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JESÚS Y LA INSTITUCIÓN DEL MATRIMONIO

TEXTO BÍBLICO (Mateo 19:1-12)

Fuente de imagen: Luknia
“Aconteció que cuando Jesús terminó estas palabras, se alejó de Galilea, y fue a las regiones de Judea al otro lado del Jordán. Y le siguieron grandes multitudes, y los sanó allí. 

Entonces vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa? Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla? Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres; más al principio no fue así. Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera. 

Le dijeron sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su mujer, no conviene casarse. Entonces él les dijo: No todos son capaces de recibir esto, sino aquellos a quienes es dado. Pues hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre, y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del Reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba”. (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

se alejó de Galilea y fue a las regiones de Judea al otro lado del Jordán” (v. 1)

El relato comienza con una referencia a Jesús movilizándose hacia el sur, a las regiones de Judea. “El gran ministerio galileo ha terminado. Galilea fue la principal prioridad del ministerio terrenal de Jesús, y la ciudad de Capernaúm su principal centro de operaciones” (Wilkins 2016:500). Lo que tenía que hacer Jesús en Galilea ya lo hizo, ahora tiene que proseguir con la misión que le encomendó el Padre: padecer, morir y resucitar al tercer día, lo cual sucedería en Jerusalén, centro del poder político- religioso (16:21). 

“La subida a Jerusalén traería nuevas y difíciles confrontaciones con las autoridades religiosas y políticas del judaísmo, y Jesús lo sabía. Esto permite afirmar que ya tenía presente la eventualidad de un final violento” (Levoratti 2007:364). Sin embargo, eso no evita que Jesús siga obrando sanidades a las multitudes que vienen a él. Su poder milagroso seguirá manifestando el gran amor de Dios por todas las personas enfermas (v. 2).

“vinieron a él los fariseos, tentándole y diciéndole…” (v. 3)

El Evangelio de Mateo no oculta la conflictividad de los fariseos respecto a Jesús. Es decir, ni bien el Señor llega al sur y se acerca a Jerusalén (20:17) ahí están ya muy atentos los enemigos del Reino de Dios procurando hacerle caer con sus preguntas, para luego tener de qué acusarle ante el Sanedrín o Concilio. Esa actitud ha sido una constante en ellos según los Evangelios.

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

El relato por increíble que parezca habla más del matrimonio que del divorcio. La Bíblia Sagrada (Brasil, 2005) le ha puesto el título exacto: “El matrimonio es indisoluble”. Efectivamente, mientras los fariseos tientan a Jesús con preguntas acerca del divorcio, el Señor les responde con textos bíblicos que afirman el matrimonio. Así lo entendieron hasta los discípulos (observe el verbo “casarse”, v. 10).

El Señor había abordado el tema del divorcio ya antes: “También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que el que repudia a su mujer, a no ser por causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio”. (5:31-32). Es interesante observar que 5:32 es lo mismo que 19:9. ¿Y por qué en el sermón del monte Jesús trató el tema? La razón es sencilla: los divorcios abundaban en Israel (amparados en la enseñanza del afamado rabino Hillel).

Ahora bien, nuestro relato se caracteriza por las preguntas y las respuestas que evidencian la astucia de los fariseos y la ortodoxia de Jesús. Mientras los fariseos le hacen preguntas tramposas (vv. 3, 7), Jesús apela a la Escritura (vv. 3-6 y 8-9). Al final, los discípulos -y no sólo Pedro- intervendrán con un comentario desatinado (v. 10), añadiéndole cierto dramatismo al relato lo que provoca una aclaración final del Señor.

“¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?” (v. 3)

La pregunta de los fariseos pretende que Jesús manifieste su posición sobre un tema sobre el cual había dos enfoques en su tiempo. En realidad “piden a Jesús que se pronuncie sobre una celebre controversia a propósito de Dt 24,1 entre los rabinos Hillel y Shammai: el primero autorizaba el repudio por causas triviales, y su opinión era la más seguida; el segundo exigía la infidelidad de la mujer.” (Mateos & Camacho 1981:190).

En Dt 24:1 dice: “Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregará en su mano, y la despedirá de su casa”. Este texto lo leía antojadizamente Hillel, quien enfatizaba la expresión “alguna cosa” dando con ello pie a abusos contra las mujeres casadas. El “alguna cosa” se transformó en “cualquier cosa” y, de hecho, muchos fariseos enseñaban que una mujer podía ser despedida (repudiada) por haber echado demasiada sal a la comida. Es posible que algunos de los fariseos que vinieron a Jesús estuviesen divorciados siguiendo dicha enseñanza.

Por su parte, Shammai ponía correctamente el acento de Dt 24:1 en la palabra “indecente” (“cosa reprochable”, Biblia Textual, La Biblia de las Américas, otros), lo cual hacía justicia a lo escrito en la Ley a la vez que limitaba cualquier interpretación caprichosa de ese versículo. Shammai enseñaba que la única causa de divorcio (repudio) era esa “cosa reprochable” que es el adulterio, es decir la infidelidad en el matrimonio.

“¿No habéis leído…?” (v. 4)

Ante la pregunta tramposa de los fariseos (v. 3), el Señor Jesús da una respuesta -bajo la forma de pregunta y respuesta- lo suficientemente argumentativa como para zanjar el tema (vv. 3-6). Jesús se sale de la discusión entre el liberal Hillel y el juicioso Shammai para dirigirse de forma directa a la Escritura. Jesús cita los textos de la creación donde se menciona a la primera pareja humana y el plan de Dios (Gen 1:25 y 2:24), a lo que le añade una conclusión: “Lo que Dios juntó no lo separe el hombre” (v. 6).

Según el Génesis -les recuerda Jesús a los fariseos- Dios creó tanto al varón como a la mujer (v. 4), los cuales llegan a ser una sola carne (sarx, v. 5). Esta idea la repite el Señor: “una sola carne” (v. 6). “Dios quiere que marido y mujer vivan unidos para siempre, porque ya no son dos sino una sola carne. Por tanto, no es lícito separar lo que el mismo Dios ha unido. De este modo, Jesús se opone (…) a la práctica vigentes en el judaísmo de su tiempo” (Levoratti 2007:365) la cual era muy libertina.

