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viernes, 14 de mayo de 2021

JESÚS Y “LOS PEQUEÑOS” DEL REINO

TEXTO BÍBLICO (Mateo 18:1-14)

“En aquel tiempo los discípulos vinieron a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar. 

¡Ay del mundo por los tropiezos! porque es necesario que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel hombre por quien viene el tropiezo! Por tanto, si tu mano o tu pie te es ocasión de caer, córtalo y échalo de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; mejor te es entrar con un solo ojo en la vida, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.

Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños”.  (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Cuando el Señor y sus discípulos llegaron a Capernaum, llegaron los cobradores de impuestos (17:24). “Roma exigía a los pueblos sojuzgados que pagaran tributos sobre mercancías y pertenencias, más una contribución por cada varón adulto; los ciudadanos romanos estaban exentos de ambos tributos”. (Sociedades 1994:1493). Dichos tributos eran una afrenta para el pueblo, pues al pagarlos se sostenía con ello tanto a los invasores “extraños” (17:25) como a los publicanos. Pero no había opción frente a ello. Negarse a pagarlos era riesgoso, de pronto alguien podía ser acusado por los publicanos y la represalia romana no se haría de esperar, dado que el tribuno local podía interpretar la negativa a tributar como un acto de sedición.

Jesús sabiamente toma la decisión de pagar el tributo para no escandalizar (skandalísomen, v. 27), como bien traducen la BPD, BLA, NVI, Besson y otros. Otra buena traducción es “no servir de tropiezo” (DHH). Esta palabra se va a repetir en 18:6, 7 (skandalíse, skándalon, skándala), y de esta manera se vinculan el final del capítulo 17 con el capítulo 18. Jesús no quiere ser un tropiezo para nadie pues va a camino a la cruz. Una negativa a pagar el tributo a los romanos podría acelerar lo que no se debe. Así como enseñó a ofrecer la otra mejía ante el soldado romano (5:39-42), ahora enseña con su ejemplo a pagar el tributo forzado (“tómalo y dáselo por mí y por ti” (v. 27).

“Pero pagar ¿no significa sumisión a la soberanía de Roma? (…) Manda a Pedro: Vete al mar y echa un anzuelo. El primer pez que salga, tómalo, y, abriéndole la boca, encontrarás una moneda (statér). Tómala y dásela por ti y por mí. Este recurso milagroso no acentúa la voluntariedad del pago, (…) más bien subraya la providencia de Dios. (…) Pagar el impuesto [significa que] los peces están sometidos a la soberanía divina. Dios hace posible esta captura, proporcionando pescado y moneda”. (Carter 2007:520).

Efectivamente, pagar los tributos muchas veces dejaba la mesa vacía en los hogares humildes, de los “pequeños”, pero Jesús en esta historia no sólo paga los impuestos de él y de Pedro (un estatero o cuatro dracmas), sino que con el milagro pone el pescado en la mesa listo para ser servido. Más adelante, sobre este delicado tema los fariseos y los herodianos querrán sorprenderlo, para tener de qué acusarle (22:15), pero Jesús saldrá airoso pues no dejará que lo atrapen (22:16-22). Todavía no le ha llegado “su hora” al Señor. 

Los “pequeños”

El término los “pequeños” aparece varias veces en el Evangelio de Mateo y con varios sentidos. Pero figurando a las “personas humildes”, “desamparados” o “pobres” aparece en 10:42 (tón mikrón), 18:6 (tón mikrón), 18:10 (tón mikrón) 18:14 (tón mikrón), 25:40 (elajíston) y 25:45 (elajíston). Aunque las dos voces griegas mencionadas tienen básicamente el mismo significado, hay que precisar que elajíston es un superlativo (“muy pequeño”, “pequeñito”).  

