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JESUCRISTO ANTE SUS CRUCIFICADORES

TEXTO BÍBLICO (Mateo 27:32-50)

“Cuando salían, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevase la cruz. Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y sentados le guardaban allí. Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: “Este es Jesús, el Rey de los judíos”.

Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda. Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él. 

Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: “Elí, Elí, ¿lama sabactani?” Esto es: “Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle. Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.” (RV 1960). 

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Estamos en un momento humano trágico: Jesús el Mesías, el Hijo de Dios es crucificado y muerto. El que en el Antiguo Testamento se haya profetizado su muerte no le quita dramatismo y dolor humano al acontecimiento. Pero la cruz de Cristo es lo que le da sentido a la historia y a la fe cristiana. La cruz, según los evangelios y el Nuevo Testamento, implica tanto la muerte como la resurrección corporal de Jesús.

Las siete palabras de Jesús en la cruz”: Las “siete palabras” desde muy temprano en la historia fueron objeto de importantes interpretaciones (los Padres de la Iglesia, por ejemplo). Lo que no hay que olvidar es que dichas palabras fueron expresadas desde el máximo dolor, desde el sufrimiento físico y emocional extremo ocasionados por la crucifixión. Pero antes de que Jesús pronunciara algo ya la misma cruz era “en sí misma una palabra de Dios.” (García 2005:10). 

Efectivamente, Jesús colgado en la cruz era ya todo un mensaje que Dios estaba dando a la humanidad. Y es que “mientras Jesús pendía de la cruz debe haber parecido un perdedor, una víctima maltratada y ensangrentada. Aunque pronunció palabras agonizantes desde la cruz, no bajó cuando le desafiaron para que lo hiciera. Permaneció clavado a un madero hasta el momento de morir.” (De Haan II 2004:30). En realidad, en la perspectiva del Reino de Dios, Jesús era victorioso. La cruz era necesaria (16:21) y él se sometió de forma voluntaria a Dios quien estaba reconciliando al mundo con él mismo (2 Cor 5:14-21).

Jesús ante los poderes religioso (Caifás, Sanedrín) y político (Pilato) habló muy poco, casi nada. “En cambio, en la cruz habló y podríamos decir que habló mucho. Con el malhechor arrepentido crucificado junto a él, con su madre y con Juan, su discípulo amado. Pero sobre todo habló con Dios. Unas veces para pedir, otras para expresarle su soledad y abandono y, por último, para encomendarle su alma.” (García 2005:11). Tal vez esto sugiere que ante los poderosos de este mundo no caben palabras ni razonamientos, sobre todo cuando ejercen el poder de una forma desmesurada y sumamente violenta.

“Los Evangelios registran siete dichos distintos que Jesús pronunció desde la cruz. Lucas y Juan consignan tres cada uno de ellos, mientras que Mateo y Marcos presentan uno en común. Establecer el orden exacto en que se produjeron es un asunto muy complejo. La secuencia tradicional es la siguiente: «Padre, perdónales porque no saben lo que hacen»; «Hoy estarás conmigo en el paraíso»; «¡Mujer, he ahí tu hijo!... ¡He ahí tu madre!»; «Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?»; «Tengo sed»; «Consumado es»; «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».” (Stein 2006:293-294).

La cuarta palabra de Jesús: El evangelio de Mateo, efectivamente, registra una de las palabras, la cuarta, y posiblemente es “una de las palabras más duras, más ásperas que se leen en el evangelio.” (Paglia 2013:47). Intentemos entenderla según la narración del mismo evangelista.

La debilidad física de Jesús -después de la tortura recibida, vv. 27-31- no le permitió siquiera cargar el madero horizontal de la cruz, por lo que los guardias obligaron a Simón de Cirene que le ayudase (v. 32). Una vez llegado al Gólgota, el escarnio prosiguió: le ofrecieron para beber no agua sino vinagre mezclado con hiel, una rancia bebida, lo cual rechazó el Señor después de probarlo (vv. 33-34); los desnudaron (v. 35), y pusieron sobre su cabeza un cartel señalando el delito por el que se le crucificaba: “Éste es Jesús, el Rey de los judíos” (v. 37). 

Pero al escarnio de los soldados le siguieron más burlas, todo eso después de poner tanto a la izquierda como a la derecha de Jesús a dos revoltosos (lestaí) también crucificados (v. 38). Las injurias (v. 44) vinieron del pueblo que exigió su crucifixión (vv. 39-40), de los principales sacerdotes, los escribas, los fariseos y los ancianos (vv. 41-43) y de los mismos bandoleros crucificados (v. 44). En las ofensas proferidas todo el mundo está representado: los romanos (gentiles), los judíos, tanto “laicos” -el pueblo- como los religiosos mencionados y hasta los revolucionarios de la época. Todos tienen su cuota de culpabilidad.

Las injurias a Jesús fueron de diverso tipo, pero las peores fueron de la clase religiosa. Y aunque los romanos le acusaron de ser “Rey de los judíos” (v. 37), los religiosos sí sabían bien que Jesús era el “Rey de Israel” (v. 42), es decir el Mesías, el “Hijo de Dios” (v. 43). Una vez que todos vituperaron y blasfemaron, la tierra se llenó de tinieblas. Esto fue entre el medio día y las tres de la tarde (v. 45). “¡El sol se negó a brillar en la crucifixión! Por primera y última vez, sin duda, en la historia, se apagó como se apaga una vela, la luz que gobierna el día; mientras que, según las normas humanas, debería haber continuado alumbrando. La razón es que la naturaleza no podía dejar de protestar al contemplar el enorme crimen, el asesinato del Señor de la naturaleza.” (Sheen 1996:21).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (v. 46)

Estas palabras de Jesús, pronunciadas en arameo (Elí, Elí, ¿lama sabactani?) han provocado diversas interrogantes como aquella que discute el tema del abandono o desamparo. ¿Realmente Jesús quedó desamparado por Dios en la cruz? Junto a ésta hay otras observaciones más.