“Le dijeron [los fariseos]: ¿Por qué, pues…?” (v. 7)

Al verse sin argumentos los fariseos apelan a Moisés diciendo que éste dio una orden (“mandó Moisés”). Pero bien mirado Dt 24:1 no existe orden alguna. La Ley judía permitía el divorcio, pero no obligaba a nadie hacerlo. “Los fariseos llamaron mandamiento a la provisión de divorcio hecha por Moisés, Jesús la llamó concesión debido a la dureza de los corazones humanos”. (Stott 1984:106).

“Él les dijo… Y yo os digo…” (vv. 8-9)

Frente a la enorme falta de los fariseos -al tergiversar Dt 24:1- el Señor toca el tema de fondo: el problema está en “la dureza de corazón” (v. 8). Si uno se casa para luego andar buscando defectos en su cónyuge, entonces hay un problema en el corazón de las personas. Cuando esa actitud se refuerza el corazón se “endurece”, se vuelve “terco” (BLA), “obstinado” (BAD). Cuando surgen dificultades en un matrimonio la obstinación y la intransigencia llegan a ser los verdaderos causales de separación o divorcio.

Paso seguido Jesús va a dar su opinión la cual reafirma la enseñanza de Shammai. Jesús concede que si en una relación insostenible se llega a plantear el divorcio, que éste sea sólo por causa de la infidelidad (adulterio). Tanto en 19:9 -como en 5:32- el Señor no está ordenando nada (pues podría haber perdón y la relación se salva), sólo está concediendo tal posibilidad. 

“Le dijeron sus discípulos…” (v. 10)

Los discípulos, al escuchar la respuesta de Jesús a los fariseos, exclamaron algo que no sorprende del todo: “Si tal es la situación entre esposo y esposa, comentaron los discípulos, es mejor no casarse” (BAD). Es decir, “para ellos, si no podían repudiar a la mujer, entonces es mejor no casarse, es decir, es mejor el celibato.” (De Moraes 2019:1229). O sea, si no podían repudiar a la esposa bajo cualquier pretexto -escudándose en la enseñanza de Hillel- mejor “no conviene casarse” (v. 10). ¡Qué manera de pensar!

“Entonces él les dijo…” (v. 11)

Jesús captó ese pensamiento equivocado de sus discípulos, por eso es que inmediatamente “comenta lo que acaban de decir y afirma que renunciar al matrimonio no es posible para todo hombre; hace falta un don especial para ello.” (Mateos & Camacho 1981:190). Claro, no todos tienen la capacidad de quedarse sin casar, sentirse realizados como personas, además de lidiar con la no aceptación social del quedarse soltero (cosa muy fuerte en el tiempo de Jesús y en algunas culturas contemporáneas). En el v. 12 el Señor introduce el tema de los eunucos. Hay tres tipos de eunucos. Los dos primeros son eunucos físicos (los que nacieron así y los que fueron hechos por otros hombres). El tercer tipo es metafórico, o sea no literal. Sobre esto también habían enseñado los rabinos.

“Los rabinos reconocían diversas categorías de eunucos: aquellos nacidos sin órganos sexuales (es decir, hechos eunucos por Dios) y aquellos hecho eunucos por las personas, como los que servían en las cortes orientales. (…) Quizá con Isaías 56:4, 5 en mente, Jesús usa este lenguaje gráfico para describir un llamado a permanecer soltero por causa del Reino, aunque la soltería, también, generalmente estaba fuera de la corriente de la vida social judía.” (Keener 2003:91, las cursivas son mías).

Entonces en el v. 12, el Señor está usando un lenguaje gráfico para enseñar que hay un tipo de eunucos por causa del Reino de Dios, cuyo modelo es él mismo. Efectivamente, “Jesús rompió con las ideas de su tiempo. Él no se casó y propuso la abstención del matrimonio como la situación ideal para aquellos que quieren consagrarse radicalmente al reino de Dios.” (Levoratti 2007:365). Con esto “Jesús no contradice su anterior confirmación en el sentido de que el correcto orden de la creación de Dios es que los hombres y las mujeres se casen y permanezcan en este estado (19:4-6), pero tampoco va a adoptar la cínica actitud de los discípulos por lo que respecta a vivir en celibato por la naturaleza inquebrantable del matrimonio.” (Wilkins 2016:502).

El comentario de los discípulos (v. 10), al final los dejó mal parados ante Jesús. ¿Cuántos de ellos eran casados, aparte de Pedro (1 Cor 9:4, Mt 8:14)? ¿Pedro también habrá asentido que mejor convenía no casarse? Dudo mucho que los discípulos hubieran querido ser eunucos literales. Pero un comentario bastante desatinado como el que hicieron no invalida ni el plan de Dios para varones y mujeres ni la enseñanza del Señor Jesús.

Si el matrimonio es el plan de Dios, desde los inicios en la creación, entonces el divorcio no es la solución a los problemas que puedan darse en ese ámbito. Además, Dios “aborrece el repudio” (Mal 2:16). “Un divorcio entre cristianos tiende a hablar mal del Señor Jesucristo. Los incrédulos pueden verlo como una indicación de que la fe en Cristo no es tan transformadora como proclamamos que es” (Vander Lugt 2009:22). En ese sentido el divorcio no es un buen testimonio, pues afecta no sólo al divorciado sino también a la iglesia y el Reino de Dios.

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

El Señor Jesucristo afirma la importancia del matrimonio y su indisolubilidad. La base de esa enseñanza se encuentra ya en el relato de la creación. Lo que ha unido Dios no lo debe separar el hombre. Si la ley de Moisés lo permitió fue por la dureza de corazón de las personas.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús evita caer en la trampa de los fariseos, desviando una pregunta acerca del divorcio hacia el tema del matrimonio conforme al relato del Génesis.