En nuestro relato (18:1-9) aparece una sola vez (pequeños, v. 6) en referencia a los niños (vv. 2, 3, 4, 5), pero se complementa con los vv. 10 y 14 que aparecen en la parábola de la oveja perdida. Así, los “pequeños” de estos últimos dos versículos hacen referencia ya no a niños sino a las personas humildes o pobres que se han descarriado (v. 12) o perdido (v. 14). La voluntad del Padre incluye a éstos en su Reino. Es a partir de los “pequeños” que el Señor explicará la importancia de la “grandeza” o “lo mayor” en el Reino de Dios (v. 1). Hay que saber que “la grandeza en el Reino difiere radicalmente de la grandeza a los ojos humanos” (Kittel & Friedrich 2002:581).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” (v. 1)

Esta es una pregunta que debe haber sorprendido al Señor, pues está imbuida de algunas ideas nacionalistas de sus discípulos. Creen en el Reino de Dios y su Mesías, pero lo entienden de forma muy parcial. Se observa que de la pregunta participaron todos los discípulos. ¿Algunos de ellos, o todos, habrán querido tener un puesto privilegiado en el Reino de Dios? Más adelante, la madre de dos de ellos pedirá a Jesús que sus dos hijos sean sus “ministros” en el Reino, frente a lo cual los otros discípulos mostrarán su enojo (20:20-28).

Frente a la pregunta equivocada, y algo insensata, el Señor les va a responder de forma simbólica (trayendo un niño, v. 2) y con un amplio discurso que incluye una parábola (vv. 3-14). “De este modo, el gesto y las palabras se iluminan recíprocamente. El reino de Dios (…) es un don que se recibe con la sencillez y el agradecimiento de un niño. Por eso, el que se hace como un niño, ese es el más grande en el reino de los Cielos presente y futuro”. (Levoratti 2007:362).

El Señor puso a un niño en medio de los discípulos (v. 2) para que lo observen detenidamente. No deben olvidar que “en la Palestina del tiempo de Jesús, como en el mundo antiguo en general, el niño es un ser débil, sin pretensiones, cuya humildad es más social que subjetiva; no tiene nada que decir en la sociedad y debe limitarse a obedecer las órdenes que se le dan” (Bonnard 1976:399), por lo que representan humildad y la debilidad. Por eso es que son los “pequeños”. Éstos son el criterio para medir la disposición de entrar al Reino de Dios.

“si no os volvéis y os hacéis (génesthe) como niños, no (ou mé) entraréis en el reino de los cielos”. (v. 3)

Es sumamente importante observar que el Señor utiliza el lenguaje de la conversión para exigir de sus discípulos un cambio de mentalidad, el cual debe nacer desde el interior de cada uno de ellos. Sin esto es imposible entrar al Reino de Dios. La Biblia Textual hace una traducción literal que en su sentido original es muy enfática: “Si no fuerais transformados y llegarais a ser como niños, de ningún modo entraréis en el reino de los cielos”. (Esta lección va para los lectores del Evangelio de Mateo, lo que nos incluye).

“Ser como niños”, como condición para entrar al Reino, significa “identificarse con quienes no son tenidos en cuenta ni pretenden arrogarse ningún derecho” (Levoratti 2007:362). Por eso “los discípulos deben dar un giro de 180 grados en su manera de concebir la grandeza; se trata de un cambio consciente, no sólo de conducta, sino de orientación fundamental; pero este cambio (…) [consiste] en optar voluntariamente por la humildad y el servicio que Jesús preconiza”. (Bonnard 1976:400).

Sobre este mismo tema el Señor volverá a enseñar en qué consiste “la grandeza” en el Reino de Dios: “Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor (diákonos), y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo (doúlos); como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir (diakonésai), y para dar su vida en rescate por muchos” (20:26-28).

“Verdaderamente grande en el reino de Dios no es la persona arrogante o la que goza de prestigio y de ascendiente en el mundo, sino la que se reconoce pequeña e insignificante ante Dios. Una vez más, el evangelio manifiesta la predilección de Dios por lo que no es valorado en este mundo, por las personas que no tienen un alto rango social”. (Levoratti 2007:362). ¿Cómo alguien puede recibir a los más humildes si es que lo que anhela en su corazón es “la grandeza”? ¿No será mejor que primero se cambie la forma de pensar? ¡Para aceptar a los pequeños primero hay que hacerse pequeño!  

Por eso el discípulo que se humilla -como el niño- llegará a ser el “mayor” en el Reino de Dios (v. 4), pero esto es para servir, no para enseñorearse. Hay que observar que lo que resalta el Señor es la humildad del niño, no su inocencia, ingenuidad o simpleza. Algo más, cuando se reciben a los niños en el nombre de Jesús, realmente es a él a quien se está recibiendo (v. 5). “La expresión en mi nombre subraya (…) su sentido misional. El nombre de Jesús representa su misión de salvar del pecado (1,21)” (Carter 2007:526). En la misión del Reino de Dios hay que recibir/incluir/aceptar a “los pequeños”. Para éstos también es la buena noticia del Reino (11:5).