La soledad de Jesús es importante destacarlo. Ciertamente la soledad física tiene implicancias emocionales. Pero queda claro que “durante sus horas finales sobre la tierra el Señor Jesucristo fue quedándose, gradualmente, cada vez más solo. Fue al aposento alto con sus doce apóstoles. Judas salió y quedaron con él solamente once. Llevó a esos once al huerto de Getsemaní. Tres de ellos entraron al jardín con él, y ¡se quedaron dormidos! Luego Pedro y Juan le siguieron hasta el patio del palacio, en donde Pedro le negó. Entonces todos le abandonaron y huyeron. ¡Fue dejado solo!” (Wiersbe 1987:45-46).

Habría que añadirse la lucha interna, muy humana, que tuvo Jesús para aceptar su destino de cruz. Parte del misterio de Dios y de la cruz pasa por el tema del sufrimiento. La cuarta palabra, por eso, guarda relación con su clamor en el Getsemaní: “no sea como yo quiero, sino como tú” (26:39). “Podemos relacionar la cuarta palabra de la cruz con el momento en el que Jesús acepta definitivamente su propia pasión, para no traicionar a la humanidad entera que ama, siguiendo la voluntad de Dios. En la noche en Getsemaní encontramos en Jesús el sufrimiento dramático por la hora que lo espera. (…) Todos lo han traicionado y abandonado.” (Paglia 2013:48).

Jesús en lengua aramea “clamó a gran voz” (v. 46), es decir fue como un grito de “desesperación y urgencia” (Brown 2006:1238). Elí, Elí, ¿lama sabactani? fueron las palabras exactas que profirió. Por su parte, Mateo narra con detalle cómo continuó la burla contra Jesús (“A Elías llama éste”) a lo que se le añadió el ofrecimiento de vinagre (vv. 47-48). Mucho se ha especulado acerca de por qué esas personas se confundieron e interpretaron que Jesús llamaba a Elías y no a Dios. La verdad es que no hubo confusión alguna, lo que abundó más bien fue sorna, escarnio.

Observe que “los que estaban allí” (v. 47) es una referencia a la multitud que poco antes ha injuriado a Jesús diciendo que se salve a sí mismo y que baje de la cruz (v. 40). Esas personas conocen perfectamente el idioma, es más, lo usaban cada día, por tanto no hay lugar para pensar que hubo confusión. El relato añade que otros, de la misma multitud, siguieron burlándose: “Deja, veamos si viene Elías a librarle” (v. 49). Estas personas no sólo demuestran falta de misericordia ante un moribundo, sino que “deforman la oración de Jesús, a fin de burlarse de él; tanto más si él oraba en arameo, con acento galileo. Ellos ven en ese grito la confesión del fracaso del Mesías. (…) La reacción de los presentes es una manifestación más del odio, significado por el vinagre (Sal 69,21).” (Mora 2009:40).

Una vez aclarada “la confusión lingüística” queda aún la pregunta “¿Por qué me has desamparado?” Hay dos puntos por considerar: la cita que hace el Señor del Salmo 22 y la pregunta en sí misma. “En su deseo de expresar su agonía y su sentimiento de abandono, Jesús citó un salmo de lamento. Igual que el salmista antes que Él, Jesús se sintió completamente solo. Dios le había dejado sin consuelo. Jesús estaba completamente decidido a obedecer la voluntad de Dios y a sufrir la muerte en la cruz, no obstante no pudo dejar de expresar su agonía.” (Stein 2006:296).

Según algunos Jesús al citar el Salmo “no estaría hablando en nombre propio, sino en nombre de la humanidad pecadora: en su persona, los pecadores son abandonados por Dios” (Sobrino 1991:398). Pero esta interpretación, aun sin pretenderlo, le quita humanidad a Jesús. Se debe aceptar lo que dice el Evangelio: Jesús nació, vivió y murió con una plena humanidad como cualquier persona. Fue humano cien por ciento. De ahí el dolor, el sufrimiento, su pasión y muerte. La pregunta de Jesús en la cruz revela toda su humanidad, su encarnación y su fidelidad a Dios Padre puesta a prueba. 

Se debe aclarar que “Jesús no está poniendo en cuestión la existencia de Dios ni el poder de Dios (…) lo que cuestiona es el silencio de aquel al que invoca como “Dios mío”. (…) Esa forma de dirigirse a la divinidad es en sí significativa, porque antes nunca ha rogado a Dios como “Dios”. (…) Sintiéndose abandonado como si no fuera oído, ya no se toma la libertad de dirigirse al Todopoderoso como “Padre”, sino que lo llama “Dios mío”, un tratamiento que podría haber utilizado cualquier ser humano.” (Brown 2006:1240).

“Más Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu” (v. 50)

Esta expresión significa sucintamente “Jesús dio nuevamente un fuerte grito y murió” (PDT). Si imaginamos la escena sabremos lo perturbador que debe haber sido escuchar el grito de Jesús justo antes de morir. “Su muerte no fue una «bella muerte». Los sinópticos hablan unánimes de su «temblor y temor» (Mc 14, 34 par.) y de una tristeza mortal del alma. Murió «con un gran grito y lágrimas» (Heb 5, 7). Según Mc 15, 37 murió dando un grito fuerte, inarticulado. (…) Jesús murió, indudablemente, con todos los síntomas de un profundo espanto.” (Moltmann 1975:208).

La muerte de Cristo trajo una serie de acontecimientos sorprendentes: “el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló y las rocas se partieron” (v. 51). Por si fuera poco, los sepulcros se abrieron y resucitaron muchos “santos”, es decir creyentes (v. 52). Los guardias incluso llegaron a reconocer, ante tales hechos, que Jesús era verdaderamente el Hijo de Dios (v. 54). Es notorio en todo esto que el culto judío, representado por los principales sacerdotes y el Sanedrín, fue lo primero en ser afectado.

“La ruptura del velo anuncia que el templo ha perdido su carácter sagrado. (…) La presencia del velo hacía del culto celebrado en el templo un privilegio exclusivo del pueblo judío. Con la muerte de Jesús, esta separación entre judíos y paganos, e incluso entre sagrado y profano, ha quedado abolida. El lugar sagrado del judaísmo, la morada exclusiva de Dios sobre la tierra, ya no es más el lugar por excelencia del encuentro con Dios. La muerte de Jesús abrió el acceso a Dios, antes oculto detrás del velo.” (Levoratti 2007:394).