Jesús con sabiduría enseña acerca del matrimonio y, siguiendo a Moisés, deja abierta la posibilidad del divorcio como una concesión, no como un mandato.

Lecciones para todos:

Hay que recordar que la institución del matrimonio se remonta a Dios y su voluntad (el cual viene desde la creación).

El matrimonio original no tenía como alternativa, en sus inicios, el divorcio (“al principio no fue así”, v. 8).

Si se plantea el tema del divorcio en un matrimonio, el único causal legítimo es el pecado sexual (adulterio). Pero el divorcio no es un mandato, es concesión.

Fuentes usadas:

De Moraes, Sidney. (2019). Mateo, R. Padilla y otros edits., Comentario bíblico contemporáneo. Buenos Aires: Kairós y otros.

Keener, Craig. (2003). Mateo, Comentario del contexto cultural de la Biblia. Nuevo Testamento. El Paso, TX: Mundo Hispano.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Mateos, Juan & Fernando Camacho. (1981). El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid: Cristiandad.

Stott, John. (1984). Contracultura cristiana. El sermón del monte. Buenos Aires: Certeza.

Vander Lugt, Herb. (2009). Divorcio y nuevo matrimonio ¿Qué enseña la Biblia? Grand Rapids, MI: RBC Ministries. 

Wilkins, Michael. (2016). Mateo: Comentario bíblico con aplicación NVI. Nashville, TE: Vida.

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JESÚS Y EL PERDÓN ENTRE HERMANOS


TEXTO BÍBLICO (Mateo 18:15-20)

“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano.

De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Otra vez os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. RV 1960).

 CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Aunque a primera vista el relato (vv. 15-20) parece autónomo, no lo es. La pregunta de Pedro a Jesús y la respuesta correspondiente (vv. 21-22), dan lugar a la parábola de “los dos siervos deudores” (vv. 23-35) donde la enseñanza final enfatiza el perdón entre hermanos (v. 35). Entonces, el relato completo va hasta el final del capítulo 18. Dicha parábola grafica bien el perdón como una expresión del Reino de Dios (Malina & Rohrbaugh 1996:94).

Es interesante observar que el relato, que inicia en el v. 15, se vincula al párrafo anterior (vv. 1-14). “Por tanto” (dé), indica que hay una continuidad de ideas, pero añadiendo un nuevo término que aparece tres veces: “hermano” (vv. 15, 21, 35). Entonces los “pequeños” (vv. 6, 10, 14) son los “hermanos”, es decir son parte de la iglesia (ekklesía, v. 17). Así como se recibe a los niños (o “pequeños”) en el nombre de Jesús (v. 5), de igual manera la iglesia se reúne en el nombre de Jesús con un propósito definido (v. 20).

Nota: El Señor Jesús ya había enseñado sobre el perdón en el contexto de la oración del Padrenuestro: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas” (6:14-15). Ahora, el Señor amplía su enseñanza pero en relación a la comunidad eclesial (18:18-20).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“si tu hermano peca contra ti” (v. 15)

El Señor Jesús ahora plantea una situación que es común en el marco de las relaciones personales: el pecado de un hermano contra otro, el cual se menciona mediante dos verbos (“peca”, v. 15; “peque”, v. 21). ¿Pero a qué tipo de pecado se refiere? Si se observa el v. 35 entonces queda claro que se trata de las “ofensas” que cometió un hermano. Pero aquí hay un problema de fondo (y no sólo de formas) que hay que abordarlo lo más objetivamente posible.

Nota de traducción: Ninguna versión de la Biblia dice “sus ofensas”, salvo la RV en sus ediciones autorizadas de 1960 y 1995, y la Versión Moderna (de 1929). En el texto griego no aparece tal expresión. Por razones que desconocemos, estas traducciones especifican el tipo de pecado con un añadido injustificado (las ofensas, v. 35). Carecen de base textual -las variantes de los manuscritos- para incluirlo. Por su parte, la RV Actualizada de 1989 y la RV Contemporánea de 2009, corrigiendo a las versiones mencionadas, han quitado la expresión “sus ofensas”. 

El texto original entonces deja abierto el sentido del pecado cometido, pues intenta sostener que entre los hermanos se pueden dar diversos tipos de faltas (y no sólo las ofensas con palabras). La parábola de los dos siervos deudores, por lo mismo, ratifica eso: el pecado del siervo malo no es una ofensa verbal al consiervo, sino el abuso de poder -lo manda a la cárcel- así como la falta de solidaridad y de misericordia. Frente a ello, dice el v. 35, hay que perdonar de corazón.

Bien miradas las diversas situaciones en una congregación, ¿las faltas o los pecados entre hermanos sólo son de carácter verbal? Las cartas del Nuevo Testamento y la experiencia eclesial dirían que no. El Señor Jesús en su enseñanza no sólo menciona al hermano que peca (es decir, ofende, estafa, maltrata psicológicamente, abusa, calumnia, roba, explota económicamente, engaña sentimentalmente, agrede físicamente, etc.), sino que delega la tarea reconciliadora al maltratado-ofendido.

En los vv. 15-17 se encuentran “tres formas de solución de conflictos: «enfrentamiento» (v. 15), «negociación» (v, 16) y «sentencia judicial» (v. 17)”. (Malina & Rohrbaugh 1996:94). Estas formas tienen un procedimiento gradual, en caso que el ofensor-pecador no quiera corregir su falta o pecado. Lo primero está en el nivel personal e implica una amonestación, la cual él debe oír, es decir aceptar su falta (v. 15). Sin duda es un enfrentamiento, pero de manera personal. Nadie tiene por qué enterarse de tal encuentro.

El segundo procedimiento, en caso de no funcionar el primero, involucra a dos o tres “testigos”. Esta era una práctica que venía desde los tiempos de Moisés (Dt 19:15-21). Se trata de un pequeño grupo de personas con madurez -sacerdotes o jueces, según ese texto- convocados para ayudar en la resolución del conflicto. El maltratado-ofendido, como es evidente, intenta dar solución a un hecho que afecta a la comunidad de fe. Pero si el ofensor-pecador no oye a los testigos (v. 17), entonces se lleva el caso a la iglesia, la comunidad de fe (vv. 17-19).