“estos pequeños que creen en mí” (v. 6) 

Los pequeños, como ya mencionamos, “hacen referencia a la gente de cuna humilde que sigue a Jesús” (Malina & Rohrbaugh 1996:92). Pero, ¿por qué alguien quisiera hacerlos “tropezar” (skandalíse)? ¿Sólo porque tienen fe en el Señor? Se observa también que en torno a la palabra “tropezar” aparecen varios sujetos: “cualquiera” (d’ án, v. 6), “el mundo” (tó kósmo) y “aquel hombre” (tó anthrópo, v. 7). El Señor Jesús hará tres afirmaciones (incluyendo lenguaje metafórico).

“Primero habla de atarse al cuello una piedra de molino y de arrojarse al fondo del mar antes que escandalizar a uno de los pequeños que creen en él, induciéndolo de ese modo a perder la fe o a desviarse del buen camino. Luego añade una afirmación llena de realismo: los escándalos son inevitables, pero esto no elimina la responsabilidad personal: ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! (v. 7). En tercer lugar, la fuerza de las imágenes se vuelve más impresionante: Si tu mano o tu pie son para ti ocasión de pecado, córtalos y arrójalos lejos de ti...” (Levoratti 2007:362).

¡Nadie debe ser el causante de alejar a las personas humildes, a los pobres, del Reino de Dios! ¡Quienes actúan así es porque los menosprecian! (v. 10a). ¡Eso sí es un escándalo! ¡Y por hacer eso podrían terminar en el infierno de fuego! (vv. 8, 9). Por el contrario, los discípulos deben ser como aquel pastor que se preocupa de su oveja que se le ha extraviado (v. 12). Dios no quiere que los pequeños (los humildes, los pobres) se pierdan (v. 14), pues “el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido” (v. 11).

A modo de conclusión, la enseñanza de Jesús el Mesías en torno a los pequeños, hace retomar a sus discípulos el tema de la misión. Las personas humildes o pobres, también son pecadoras, es decir, están perdidas y necesitan ser incorporadas al rebaño del Señor. En vez de estar pensando en ser “grandes” en el Reino, la mirada debe estar en los humildes a quienes los escandalizadores los menosprecian.

Nota: En el v. 10 se menciona a los ángeles que protegen a los pequeños, además de ver siempre el rostro de Dios, lo que significa que tienen acceso a su presencia. En resumen, las personas humildes gozan de la protección de Dios, lo cual es una enseñanza que viene desde el Antiguo Testamento (Sal 91:11-12). Aunque algunos desprecien a los humildes, Dios no.

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

El Señor Jesús enseña a sus discípulos, mediante el ejemplo de los pequeños, que el Reino de Dios incluye a los humildes. A éstos hay que recibirlos (v. 5), no menospreciarlos (v. 10) y buscarlos (v. 12). ¡Nunca hay que ser de los que los hacen tropezar! (vv. 6-9).

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús el Mesías no ha olvidado a los “pequeños”. Enseña sobre ellos y recuerda a sus discípulos que hay que buscarlos y hacerlos parte del Reino. Eso será posible cuando se cambie el modo de pensar y se los reciba, pues al hacer eso se está recibiendo al mismo Señor (v. 5).

Lecciones para todos:

Se debe abandonar las ideas equivocadas como la que dice que hay que buscar “la grandeza” en el Reino de Dios. Ideas similares podrían alejarnos de los pequeños, de Jesús y del Reino. Definitivamente debemos cambiar algunas formas de pensar.

Hay que aprender a recibir a las personas humildes, los pobres. El Hijo del Hombre vino también por ellos a salvarlos, pues están perdidos. Lo contrario, es decir el menosprecio hacia ellos, nos desvía totalmente de hacer la misión del Reino de Dios.

Fuentes usadas:

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Kittel, Gerhard & Gerhard Friedrich. (2002). Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento. Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Malina, Bruce & Richard Rohrbaugh. (1996). Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Navarra: Verbo Divino.

Sociedades Bíblicas Unidas. (1994). La Biblia de estudio Dios habla hoy. Estados Unidos: SBU.

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