Por otro lado, hay una referencia a las mujeres a las que se las identifica por sus nombres: María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo (vv. 55-56). Todas ellas eran seguidoras (ekoloúthesan) de Jesús desde Galilea, es decir desde que el Señor comenzó su ministerio; además le servían (diakonoúsai). Eran discípulas fieles que incluso permanecieron -dos de ellas- frente al sepulcro (v. 61). Éstas, pocos días después, se encontrarán con Jesús resucitado (28:1, 9). 

Jesús es sepultado (vv. 57-61): El personaje que resalta aquí es José, un rico (ánthropos ploúsios) de Arimatea, que había sido un discípulo de Jesús (ematheteúthe, v. 57). José pidió a Pilato que le entregue el cuerpo de Jesús, cosa que sucedió (v. 58). Luego él se encargaría de todo lo que correspondía al sepelio (v. 59). La descripción del sepulcro (v. 60) indica que era una tumba propia de las personas sumamente ricas. Dato irónico: Jesús nació en un lugar donde ni las mujeres más pobres daban a luz -un establo- y fue enterrado en un sepulcro destinado sólo a la gente más acaudalada de la sociedad. 

Pilato y la guardia (vv. 62-66): Nuevamente aparecen los principales sacerdotes y los fariseos (v. 62) actuando de forma astuta y ejerciendo cierta presión a Pilato. Le piden al gobernador una guardia que vigile la tumba de Jesús (v. 64) por si los discípulos roban el cuerpo para luego decir que Jesús resucitó. Pilato les concederá la guardia (v. 65). Pilato, en sus dos últimas apariciones en el evangelio de Mateo, aparece complaciendo tanto a un discípulo de Jesús como a los que pidieron su muerte. Quería quedar bien con todos.

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Jesús el Mesías fue muerto mediante crucifixión, acusado políticamente de ser “el Rey de los judíos”. Su cruel muerte fue antecedida de numerosos escarnios, pero seguida, a la vez, de sorprendentes señales. Y aunque su sepultura fue sellada y custodiada, ello no detendría el plan de Dios.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Aprendemos que “Jesús es Dios y hombre, y en el madero de la Cruz revelaba su humanidad. Era el Hombre de dolores.” (Trujillo 1995:27). El apóstol Pablo, por eso, dijo que la palabra de la cruz era tanto una locura como poder de Dios (1 Cor 1:18, 23). 

Lecciones para todos:

Cuando predicamos acerca de Jesús crucificado debemos recordar el impacto que tuvo este hecho entre los primeros oyentes o lectores del evangelio. Ellos lo entendieron con toda su crudeza. Por lo mismo, debemos cuidarnos de cantar himnos que suavizan la muerte de cruz, además de ser muy crédulos a  lo que muestran las películas (que generalmente distorsionan casi todo).

Fuentes usadas:

Brown, Raymond. (2006). La muerte del Mesías. Desde Getsemaní hasta el sepulcro. Tomo II. Navarra: Verbo Divino. 

De Haan II, Martin. (2004). La pasión de Cristo. Grand Rapids, MI: RBC Ministries.

García, Pablo. (2005). Las siete palabras de Jesús en la cruz. Salamanca: Sígueme.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Moltmann, Jürgen. (1975). El Dios crucificado. La cruz de Cristo como base y crítica de toda teología cristiana. Salamanca: Sígueme.

Mora, César. (2009). Las siete palabras de Jesús en la cruz. México D.F.: Paulinas.

Paglia, Vincenzo. (2013). Las siete palabras de Jesús en la cruz. México D.F.: Buena Prensa.

Sheen, Fulton. (1996). The Seven Last Words. New York: The Society of St. Paul. 

Sobrino, Jon. (1991). Jesucristo liberador. Lectura histórico teológica de Jesús de Nazaret. San Salvador: UCA Editores.

Stein, Robert. (2006). Jesús, el Mesías: Un estudio de la vida de Cristo. Barcelona: CLIE.

Trujillo, Augusto. (1995). El sermón de las siete palabras. Bogotá: San Pablo.

Wiersbe, Warren. (1987). Las siete palabras. Quito: La Biblia dice.

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JESÚS EL MESÍAS ANTE EL PODER POLÍTICO


TEXTO BÍBLICO (Mateo 27:11-31)

“Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y éste le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices. Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió. Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti? Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho. Ahora bien, en el día de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisiesen. Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás. Reunidos, pues, ellos, les dijo Pilato: ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás, o a Jesús, llamado el Cristo? Porque sabía que por envidia le habían entregado. Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él.

Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y que Jesús fuese muerto. Y respondiendo el gobernador, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás. Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado! Y el gobernador les dijo: Pues ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado! Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos. Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado. 

Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle.” (RV 1960). 

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Una vez que los miembros del Concilio llevaron a Jesús ante Pilato (27:1-2), Judas aparece como que se sorprende ante la decisión política tomada (“viendo que era condenado”, v. 3). Se muestra arrepentido al haber entregado a Jesús a la muerte y devuelve el dinero que le pagaron los principales sacerdotes y ancianos (vv. 3-4), pero ya es demasiado tarde. Al final arroja el dinero en el templo y se ahorca (v. 5). Después de ello los principales sacerdotes compraron con ese dinero un terreno que serviría como sepultura de los extranjeros, el “Campo de sangre”. Todo esto ya había sido profetizado por Jeremías (vv. 6-10).

Por otro lado, había una costumbre que sucedía en la fiesta nacional: el gobernador indultaba a un preso, a cualquiera, conforme a lo que el pueblo pidiera (v. 15). Este importante dato aparece a la par de otros comentarios que el evangelista Mateo no oculta: Pilato no sólo sabía muy bien que Jesús había sido acusado por envidia (v. 18) sino que, además, fue presionado por su mujer quien había tenido una pesadilla con Jesús, a quien ella llama “justo” (v. 19). 