La iglesia también tiene una opinión, pero “si no oyere a la iglesia” ésta tiene el poder de emitir una sentencia judicial (eclesial) contra el ofensor-pecador: tomarlo como un pagano que no conoce a Dios ni su ley (es decir, un gentil), como alguien de mala fama a quien se mira con sospecha (un publicano). La congregación hizo lo que pudo (Rom 12:18), pero la culpa recae en el ofensor-pecador, pues éste nunca tuvo la intención de reconocer su falta-agravio (v. 17).

Pero, ¿cómo se llegó a esa situación? “La severa medida disciplinar se aplica solamente al miembro recalcitrante, que se resiste incluso a escuchar a la comunidad. La expresión gentil y publicano puede resultar chocante, pero no implica desprecio sino que se refiere en general a las personas que no pertenecen a la ekklesía”. (Levoratti 2007:363).

“todo lo que atéis en la tierra… y todo lo que desatéis…” (v. 18)

La iglesia tiene un poder espiritual, que el Señor Jesús le ha delegado, para arreglar los conflictos entre hermanos. (Todo esto se explica con un lenguaje metafórico: atar, desatar, tierra, cielo). Y aunque la autoridad es de la iglesia y sus autoridades, se depende del Padre que está en los cielos” (v. 19).

“En el contexto de 18,15-17, atar y desatar aluden a la misma tarea de establecer una conducta apropiada. (…) En concordancia con la voluntad de Dios (18,10-14), la comunidad trabaja en la difícil tarea de restablecer la armonía. Por esto debe rogar mientras realiza su labor reconciliadora (18, 17). El verbo pedir denota plegaria en 6,8. Ponerse de acuerdo en rogar por la rehabilitación del ofensor expresa la disposición de los miembros de la comunidad (¿también del ofendido?) de llegar al perdón y a la reconciliación”. (Carter 2007:533).

“dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (v. 20)

Nuevamente nos encontramos con un problema en la traducción de la RV 1960. El término sunenménoi significa “reunidos”, aunque más literalmente “los que se juntan”. De ahí que casi todas las versiones de la Biblia traduzcan como la DHH: “donde dos o tres se reúnen en mi nombre”. La RV 1960 al traducir “congregados” da la idea de un culto aunque se hallen presentes tan sólo dos o tres hermanos. Así se ha interpretado este texto en muchas iglesias evangélicas. 

Pero el sentido de sunenménoi hay que encontrarlo en relación al v. 19 (“dos de vosotros”), e incluso al v. 16 (“dos o tres testigos”). Es decir, sunenménoi se refiere a la iglesia mediante sus autoridades que se reúnen en el nombre de Jesús para tratar las situaciones judiciales-eclesiales por resolver. Lo correcto es que dos o tres autoridades aten o desaten, orando al Padre que está en los cielos, y tomando las decisiones en el nombre de Jesús. De esta manera se arreglan los conflictos y se procura la reconciliación.

Pero no siempre los conflictos se arreglan. Un ejemplo triste se encuentra en 1 Cor 5 donde se dio un caso escandaloso de inmoralidad sexual. El apóstol Pablo escribió lo siguiente: “En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, el tal sea entregado a Satanás…” (vv. 4-5). “La iglesia es esencialmente santa, pero existencialmente, y mientras dure el mundo, vivirán en ella justos y pecadores, a quiénes habrá que corregir según cierto “orden”: corrección secreta, corrección privada ante testigos, denuncia pública ante la autoridad constituida en la iglesia”. (Cantera & Iglesias 2000:1104, nota de pie).

Después de la lección que el Señor había dado, Pedro se le acercó para hacerle una pregunta algo insólita: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? (v. 21). “Es posible que Pedro pensara que estaba siendo enormemente generoso al sugerir “siete veces” como el límite del perdón. Quizá esperaba alguna alabanza o que el Señor redujese su sugerencia magnánima de perdonar siete veces” (Carballosa 2010:145). Pero no fue así. Si creía que siete era una cifra exagerada para otorgar el perdón, pues se equivocó. Mejor no hubiera preguntado.

Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete” (v. 22)

La exigencia de perdonar a un “hermano” de la congregación por 490 veces “no es una cifra que se ha de tomar al pie de la letra. De lo que se trata, en realidad, es de no poner límite al perdón” (Levoratti 2007:364). Paso seguido, el Señor grafica la lección que le da a Pedro con la parábola de los dos siervos deudores (vv. 23-35). (Debo recordar que una parábola es una ilustración o ejemplo donde se debe ubicar tan solo la enseñanza central sin darle significado a los detalles. Una parábola no es una alegoría).

Un rey al hacer sus cuentas notó que un siervo le debía una suma fabulosa (v. 24), por lo que tomó medidas drásticas que afectaban a la familia del siervo (v. 25). Pero ante la súplica de éste, el rey fue movido a misericordia y le perdonó todo (v. 27). Este siervo, sin embargo, tenía un consiervo que le debía una suma menor (v. 28) al cual no perdonó nada y envió a la cárcel (v. 30). El rey al enterarse de lo que hizo el siervo malo (v. 32) le hizo recordar que debió tener misericordia (v. 33). Al final, el rey lo entregó a sus verdugos hasta que pagase lo que debía (v. 34). Lección: el Padre castigará al creyente que no perdona de todo corazón a su hermano (v. 35). Observe que tres veces aparece la palabra “misericordia” (vv. 27, 33). Ésta debe caminar junto con el perdón verdadero. 

