de las necesidades vitales: “Venga tu Reino… el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy” (6:10-11).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Jesús, cuando estuvo en tierra “pagana”, sanó a la hija de una mujer cananea quien además de su súplica mostró una fe grande (v. 28). Todas las personas, mujeres o varones, sin importar su nacionalidad, tienen un drama común a la naturaleza humana, pero pueden llegar a recibir las bendiciones del Reino de Dios por medio de Jesucristo. 

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

A pesar de los prejuicios, estereotipos religiosos y culturales de los judíos, Jesús reconoció la gran fe de una mujer cananea y sanó a su hija. Al hacer ello nuestro Señor abrió el Reino de Dios a los no judíos, anticipando con su acción la gran comisión a todas las culturas y pueblos.

Lecciones para todos:

La mujer cananea no sólo creía que Jesús era “Señor” e “Hijo de David” (v. 22). Creía que Jesús podía sanar a su hija porque, en su comprensión, las bendiciones de Dios son para todas las personas sin importar la nacionalidad. 

En algún sentido los cristianos somos como la cananea, pues sin ser parte del pueblo judío nos ha llegado la bendición de Dios. Ahora somos parte del pueblo de Dios por medio de la fe en Jesucristo y debemos proclamar su Reino a todas las personas.

Fuentes usadas:

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Malina, Bruce & Richard Rohrbaugh. (1996). Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Comentario desde las ciencias sociales. Navarra: Verbo Divino.

Mateos, Juan & Fernando Camacho. (1981). El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid: Cristiandad.

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