Todo esto sucedió después de un breve interrogatorio donde Pilato le preguntó a Jesús de forma directa si era o no “el Rey de los judíos” (v. 11). La respuesta lacónica de Jesús fue “Tú lo dices”, con lo que puso en boca de Pilato lo que él quería ver u oír de manera conveniente. Por otro lado, estaban los miembros del Concilio acusándole (v. 12), frente a lo cual Jesús prefirió, una vez más, quedarse callado lo cual provocó una extrañeza en el gobernador (vv. 12-14).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“¿Eres tú el rey de los judíos?” (v. 11)

La pregunta que Pilato hace a Jesús es sumamente interesante, dado que traduce políticamente el significado de “Cristo” o “Mesías” (Cf. 26:63). Mientras para el Concilio o Sanedrín dicho término tiene una connotación más religiosa-sacral, aunque con obvias implicancias políticas, para Pilato estrictamente significa que Jesús sería un revoltoso judío más, un mesías como los muchos que reclamaron ser “Rey de los judíos” armando revueltas populares contra Roma. De hecho, “Cristo” (vv. 17, 22) y “Rey de los judíos” (v. 11) significaban lo mismo en esa perspectiva.

Nota: Cuando los sabios del Oriente llegaron a Jerusalén no preguntaron dónde había nacido el Cristo sino ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? (2:2). Fue una pregunta equivocada hecha a la persona equivocada. La evidente implicancia política de esa expresión explica por qué Herodes se turbó y con él toda la ciudad (2:3). Observe que en 27:29 aparece nuevamente la expresión con una connotación política, y en 27:37 se dice claramente que la causa de que Jesús esté en la cruz es que era “el Rey de los judíos”.

“Persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás” (v. 20)

Los miembros del Sanedrín, la clase religiosa, van ahora a persuadir a la multitud para que exijan a Pilato el indulto de Barrabás, el preso famoso (v. 16). Esto tenía dos implicaciones: el indulto de uno que ya estaba condenado a la cruz por sus crímenes (Cf. Mc 15:7) y que Jesús el justo sea crucificado (vv. 22-23). De hecho, Barrabás estaba destinado a la cruz junto con los otros dos bandoleros (lestés). La multitud enardecida y guiada por el Sanedrín, a estas alturas, ya no escuchaba a Pilato, quien les preguntó acerca de si Jesús les hizo algún mal (v. 23). Pero la consigna era la muerte de Jesús, y en el fondo Barrabás no les interesaba. De hecho, poco les importaba que Pilato lo liberara a él o a otro bandolero. 

“Pilato… se lavó las manos delante del pueblo” (v. 24)

Después que Pilato vio a una multitud alborotada y sin entender de razones se lavó las manos en señal que él quedaba libre de la muerte de Jesús: “Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros” (v. 24). Pero inmediatamente la multitud le respondió: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (v. 25). 

En otras traducciones se lee: “¡Nosotros y nuestros hijos respondemos de su sangre!” (NBE); “¡Nosotros y nuestros hijos aceptamos la responsabilidad de su muerte!” (PDT). La idea es que la multitud carga con la muerte de Jesús. Pero no la cargan sólo ellos sino que comprometen a sus hijos o descendientes. Dado que los ánimos estaban caldeados habría que entenderse esas palabras como necias e irresponsables en extremo. Como se dice “se fueron de boca”. No hay que buscar más implicancias de esa nefasta respuesta popular. 

La idea de esa respuesta es que la multitud “cegada por sus jefes cree obrar bien reclamando la muerte de Jesús. Ante Pilato sus argumentos son de orden político. Pero sus verdaderas razones son de orden religioso. Tiene que confesar la mesianidad de Jesús o hacerle desaparecer. No hay término medio.” (Bonnard 1976:595). Ante tal hecho Pilato no tuvo más opción que actuar conforme a la costumbre (v. 15). El pueblo quería libre a Barrabás, pues lo liberó. Querían que Jesús muera crucificado, pues fue azotado y entregado a los encargados de la crucifixión (v. 26). 

Los vv. 27-31 narran el ritual de muerte previo a la crucifixión. No con todos los condenados los soldados hacían lo que indican estos versículos, pero con Jesús sí hubo ensañamiento. La explicación de esto es que tenían ante ellos a un mesías, un líder de revoltosos que destruiría el templo (v. 40). Comparando, si el criminal Barrabás era un peligro para el orden social, Jesús lo era mucho más. Había que humillar en extremo al que pretendía ser “Rey de los judíos”.

A Jesús, después de disfrazarlo como un rey (con un manto de escarlata, una corona de espinas y una caña como cetro), toda una compañía de soldados le escupió, lo golpeó, lo escarnecieron. Hasta hincaron las rodillas ante él simulando que lo saludaban como si fuera un emperador o un rey. Los golpes en la cabeza -con la corona de espinas puesta- debió provocar un copioso sangrado en Jesús que tiñó parte del manto que llevaba puesto. Lo narrado por el evangelista Mateo hoy se conoce como actos de tortura, como una flagrante violación a los derechos humanos.

“y le llevaron para crucificarle” (v. 31)

Después que escarnecieron a Jesús le quitaron el manto y le pusieron sus vestidos (que le fueron quitados cuando lo disfrazaron de rey). Luego, cuando Jesús ya estaba en la cruz, los soldados se sortearían esos vestidos como un “trofeo de guerra” (v. 35) y no precisamente porque fueran ropas finas y costosas. Jesús no sólo tuvo un trabajo humilde (téktonos, 13:55) en un pueblo pequeño (Nazaret), sino que debe haber vestido ropas acordes a su región, es decir ropas sencillas como el común de los galileos.

La cruz era el instrumento de suplicio y muerte a la que estaban destinados los revoltosos sociales (lestés). Cabe destacar que Roma sólo crucificaba esclavos aunque hubo excepciones (romanos que cometieron atrocidades). La “pena capital se ejecutaba mediante la fijación del reo a una cruz. Se ataban las manos y los pies o, de manera más cruel, se usaban clavos, traspasando manos y pies.” (Vila & Escuain 1985:222). La crucifixión era una cruel muerte que servía para escarmentar a los revolucionarios así como a las masas empobrecidas. Nunca el cuerpo de un crucificado era bajado de su cruz. Todos debían ver el posterior espectáculo que daban las aves de rapiña. 

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

En el juicio político a Jesús y su condenación a la muerte participaron los miembros del Sanedrín, quienes azuzaron a las multitudes para que exigiesen al gobernador Pilato la muerte de crucifixión. Jesús nunca se defendió, sino más bien sufrió el castigo y el oprobio que se aplicaba a los reos destinados a la cruz.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

El Señor Jesús tuvo una sola palabra o expresión: “Tú lo dices” (v. 11). Fuera de eso no hay más. Lo que sí hubo fueron abundantes maltratos, escarnio y humillaciones contra él. Jesús el justo (vv. 19, 24) sufrió en su humanidad como el Mesías, el cordero de Dios, aunque sus crucificadores convirtieron su mesianismo en algo estrictamente político: “el Rey de los judíos” (vv. 29, 37).