“El rey en la parábola representa a Dios que ha perdonado toda nuestra deuda con su obra de gracia. Por eso los discípulos de Jesús deben perdonar sin límites y su perdón debe alcanzar a todos. Quien ha experimentado la misericordia de Dios no puede andar calculando las fronteras del perdón y de la aceptación del hermano”. (Biblia de América 1999:1482, nota de pie).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

El Señor Jesús enseña a sus discípulos acerca de la importancia de perdonar al hermano que peca contra uno, además de señalar los procedimientos graduales para solucionar los conflictos.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Al Señor Jesús le importa que en el marco de las relaciones personales prevalezca el perdón y, con ello, la reconciliación en la comunidad cristiana. 

Lecciones para todos:

Si reconocemos que hemos sido los ofensores-pecadores, debemos buscar las formas de reestablecer la comunión con el hermano al que le hemos faltado.

Si somos los maltratados-ofendidos debemos buscar las formas de procurar la reconciliación. Y si para ello hay que perdonar las veces que sean necesarias, hay que hacerlo.

Si estamos en un nivel de autoridad eclesial debemos en el nombre del Señor orar, pedir la dirección al Padre celestial y actuar procurando la reconciliación (por más que exista la posibilidad de no encontrar el perdón requerido).

Fuentes usadas:

Biblia de América. (1999). Madrid – Salamanca – Navarra: PPC – Sígueme – Verbo Divino.

Cantera, Francisco & Manuel Iglesias. (2000). Sagrada Biblia. Versión crítica sobre los textos hebreo, arameo y griego. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos.

Carballosa, Evis. (2010). Mateo: La revelación de la grandeza de Cristo. Tomo II. Grand Rapids, MI: Portavoz.

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Malina, Bruce & Richard Rohrbaugh. (1996). Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Navarra: Verbo Divino.

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JESÚS Y “LOS PEQUEÑOS” DEL REINO

TEXTO BÍBLICO (Mateo 18:1-14)

“En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. 

¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.

Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”.  (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Cuando el Señor y sus discípulos llegaron a Capernaum, llegaron los cobradores de impuestos (17:24). “Roma exigía a los pueblos sojuzgados que pagaran tributos sobre mercancías y pertenencias, más una contribución por cada varón adulto; los ciudadanos romanos estaban exentos de ambos tributos”. (Sociedades 1994:1493). Dichos tributos eran una afrenta para el pueblo, pues al pagarlos se sostenía con ello tanto a los invasores “extraños” (17:25) como a los publicanos. Pero no había opción frente a ello. Negarse a pagarlos era riesgoso, de pronto alguien podía ser acusado por los publicanos y la represalia romana no se haría de esperar, dado que el tribuno local podía interpretar la negativa a tributar como un acto de sedición.

Jesús sabiamente toma la decisión de pagar el tributo para no escandalizar (skandalísomen, v. 27), como bien traducen la BPD, BLA, NVI, Besson y otros. Otra buena traducción es “no servir de tropiezo” (DHH). Esta palabra se va a repetir en 18:6, 7 (skandalíse, skándalon, skándala), y de esta manera se vinculan el final del capítulo 17 con el capítulo 18. Jesús no quiere ser un tropiezo para nadie pues va a camino a la cruz. Una negativa a pagar el tributo a los romanos podría acelerar lo que no se debe. Así como enseñó a ofrecer la otra mejía ante el soldado romano (5:39-42), ahora enseña con su ejemplo a pagar el tributo forzado (“tómalo y dáselo por mí y por ti” (v. 27).

“Pero pagar ¿no significa sumisión a la soberanía de Roma? (…) Manda a Pedro: Vete al mar y echa un anzuelo. El primer pez que salga, tómalo, y, abriéndole la boca, encontrarás una moneda (statér). Tómala y dásela por ti y por mí. Este recurso milagroso no acentúa la voluntariedad del pago, (…) más bien subraya la providencia de Dios. (…) Pagar el impuesto [significa que] los peces están sometidos a la soberanía divina. Dios hace posible esta captura, proporcionando pescado y moneda”. (Carter 2007:520).

Efectivamente, pagar los tributos muchas veces dejaba la mesa vacía en los hogares humildes, de los “pequeños”, pero Jesús en esta historia no sólo paga los impuestos de él y de Pedro (un estatero o cuatro dracmas), sino que con el milagro pone el pescado en la mesa listo para ser servido. Más adelante, sobre este delicado tema los fariseos y los herodianos querrán sorprenderlo, para tener de qué acusarle (22:15), pero Jesús saldrá airoso pues no dejará que lo atrapen (22:16-22). Todavía no le ha llegado “su hora” al Señor. 

Los “pequeños”

El término los “pequeños” aparece varias veces en el Evangelio de Mateo y con varios sentidos. Pero figurando a las “personas humildes”, “desamparados” o “pobres” aparece en 10:42 (tón mikrón), 18:6 (tón mikrón), 18:10 (tón mikrón) 18:14 (tón mikrón), 25:40 (elajíston) y 25:45 (elajíston). Aunque las dos voces griegas mencionadas tienen básicamente el mismo significado, hay que precisar que elajíston es un superlativo (“muy pequeño”, “pequeñito”).  

En nuestro relato (18:1-9) aparece una sola vez (pequeños, v. 6) en referencia a los niños (vv. 2, 3, 4, 5), pero se complementa con los vv. 10 y 14 que aparecen en la parábola de la oveja perdida. Así, los “pequeños” de estos últimos dos versículos hacen referencia ya no a niños sino a las personas humildes o pobres que se han descarriado (v. 12) o perdido (v. 14). La voluntad del Padre incluye a éstos en su Reino. Es a partir de los “pequeños” que el Señor explicará la importancia de la “grandeza” o “lo mayor” en el Reino de Dios (v. 1). Hay que saber que “la grandeza en el Reino difiere radicalmente de la grandeza a los ojos humanos” (Kittel & Friedrich 2002:581).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” (v. 1)

Esta es una pregunta que debe haber sorprendido al Señor, pues está imbuida de algunas ideas nacionalistas de sus discípulos. Creen en el Reino de Dios y su Mesías, pero lo entienden de forma muy parcial. Se observa que de la pregunta participaron todos los discípulos. ¿Algunos de ellos, o todos, habrán querido tener un puesto privilegiado en el Reino de Dios? Más adelante, la madre de dos de ellos pedirá a Jesús que sus dos hijos sean sus “ministros” en el Reino, frente a lo cual los otros discípulos mostrarán su enojo (20:20-28).