Lecciones para todos:

Se debe entender que el juicio político a Jesús fue el resultado de una atrocidad cometida por el Sanedrín, quienes manipularon a las multitudes para direccionar la decisión de Pilato para condenar a la muerte a Jesús. En este sentido las personas “religiosas” no son necesariamente sinónimo de decencia y moralidad. Una lección general es que los cristianos debemos estar alertas sobre los juicios políticos que ocurren hoy, y tratar de entender las causas reales de los mismos.

Fuentes usadas:

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Vila, Samuel & Santiago Escuain. (1985). Nuevo diccionario bíblico ilustrado. Barcelona: CLIE.

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JESÚS EL MESÍAS ANTE EL PODER RELIGIOSO

TEXTO BÍBLICO (Mateo 26:57-68)

“Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos. Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin. Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos, que dijeron: Este dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte! Entonces le escupieron en el rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban, diciendo: Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó.” (RV 1960). 

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Después de celebrar la cena pascual, el Señor Jesucristo anunció que el pastor sería herido y las ovejas del rebaño dispersadas (v. 31), además que Pedro lo negaría tres veces. Todo eso se verá en la narración de Mateo. Cuando Jesús está orando en Getsemaní (vv. 36-46) anuncia a sus discípulos que ya llegó la hora (hé hóra, tiempo cronológico, v. 45), es decir llegó el momento en que el Hijo del Hombre es entregado por Judas a los enemigos del Reino de Dios. 

Judas llega acompañado de gente armada y con el respaldo del poder religioso (v. 57). ¿La contraseña para prender a Jesús? Un saludo conforme a la costumbre: dar un beso al que llama “maestro” (rabí, v. 49). Ante el indudable arresto de Jesús un discípulo sacó una espada e hirió a uno de los atacantes (v. 51), pero el Señor no aprueba esa acción de defensa (vv. 52-53) sino que sus palabras las enmarca en el cumplimiento de la Escritura (vv. 54, 56). Al verse perdidos los discípulos huyen, dejando así a Jesús solo y en manos de sus captores. Pero Pedro le seguirá de lejos para ver qué era lo que estaba sucediendo (v. 58).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás” (v. 57)

Una vez prendido Jesús fue llevado ante las más altas autoridades religiosas, los cuales habían preparado una acusación fraudulenta para tener de qué acusarle (vv. 59-61) y, posteriormente, llevarlo ante la autoridad política -el gobernador Pilato- esperando que éste lo lleve a la muerte. ¿Por qué este elaborado plan? La razón estriba en que el poder religioso no podía legalmente matar a Jesús, pues ello traería consecuencias muy serias para Israel.

Sin duda, querían matar a Jesús (v. 4), y hasta “encontraron” en la declaración de Jesús (v. 64) “la prueba contundente” para decir que era “reo de muerte” (v. 66), pero como ya se indicó la clase religiosa tenía las manos atadas, no podían hacerlo. La evidencia es que pudiendo matar a Jesús en el Getsemaní no lo hicieron. Tenían que transitar necesariamente de la acusación religiosa -la supuesta blasfemia- al juicio político que, tampoco, garantizaba la muerte de Jesús. De ahí que las acusaciones posteriores contra Jesús intenten mostrar que era mucho más peligroso que Barrabás.

“En tiempos de Jesús, el Sanedrín estaba integrado por 71 miembros y se componía de tres clases: los ancianos (pertenecientes a la aristocracia laica), los sumos sacerdotes (cf. 2,4) y los escribas (en su gran mayoría de extracción farisea). Al sumo sacerdote en ejercicio le correspondía la presidencia. (…) El proceso tiene lugar en el palacio del sumo sacerdote Caifás (el mismo sitio donde el Sanedrín había decidido arrestar a Jesús y hacerlo morir; cf. 26,3-5).” (Levoratti 2007:389-390). 

“nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios” (v. 63)

El escenario del juicio religioso a Jesús se lleva a cabo en el palacio sacerdotal, el lugar ya elegido para encontrar alguna acusación con la que luego irían donde el gobernador. Lo cierto es que no hallaron nada contra Jesús (v. 60), pero de algo se valieron: algunos falsos testigos tergiversaron las palabras del Señor que Juan cita en su evangelio: “Destruid este templo, y en tres días lo levanto” (Jn 2:19). El Señor nunca dijo que él destruiría nada, por el contrario, dijo que lo levantaría, pero sus calumniadores aseveraron que él derribaría el templo.

Esta acusación falsa es necesario entenderla bien, pues ahora ya no se trata de una blasfemia -acusación religiosa- sino de una acusación política. Destruir el templo, o asegurar que lo haría, equivalía a un acto terrorista contra Roma. Es decir, Jesús resultaba tan peligroso como los revolucionarios zelotes con la pretensión, además, que se hacía pasar por el Mesías (v. 63). Y aunque Jesús nunca aseveró que él destruiría el templo, esta mentira se divulgó entre sus acusadores como entre la población hasta el final (Cf. 27:39-40). 

Frente a la acusación política, disfrazada de acusación religiosa, sólo hubo como respuesta el silencio de Jesús (v. 62). ¿Qué sentido tenía que Jesús aclare lo que realmente dijo respecto al templo? Ya estaba condenado de antemano. Ante él tenía una multitud armada con espadas y palos (v. 47), testigos falsos (v. 60) y un juzgado religioso (v. 59) que iba a encontrar cualquier pretexto para condenarlo. Entonces ante la exigencia del sumo sacerdote a que le responda de manera directa si él era el Mesías esperado, es decir el Hijo de Dios, Jesús no se guardó nada. 

Jesús aceptó que él era el Cristo, es decir el Mesías o Hijo de Dios. Más aún, que él era el victorioso Hijo del Hombre quien en su Parusía (segunda venida) estaría “sentado a la diestra del poder de Dios” (Cf. 24:30), tal como lo había profetizado Daniel (Dan 7:13). “Jesús declara que no es tan solo un libertador mesiánico humano; es el divino Hijo del hombre anunciado en Daniel 7:13-14 y el objeto de la referencia del salmista a la figura divina que está sentada a la diestra de Dios (Sal 110:1-2) citado anteriormente en sus debates con los fariseos.” (Wilkins 2016:673).

Si alguna incertidumbre tenía la clase religiosa respecto a Jesús, ahora ya no quedaba duda alguna. Lo que continuó fue un show del sumo sacerdote: se rasgó las vestiduras como señal de su indignación y acusó a Jesús de “blasfemia”. La blasfemia es una ofensa fuerte o un gran insulto contra Dios (Lev 24:16), pero ¿en qué momento Jesús insultó u ofendió a Dios? ¿Qué palabra de Jesús pudo ser tomada como blasfemia? ¡Todo lo que dijo era verdad! Mirando objetivamente el proceso contra Jesús, él en realidad ya estaba condenado y sus palabras fueron utilizadas para tan sólo confirmar la decisión ya tomada previamente por el sumo sacerdote y sus secuaces. 

“¡Es reo de muerte!” (v. 66)

Ninguno de los acusadores de Jesús podía demostrar que había blasfemado, por tanto nadie podía ética y legalmente condenarlo a muerte. Con todo, lo que prosiguió muestra el abuso y la maldad de aquellos que decían actuar conforme a la ley de Dios. En la golpiza que le dieron a Jesús (vv. 67-68), en medio de las burlas, participaron no sólo los miembros del Sanedrín sino la guardia que capturó a Jesús en el Getsemaní (Luc 22:63). 

Todo este ritual de muerte fue previo a la reunión de la mañana siguiente, en realidad una formalidad, nada más. El Concilio o Sanedrín debía ahora elaborar un documento legal contra Jesús “para entregarle a muerte” (27:1). Claro, ellos sabían que “desde el punto de vista de la ley romana (…) la blasfemia no es un crimen que merezca la muerte. Por tanto, tendrán que manipular los cargos y centrarse en Jesús como impostor mesiánico corriente, peligroso para Roma como insurgente que está reuniendo en torno a sí a hombres a los que conducirá a la sublevación contra el gobierno militar.” (Wilkins 2016:673).

El relato termina con la vergonzosa negación de Pedro a Jesús (vv. 69-75). El Señor había anunciado que Pedro le negaría tres veces esa misma noche, antes que el gallo cante (v. 34). La primera negación fue a una criada (v. 69), la segunda fue a otra criada (v. 71) y la tercera fue a los que estaban por allí (v. 73). Las negaciones fueron de menos a más y evidencian la impotencia como el temor de saberse descubierto. Pedro afirmó “no sé lo que dices” (v. 70), “no conozco al hombre” (v. 72) y, después de maldecir y jurar (v. 74), repitió lo que dijo en el v. 72. 

Se observa, además, que la identificación de Pedro como discípulo se debe a que lo reconocieron como uno de los que estaban “con Jesús el galileo” (v. 69), quien era “Jesús el nazareno”, es decir de Nazaret (v. 71). ¡Hasta le descubrieron por el acento galileo! (“tu manera de hablar te descubre”, v. 73). Cuando Pedro se vio descubierto, se acordó de lo que había dicho Jesús unas pocas horas antes. De seguro también recordó que había jurado diciendo que estaría con él hasta la muerte (v. 35). Pedro salió de allí y lloró amargamente. “El amargo llanto es el reconocimiento de que no es nada, porque ha tirado por la borda todo lo que le ha dado una nueva identidad como discípulo de Jesús. Sin embargo, el llanto es también, quizás, la primera señal de su arrepentimiento.” (Wilkins 2016:675).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Jesús llega al momento más triste y doloroso, como es la muerte que debe sufrir a manos de los pecadores (vv. 38, 45). Su arresto y juicio religioso, en base a mentiras, resalta su ministerio redentor en tanto Mesías (Hijo de Dios). La clase religiosa evidencia su odio a la verdad del Salvador. Lo condenan a la muerte esperando que el gobernador ratifique la sentencia (27:2).

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Frente a su arresto y acusaciones que recibió, Jesús actuó buscando que prevalezca la voluntad de Dios (v. 39) y en conformidad a lo ya profetizado en la Escritura (vv. 54, 56). Sus palabras siempre fueron veraces con las que afirmó su mesianismo (v. 64). Nada de eso, sin embargo, pudo evitar el abuso (vv. 67-68) ni la muerte. Ese era su destino, aunque no su final.

Lecciones para todos:

Pedro nos deja una gran lección a los cristianos de todos los tiempos: hay que saber utilizar las palabras de forma correcta sin dejarnos llevar por las emociones, el afán de figurar o, sencillamente, por lo fácil que es hacer promesas o juramentos (sin medir las consecuencias de ello).  

Fuentes usadas:

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Wilkins, Michael. (2016). Mateo: Comentario bíblico con aplicación NVI. Nashville, TE: Vida.

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JESUCRISTO, EL CORDERO PASCUAL

TEXTO BÍBLICO (Mateo 26:17-35)

El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? Y él dijo: Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y prepararon la pascua.

Cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce. Y mientras comían, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar. Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar. A la verdad el Hijo del Hombre va, según está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a ese hombre no haber nacido. Entonces respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho.

Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.

Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas. Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea. Respondiendo Pedro, le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré. Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Pedro le dijo: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.” (RV 1960).

 CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

“el primer día de la fiesta de los panes sin levadura … la pascua (v. 17)

El relato comienza haciendo referencia a dos fiestas: la Pascua (vv. 2, 17, 18) y la de los panes sin levadura, también llamada Ácimos (v. 17). “El primer día de los Ácimos era probablemente el 14 de Nisán, día en que se limpia la casa para eliminar hasta los últimos rastros de levadura (). Este día, que en realidad no formaba parte de los siete días de la celebración (Ex 12,14-20), había sido añadido a la fiesta de Pascua y a él se aludía popularmente como «el primer día».” (Levoratti 2007:386). Las celebraciones judías tenían sus formas de llevarlas a cabo y en ello el Señor Jesús guardaba las costumbres que el relato mismo cuenta con ciertos detalles, entre los cuales estaba aquél que se debía comer en la ciudad de Jerusalén.