Frente a la pregunta equivocada, y algo insensata, el Señor les va a responder de forma simbólica (trayendo un niño, v. 2) y con un amplio discurso que incluye una parábola (vv. 3-14). “De este modo, el gesto y las palabras se iluminan recíprocamente. El reino de Dios (…) es un don que se recibe con la sencillez y el agradecimiento de un niño. Por eso, el que se hace como un niño, ese es el más grande en el reino de los Cielos presente y futuro”. (Levoratti 2007:362).

El Señor puso a un niño en medio de los discípulos (v. 2) para que lo observen detenidamente. No deben olvidar que “en la Palestina del tiempo de Jesús, como en el mundo antiguo en general, el niño es un ser débil, sin pretensiones, cuya humildad es más social que subjetiva; no tiene nada que decir en la sociedad y debe limitarse a obedecer las órdenes que se le dan” (Bonnard 1976:399), por lo que representan humildad y la debilidad. Por eso es que son los “pequeños”. Éstos son el criterio para medir la disposición de entrar al Reino de Dios.

“si no os volvéis y os hacéis (génesthe) como niños, no (ou mé) entraréis en el reino de los cielos”. (v. 3)

Es sumamente importante observar que el Señor utiliza el lenguaje de la conversión para exigir de sus discípulos un cambio de mentalidad, el cual debe nacer desde el interior de cada uno de ellos. Sin esto es imposible entrar al Reino de Dios. La Biblia Textual hace una traducción literal que en su sentido original es muy enfática: “Si no fuerais transformados y llegarais a ser como niños, de ningún modo entraréis en el reino de los cielos”. (Esta lección va para los lectores del Evangelio de Mateo, lo que nos incluye).

“Ser como niños”, como condición para entrar al Reino, significa “identificarse con quienes no son tenidos en cuenta ni pretenden arrogarse ningún derecho” (Levoratti 2007:362). Por eso “los discípulos deben dar un giro de 180 grados en su manera de concebir la grandeza; se trata de un cambio consciente, no sólo de conducta, sino de orientación fundamental; pero este cambio (…) [consiste] en optar voluntariamente por la humildad y el servicio que Jesús preconiza”. (Bonnard 1976:400).

Sobre este mismo tema el Señor volverá a enseñar en qué consiste “la grandeza” en el Reino de Dios: “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor (diákonos), y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo (doúlos); como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir (diakonésai), y para dar su vida en rescate por muchos” (20:26-28).

“Verdaderamente grande en el reino de Dios no es la persona arrogante o la que goza de prestigio y de ascendiente en el mundo, sino la que se reconoce pequeña e insignificante ante Dios. Una vez más, el evangelio manifiesta la predilección de Dios por lo que no es valorado en este mundo, por las personas que no tienen un alto rango social”. (Levoratti 2007:362). ¿Cómo alguien puede recibir a los más humildes si es que lo que anhela en su corazón es “la grandeza”? ¿No será mejor que primero se cambie la forma de pensar? ¡Para aceptar a los pequeños primero hay que hacerse pequeño!  

Por eso el discípulo que se humilla -como el niño- llegará a ser el “mayor” en el Reino de Dios (v. 4), pero esto es para servir, no para enseñorearse. Hay que observar que lo que resalta el Señor es la humildad del niño, no su inocencia, ingenuidad o simpleza. Algo más, cuando se reciben a los niños en el nombre de Jesús, realmente es a él a quien se está recibiendo (v. 5). “La expresión en mi nombre subraya (…) su sentido misional. El nombre de Jesús representa su misión de salvar del pecado (1,21)” (Carter 2007:526). En la misión del Reino de Dios hay que recibir/incluir/aceptar a “los pequeños”. Para éstos también es la buena noticia del Reino (11:5).

“estos pequeños que creen en mí” (v. 6) 

Los pequeños, como ya mencionamos, “hacen referencia a la gente de cuna humilde que sigue a Jesús” (Malina & Rohrbaugh 1996:92). Pero, ¿por qué alguien quisiera hacerlos “tropezar” (skandalíse)? ¿Sólo porque tienen fe en el Señor? Se observa también que en torno a la palabra “tropezar” aparecen varios sujetos: “cualquiera” (d’ án, v. 6), “el mundo” (tó kósmo) y “aquel hombre” (tó anthrópo, v. 7). El Señor Jesús hará tres afirmaciones (incluyendo lenguaje metafórico).

“Primero habla de atarse al cuello una piedra de molino y de arrojarse al fondo del mar antes que escandalizar a uno de los pequeños que creen en él, induciéndolo de ese modo a perder la fe o a desviarse del buen camino. Luego añade una afirmación llena de realismo: los escándalos son inevitables, pero esto no elimina la responsabilidad personal: ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! (v. 7). En tercer lugar, la fuerza de las imágenes se vuelve más impresionante: Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos lejos de ti...” (Levoratti 2007:362).

¡Nadie debe ser el causante de alejar a las personas humildes, a los pobres, del Reino de Dios! ¡Quienes actúan así es porque los menosprecian! (v. 10a). ¡Eso sí es un escándalo! ¡Y por hacer eso podrían terminar en el infierno de fuego! (vv. 8, 9). Por el contrario, los discípulos deben ser como aquel pastor que se preocupa de su oveja que se le ha extraviado (v. 12). Dios no quiere que los pequeños (los humildes, los pobres) se pierdan (v. 14), pues “el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido” (v. 11).

A modo de conclusión, la enseñanza de Jesús el Mesías en torno a los pequeños, hace retomar a sus discípulos el tema de la misión. Las personas humildes o pobres, también son pecadoras, es decir, están perdidas y necesitan ser incorporadas al rebaño del Señor. En vez de estar pensando en ser “grandes” en el Reino, la mirada debe estar en los humildes a quienes los escandalizadores los menosprecian.