“id a la ciudad a cierto hombre” (v. 18)

Los vv. 18-19 indican que el Señor Jesús tenía todo preparado para la celebración de la Pascua. Ya había una habitación en la ciudad lista para ser ocupada por él y sus discípulos, la cual pertenecía a “un hombre” -anónimo al igual que la mujer del v. 7- quien conocía a Jesús como “el maestro” (hó didáskalos). Jesús procura salvaguardar la identidad del hombre dado que es alguien que realmente sabe lo que le sucederá a él. El Señor tiene que haber dado a sus discípulos el nombre exacto y la dirección del “fulano” (DHH, NBE, NC). En el griego se lee tón deína, fulano, y el sentido de la oración es “Vayan a la ciudad donde… ustedes ya saben a quién me refiero, y díganle…”.

Los preparativos propios de la fiesta incluían “la compra de los alimentos (cf. Jn 13,29) y su preparación de tal manera que mantuviera vivo el recuerdo de la liberación de la esclavitud en Egipto. Los emisarios de Jesús llevan una consigna convenida de antemano: El Maestro dice: se acerca mi hora. La palabra griega traducida aquí por «hora» es kairós, que tiene el significado específico de «momento oportuno», «tiempo de cumplimiento».” (Levoratti 2007:386).

Esto significa que la Pascua –la cual tenía tanto sentido para la memoria de los judíos- tendrá un sentido nuevo de hoy en adelante, cristológico, para los discípulos del Señor Jesús. Su “tiempo” (hó kairós, v. 18) ya está cerca, será herido (v. 31), es decir tiene que morir. Y aunque los discípulos tendrán que preparar la pascua (v. 19), es decir llevar al cordero pascual al templo para los rituales conforme a la costumbre, el “verdadero cordero” es Jesús mismo. Él es “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1:29), su sangre “por muchos es derramada para remisión de los pecados” (v. 28).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

“se sentó a la mesa con los Doce” (v. 20)

Ahora llegó el momento de la esperada cena pascual. Pero realmente será más que eso, pues se anunciará la traición a Jesús (vv. 20-25) y el nuevo significado de la pascua simbolizados por el pan y la copa de vino (vv. 26-29).

El texto muestra dos datos, uno más explícito que el otro. La cena pascual se lleva a cabo conforme a las costumbres judía: Jesús actúa como el padre de familia y por eso dirige la comida, todos meten la mano en el plato, el pan es bendecido y partido entre todos, beben de la misma copa, etc. Cada momento de la cena tenía un sentido comunitario e implicaba amistad y confianza entre todos. “En dicha cultura (…) comer con una persona equivalía a decirle: “Soy tu amigo y no te haré daño”. Este detalle indica cuán despreciable fue la acción de Judas.” (Jaramillo 2002:1557, nota de pie de página).

Efectivamente, la traición de Judas va a hacer que la cena dé un giro inesperado. El Señor va a hacer un anuncio que, sin duda, afectó los sentimientos y emociones de todos los presentes, exceptuando a Judas quien en el relato se muestra con “sangre fría”, descaro y sin honor alguno. “Mientras comían, [Jesús] les anunció solemnemente (les aseguro, lit. en verdad les digo) que uno de los que estaban comiendo con él lo iba a entregar. El lenguaje subraya la proximidad e intimidad del traidor respecto de Jesús.” (Levoratti 2007:386).

La pregunta que hace cada discípulo (¿Soy yo, Señor?, v. 22) muestra no sólo la tristeza sino también una aflicción fuerte porque saben que esa entrega (v. 21) no sólo traerá la muerte a Jesús sino una gran deshonra al traidor. Hay que observar que Jesús no dice el nombre del traidor, y la señal que él da (“el que mete la mano conmigo en el plato”) tampoco ayuda mucho puesto que todos ya habían metido la mano en el mismo plato o fuente (“mientras comían”, v. 21).

Por eso, justamente, es que Judas se siente “tranquilo”. En su lógica cualquiera de la habitación podía caer en sospecha de traición. Y posiblemente sintió alivio que Jesús no haya mencionado su nombre. Además, ¿cómo podrían saber Jesús y los otros discípulos lo que él había tramado junto con la clase religiosa de Jerusalén? Dado que no estaba lo suficientemente claro quién sería el traidor anunciado (v. 21) es que no hubo algún tipo de reacción de nadie.

Pregunta: ¿Los otros once discípulos habrán dudado de sí mismos, es decir habrán pensado que podrían hacer algo inesperado o intempestivo que llevaría a la muerte al Señor? ¿Se sabrían vulnerables y, por tanto, habría la posibilidad de fallarle a Jesús? Por otro lado, el juramento que no se escandalizarían por su muerte (vv. 31, 33, 35) podría interpretarse como necesarias palabras de fidelidad que ratificarían que estarían siempre con Jesús, “en las buenas y en las malas”. Pero ¿por qué hacer un juramento si uno está completamente convencido de su fidelidad y que no traicionará a Jesús? 

El Señor proferirá una maldición contra el traidor (v. 24), a lo que Judas se delatará a sí mismo pensando que podía limpiarse de lo que ya había hecho. Ante la pregunta ¿Soy yo, Maestro? el Señor responde claramente “Tú lo has dicho” (v. 25). Observe que cuando a Jesús los otros once le preguntaron ¿Soy yo? él les respondió con una señal que podría implicar a todos. Pero cuando Judas hizo la pregunta el Señor “le da la misma respuesta que al sumo sacerdote Caifás (26,64) y al prefecto Poncio Pilato (27,11): Tú lo has dicho.” (Levoratti 2007:386-387). Y es que Judas Iscariote, el sumo sacerdote y el prefecto romano estaban en el mismo nivel de oposición a Jesús y su Reino.

Nota: Es muy importante saber quién es Jesús, y particularmente en los momentos difíciles o cruciales. Las palabras, además, revelan las creencias y convicciones que se tienen. Los discípulos literalmente preguntaron ¿Acaso soy yo, Señor (Kúrie, v. 22)? mientras que Judas preguntó ¿Acaso soy yo, maestro (rabí, v. 25)? Para Judas Iscariote Jesús nunca llegó a ser “Señor”, título que indicaba su calidad de Rey, de “amo”, o de “patrón” (según las coordenadas culturales de la época). Jesús estaba, en el pensamiento de Judas, a nivel de un fariseo, es decir a lo mucho lo interpretaba como un “rabino” más de los que había en la ciudad.