Nota: En el v. 10 se menciona a los ángeles que protegen a los pequeños, además de ver siempre el rostro de Dios, lo que significa que tienen acceso a su presencia. En resumen, las personas humildes gozan de la protección de Dios, lo cual es una enseñanza que viene desde el Antiguo Testamento (Sal 91:11-12). Aunque algunos desprecien a los humildes, Dios no.

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

El Señor Jesús enseña a sus discípulos, mediante el ejemplo de los pequeños, que el Reino de Dios incluye a los humildes. A éstos hay que recibirlos (v. 5), no menospreciarlos (v. 10) y buscarlos (v. 12). ¡Nunca hay que ser de los que los hacen tropezar! (vv. 6-9).

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús el Mesías no ha olvidado a los “pequeños”. Enseña sobre ellos y recuerda a sus discípulos que hay que buscarlos y hacerlos parte del Reino. Eso será posible cuando se cambie el modo de pensar y se los reciba, pues al hacer eso se está recibiendo al mismo Señor (v. 5).

Lecciones para todos:

Se debe abandonar las ideas equivocadas como la que dice que hay que buscar “la grandeza” en el Reino de Dios. Ideas similares podrían alejarnos de los pequeños, de Jesús y del Reino. Definitivamente debemos cambiar algunas formas de pensar.

Hay que aprender a recibir a las personas humildes, los pobres. El Hijo del Hombre vino también por ellos a salvarlos, pues están perdidos. Lo contrario, es decir el menosprecio hacia ellos, nos desvía totalmente de hacer la misión del Reino de Dios.

Fuentes usadas:

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Kittel, Gerhard & Gerhard Friedrich. (2002). Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Malina, Bruce & Richard Rohrbaugh. (1996). Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Navarra: Verbo Divino.

Sociedades Bíblicas Unidas. (1994). La Biblia de estudio Dios habla hoy. Estados Unidos: SBU.

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JESÚS TRANSFIGURADO, MESÍAS GLORIFICADO

TEXTO BÍBLICO (Mateo 17:1-13)

“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. 

Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. 

Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”. (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Este pasaje está unido al anterior, donde el Señor Jesús dijo que algunos de los discípulos verían al Hijo del Hombre viniendo (erjómenon) en su Reino (16:28). Prueba de ello es la conjunción con que inicia este relato: “Y” (Kaí), la cual omiten la mayoría de las traducciones -por razones que desconocemos- a excepción la Biblia Textual y el Nuevo Testamento de Pablo Besson. Pero “esa conjunción es importante, puesto que une las palabras finales del capítulo 16 con el relato de la transfiguración en el capítulo 17”. (Carballosa 2010:100).

Los otros evangelios sinópticos registran el acontecimiento (Mc 9:2-13 y Luc 9:28-36). Y Pedro menciona la transfiguración de esta manera: “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo”. (2 Ped 1:16-18). 

Todo esto significa que este hecho tuvo en los primeros cristianos un profundo efecto. Pero, ¿Qué significa la transfiguración de Jesús? Puesto que en la historia anterior los discípulos no entendían del todo la naturaleza sufriente del Mesías (16:22), el Señor retomará el tema mediante esta “visión” (hórama, 17:9). A pesar de esta insistencia, después de la sanidad del joven endemoniado (17:14-21) nuevamente el Señor volverá a recalcar la naturaleza de su mesianismo: “El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; más al tercer día resucitará.” (17:22-23). La cruz y la resurrección eran inevitables.

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“y se transfiguró delante de ellos” (v. 2)

La palabra griega metemorfóthe es un aoristo en voz pasiva que debe traducirse literalmente “fue transfigurado”, como bien traduce Pablo Besson. Es decir, la acción no provino de Jesús mismo sino de Dios Padre, quien hablará a los tres discípulos-testigos de este hecho. El verbo principal es morphé (forma, figura), lo que significa que Jesús “se transformó” (PDT) en su aspecto o apariencia: “resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz” (v. 2). Todo esto aconteció en un monte alto (v. 1), que ciertas tradiciones identifican como el Monte Tabor.

El relato de la transfiguración de Jesús tiene muchos elementos que recuerdan simbólicamente los acontecimientos que acompañaron al éxodo de Israel: monte (v. 1), rostro que resplandece (v. 2), enramadas (v. 4), nube (v. 5), voz del cielo (v. 5), el mandato a oír (v. 5), temor (v. 6). Si Jesús apareció como un “nuevo Moisés” en el sermón del monte (caps. 5 al 7), ahora se evidenciará la distancia real entre Jesús el Mesías con Moisés y Elías (v. 3).  

“les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él” (v. 3)

El que fue transfigurado fue Jesús (no hay que perder de vista esto), no Moisés ni Elías. Pero “ambos son personajes de suma importancia en el desarrollo del drama de las edades. Uno de ellos, Moisés, es la personificación de la ley de Dios. El otro, Elías, es considerado como el más grande de los profetas. ¡La ley y los profetas dan testimonio de Él!” (Carballosa 2010:103). ¡Su nacimiento, su ministerio, su mesianismo sufriente habían sido anticipados por la ley y los profetas! Jesús, además, desde que inició su ministerio señaló claramente que él no vino a derogarla (5:17).

Según el profeta Malaquías, Moisés y Elías están vinculados al “día de Jehová” (4:4-5), el cual es una referencia al futuro Reino de Dios en tanto juicio e inicio del mismo: “Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, el cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel. He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible”. Pero hay una gran diferencia entre Jesús y los personajes mencionados. Jesús el Mesías es el Hijo amado (v. 5). Y su transfiguración, según los evangelios, es “algo así como un anticipo de la gloria del cuerpo resucitado” (Carballosa 2020:102).

“Entonces Pedro dijo a Jesús…” (v. 4)

Observamos nuevamente al impetuoso Pedro. Él habla, y no Jacobo ni Juan. Pero sus palabras muestran un evidente sentido de complacencia, en el cual él involucra a los otros discípulos (“bueno es para nosotros que estemos aquí”). No sabemos si sus palabras sólo muestran un deseo personal o si de verdad era un deseo de los demás. Como fuese, hay una notoria desviación en la propuesta de hacer enramadas para cada uno de los tres. Pedro se equivoca una vez más.

“La sugerencia de Pedro tenía que ver con la construcción de “enramadas” o “refugios” como los que los hijos de Israel hicieron en el desierto en tiempos de Moisés (ver Dt. 16:13-16). La idea de Pedro era que Moisés, Elías, Jesús y los tres apóstoles permanecieran en aquel monte por un tiempo largo. Pedro no era consciente de que la transfiguración era un acto pasajero y no una cuestión permanente. Jesús todavía tenía que enfrentarse a la experiencia de la cruz”. (Carballosa 2010:105).

“Mientras él aún hablaba…” (v. 5)

Dios Padre entonces interviene en esta visión (o teofanía). Y con ello interrumpe la propuesta de Pedro. Jesús no ha sido transfigurado para que se le haga una enramada. Se le ha visto resplandeciente tanto en su rostro como en sus vestiduras porque anticipa su resurrección y su cuerpo glorificado, es decir el Reino de Dios en su esplendor. Pedro, Jacobo y Juan son privilegiados testigos de ello, pero como es evidente no han captado del todo el sentido de tal visión.

Dios habla como lo hizo en el bautismo de Jesús (3:17). “El bautismo es la confirmación de la mesianidad a nuestro Señor, mientras que la transfiguración es la confirmación de esa mesianidad a los discípulos”. (Carballosa 2010:106). Pero no es suficiente saber eso de Jesús el Hijo amado, debe ser escuchado (“a él oíd”, v. 5). ¡Pero hasta ahora no han querido escuchar que el Mesías debe padecer en Jerusalén! Si en 16:22 Pedro le pidió a Jesús que no vaya a la cruz, en 17:4 quiere –tal vez sin pretenderlo- desviarlo de su destino, ofreciéndole una enramada (junto a las otras dos erigidas a esos personajes ilustres del Antiguo Testamento).

Los discípulos al escuchar a Dios Padre se postraron y tuvieron un gran temor (v. 6). Se debe recalcar que solo tuvieron miedo después que Dios habló. La visión que deslumbró a los discípulos fue puntual, pero al final Moisés y Elías desaparecieron. Jesús quedó solo (v. 8). Por supuesto, él debía seguir el ministerio trazado por Dios Padre. Nada debía oponérsele o distraerlo. El Mesías debía morir y ser resucitado. El Reino de Dios ya vino en Jesús transfigurado, y tres discípulos han sido testigos de tal acontecimiento (16:28). Nada detendrá que su cuerpo sea glorificado.

“La voz celestial ordena que Jesús sea escuchado como el nuevo Moisés (Dt 18,15), y los discípulos caen con el rostro en tierra en actitud reverente ante el Maestro (cf. Mt 28,17). Al término de la visión, cuando los discípulos alzan los ojos, Jesús está solo porque ya no hace falta nadie más: él es el perfecto y definitivo Maestro de la Ley. Sin embargo, su gloria es solo pasajera, porque Jesús es también el Servidor del Señor, que debe sufrir y morir antes de entrar, por su resurrección, en la gloria definitiva (cf. 12,17-21; 16,21-23)”. (Levoratti 2007:359).

“Cuando descendieron del monte” (v. 9)

Por orden de Jesús los testigos de la transfiguración no debían testificar de la visión “hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos”. Allí está la clave del relato. La transfiguración realmente habla de la glorificación del resucitado. Al momento resulta difícil de entender, pero como les indicó el Padre, deben oír a Jesús (v. 5), y por tanto obedecerle. Ahora, más bien, los discípulos tienen otro interrogante, pero es sobre algo que enseñan los escribas (v. 10).

“Entonces los discípulos comprendieron…” (v. 13)

Los escribas no estaban equivocados cuando enseñaban (en base a Mal 4:5), que era necesario que venga Elías en el contexto de la llegada del Reino de Dios (v. 10). El punto era que ellos no lograron identificar al “Elías” que “ya vino y no le conocieron” (v. 12). De hecho, muchas personas tenían el mismo problema que los escribas, de ahí la indicación que Juan el bautista era el “Elías que había de venir” (11:14). Observe que este último versículo guarda relación con el Reino de Dios (11:11-12).

Los tres discípulos, con la aclaración que les hizo el Señor, al fin comprendieron la naturaleza de la misión de Juan (v. 13). Pero así como éste padeció y murió (14:1-12), de igual manera el Hijo del Hombre padecerá a causa de los escribas (v. 12). De esta manera, una vez más Jesús les reitera su mesianismo sufriente.

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

La transfiguración de Jesús a tres de sus discípulos es un anticipo de su resurrección o glorificación. La presencia de Moisés y Elías remiten -según el profeta Malaquías- al futuro Reino de Dios (que ahora se hace presente en Jesús). Los discípulos no sólo escucharon la voz de Dios Padre, sino que vieron anticipadamente el Reino el cual exigía que Jesús pase primero por la cruz.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

El Señor Jesús, mediante su transfiguración, muestra a tres discípulos que el Reino de Dios se hace presente en él. Dios Padre ordena a los discípulos que le escuchen. 

La transfiguración de Jesús nos muestra el plan de Dios Padre para su Hijo amado. Será glorificado, pero primero tendrá que padecer en la cruz.

Lecciones para todos:

Los cristianos no podemos desviarnos de la forma cómo Jesús se revela. Hay que oír al Padre y a Jesús su Hijo. Tampoco debemos distraer a Jesús con ofrecimientos, él tiene una misión que cumplir. Así lo dice la ley y los profetas.

Fuentes usadas:

Carballosa, Evis. (2010). Mateo: La revelación de la grandeza de Cristo. Tomo II. Grand Rapids, MI: Portavoz.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

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