“esto es mi cuerpo… esto es mi sangre” (vv. 26, 27)

Los vv. 26-27 han sido guardados en la memoria cristiana como el fundamento teológico de lo que hoy llamamos “la cena del Señor” (1 Cor 11:23-26). Ésta, sin embargo, originalmente se encuentra en el contexto de la Pascua judía y el sacrificio de Jesús como el cordero pascual. “Mientras comían” (v. 26), es decir, mientras todos metían la mano en el plato o fuente, hubo lugar para el pan y la copa de vino. A pesar que ya estaba clarísimo quién sería el traidor, Jesús “continúa como si nada, como conviene a un hombre de honor” (Malina & Rohrbaugh 1996:132).

Efectivamente, Jesús no iba a echar a perder la cena pascual por la miserable traición de Judas. Nada debía interrumpir la última cena, ni siquiera la tristeza de sus discípulos (v. 22). Y aunque podemos imaginar el estado anímico de todos, Jesús tenía palabras que los discípulos debían escuchar y transmitir: el pan partido representa a su cuerpo, el vino de la copa representa su sangre derramada para perdón de pecados. El pan y la copa son símbolos del sacrificio de Cristo en la cruz del calvario. Así creemos los cristianos hasta el día de hoy.

“Este pan compartido, que era uno en las manos de Jesús, fue dividido en varios trozos y repartido entre los comensales, como para indicar que todos los comensales deben convertirse en uno por la comunión en el único cuerpo de Cristo. (…) La acción de Jesús sobre la copa de vino. Esta acción de Jesús sigue inmediatamente a la acción sobre el pan, y hay un paralelismo manifiesto entre las palabras pronunciadas sobre el pan y sobre el vino. En el diálogo con los hijos de Zebedeo, Jesús había hablado de la copa para referirse a su propia muerte (20,22). (…) En la última cena, es la copa de la alianza sellada con su sangre. La referencia a la alianza trae a la memoria el recuerdo del éxodo, cuando Moisés roció a los israelitas con la sangre de la alianza (Éx 24,8). En este contexto, la mención de la sangre derramada evoca evidentemente la muerte de Cristo en la cruz.” (Levoratti 2007:387).

Concluye esta parte de la cena con un anuncio-promesa: Jesús ya no participará más de ese acto solemne hasta que estén juntos “en el reino de mi Padre” (v. 29). “Mateo subraya la dimensión comunitaria de la comida escatológica por medio del inciso con “ustedes” (…) todos volverán a encontrarse y a participar de la misma mesa en el reino del Padre. El adjetivo “nuevo” no significa que habrá después una nueva clase de vino, sino que llama la atención sobre la radical novedad del reino futuro. (Levoratti 2007:388).

“las ovejas del rebaño serán dispersadas” (v. 31)

Los vv. 30-35 cuentan lo que sucedió inmediatamente a la cena: después de cantar un salmo -conforme a la costumbre- salieron al monte de los Olivos. Allí el Señor anuncia que todos serán “escandalizados” esa misma noche (v. 31). El término scandalisthésesthe tiene el sentido de perder algo (literal o figuradamente), y aquí significa “perder la fe” (DHH), “perder la confianza” (BLS) o “sufrir tropiezo” (F. Lacueva). La palabra griega no tiene el significado moderno de “alborotar” ni de algo “bochornoso”. Todos los discípulos al ver al pastor herido perderían la confianza en Jesús y serán dispersados. Todos menos Judas, él ya no está con ellos pues -una vez descubierto como traidor, v. 25- fue donde los que le pagaron las treinta monedas (v. 47).

Frente a este anuncio terrible del Señor, que habla de su soledad o abandono en los momentos difíciles, los once discípulos prometen fidelidad extrema, hasta la muerte (v. 35). Pero se trata de palabras que no llegarán a tomar forma. De hecho, no pudieron ni siquiera velar una sola hora (v. 40). El traidor ahora es mostrado por Jesús: “ved, se acerca el que me entrega” (v. 46).

“Camino del monte de los Olivos, Jesús predice el desconcierto y la huida de sus discípulos en la hora decisiva. (…). Pedro, sin apoyarse en la oración sino sólo en sus propias fuerzas le ha prometido fidelidad, pero ante las primeras dificultades negará que lo conoce (Mt 26:56b, 69-75). Jesús, antes de separarse de ellos, los convoca para el último encuentro en Galilea.” (Biblia de América 1994:1497, nota de pie de página). Sí, Galilea, el lugar donde Jesús llamó a sus primeros discípulos, es ahí donde el Señor resucitado los comisionará. Al momento, sin embargo, tiene que enfrentar la amarga copa de la muerte.

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

El relato nos muestra a Jesús en sus últimos momentos con sus discípulos, previo a su arresto y muerte. Se destapa la traición de Judas y se anuncia la dispersión de sus discípulos. La Pascua tendrá un significado mayor que el que tenía para los judíos: Jesús es el cordero de Dios, el cordero pascual que será sacrificado para perdón de los pecados, además que será recordado por medio del pan y la copa.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús, en medio de una conflictiva y apasionada cena pascual, anuncia una vez más que irá a la muerte, sólo que lo hace simbólicamente utilizando el pan y la copa. No evita el señalar al traidor Judas, ni a los otros discípulos que sufrirán tropiezo en el momento difícil. La verdad, con frecuencia, es dura.

Lecciones para todos:

Es algo complicado encontrar lecciones en esta historia, a menos que sea por la vía negativa. En los discípulos hay una sensación de duda, de preocupación, incluso de palabras que a veces mejor es no decirlas (v. 35). Tal vez podríamos aprender a ser más seguros de nuestra fe y mucho más cautos con lo que decimos o prometemos al Señor.

Fuentes usadas:

Biblia de América. (1994). Madrid: PPC – Verbo Divino – Sígueme.

Jaramillo, Luciano, edit. (2002). Biblia de estudio NVI. Miami, FL: Vida – Zondervan.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

Malina, Bruce & Richard Rohrbaugh. (1996). Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Comentario desde las ciencias sociales. Navarra: Verbo Divino.

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