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“SI ALGUNO TIENE OÍDOS PARA OÍR, OIGA”

NUNCA HA SIDO FÁCIL discernir ni la voz ni la presencia de Dios en tiempos de pruebas y adversidades, como son los momentos actuales. La iglesia, al ser parte de este mundo globalizado, está atravesando -junto con esa misma humanidad- situaciones impensadas que no eran parte de ningún cálculo hasta hace poco. Y es que nunca habíamos sido tan amenazados en tal magnitud todos, sin importar el sexo, el color de la piel, la religión, la condición social o la ideología política.

Cuando la salud y la prosperidad nos sonríen siempre parece fácil entender a Dios y sus bendiciones. Cuando la enfermedad, la pobreza y la inseguridad nos llega es difícil entender a Dios (y a los que creemos en él). Y no se trata de un asunto de “fe”. Se trata de algo que está en las entrañas misma de la vida y la lucha por la supervivencia. Por eso creo que los cristianos de todo lugar tenemos el gran desafío de entender desde la fe la situación actual y, más aún, la oportunidad de explicar aquella fe a quienes tienen otras creencias religiosas (o ninguna).

En los ochenta y noventa, es decir en el tiempo de la guerra interna con sus decenas de miles de muertos y desaparecidos, un teólogo peruano planteó la pregunta ¿Cómo hablar de Dios desde Ayacucho? (“Ayacucho” como símbolo de muerte y sufrimiento). Hoy nos preguntamos ¿Cómo hablar de Dios desde el coronavirus? Y si bien el terrorismo podíamos culparlo a los terroristas ¿a quién culpamos del coronavirus que está tocando nuestras puertas? ¿Y encontrando al culpable, qué se obtiene? (Igualmente hay que enfrentarlo con responsabilidad). Por lo mismo, ¿qué le decimos al que se sabe portador del virus y a sus familiares? Pues déjame decirte que no todos van a aceptar que Dios tiene el control de la situación y nada escapa a sus planes.

El asunto así planteado no pretende burlarse de los cristianos ni menoscabar su fe. Para los cristianos es tiempo de discernimiento, pero basados en la Palabra de Dios. Ya Jesús nuestro Señor dijo: “Si alguno tiene oídos para oír, oiga” (Marcos 4:23). Pregunta: ¿A quién estamos escuchando en estos días? Esto implica no sólo a Quién sino Qué debemos escuchar. Si nos pasamos el día viendo las noticias, pues de seguro vamos a terminar en shock o algo parecido. Y si hacemos caso del vecino o familiar alarmista el resultado será el mismo. ¿No será mejor leer-escuchar la Biblia que contiene la sabiduría de Dios y es útil en toda situación? (2 Timoteo 3:16-17).

El pueblo de Dios ha vivido momentos terribles a lo largo de la historia y la Biblia nos cuenta algunos de esos casos. ¿Cómo hablar de Dios desde Egipto o desde Babilonia (en tiempos de cautiverio)? ¿Cómo hablar de Dios desde la experiencia de Job, el justo sufriente? ¿Cómo hablar de Dios desde Jerusalén destruida en el 70 d. C y desde la isla de Patmos, lugar de exilio por causa de la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo (Apocalipsis 1:9)? Los cristianos europeos que vivieron los horrores de la segunda guerra mundial, con sus millones de muertos y desplazados, se preguntaron ¿Cómo hablar de Dios desde Auschwitz? (Auschwitz fue un campo de exterminio nazi en Polonia que llegó a simbolizar el genocidio de los judíos y de diversas minorías).

Por otro lado, y sorpresivamente, en las redes sociales hay cierto “optimismo” que algunos manifiestan y del cual debemos cuidarnos. Se sostiene que el COVID-19 debe hacer que las personas “cambien su modo de pensar” y que, además, “se cambien ciertos hábitos” (los malos, se entiende). Pero ¿de dónde sale esa ilusión como si una pandemia tuviera el efecto de ser la conciencia del mundo? Los especuladores están ganando como nunca antes y el egoísmo de ciudadanos acaparadores están dejando sin víveres a los que menos tienen. Parece que olvidamos que en el corazón de las personas anida cualquier cosa menos el amor al prójimo y la solidaridad. ¿Por qué la pandemia actual tendría que hacernos “mejores personas”? Mejores personas seremos cuando Jesucristo gobierne nuestras vidas y seamos inundados de su amor y justicia.

¿Qué nos toca hacer como iglesia, como cristianos, en estos momentos? En medio de tanto alarmismo que nos satura y de cierta despreocupación que indigna, es tiempo de que los cristianos tengamos dos actitudes fundamentales. Primero: Aquella que nos lleva a una mayor comunión con Dios. Perseverar en la fe y la oración, a pesar que no entendamos del todo la situación. Es hora que los cristianos de manera personal y familiar nos volvamos a Dios humillados cada día. Personalmente creo que el COVID-19 es una señal previa a la manifestación plena de Jesús. 

Segundo: Aquella que nos vincula a la sociedad. Debemos ser misericordiosos y pacificadores, como indican las bienaventuranzas de nuestro Señor (Mateo 5:7, 9). Nunca como hoy se nos presenta la oportunidad de ser “luz” en medio de las tinieblas, que no es sino el ser portadores de “buenas obras” (Mateo 5:16). Y, sin duda, al margen de las diversas ideas que tengamos respecto al gobierno de turno, debemos obedecer a las autoridades (Romanos 13:1). Ellas, en medio de sus aciertos e imperfecciones, están tomando las medidas que ayudarán a la nación a superar -eso esperamos- la crisis actual y las que se vienen. Todos, sin excepción tenemos que colaborar con las autoridades pues el problema no es sólo de ellos.

Que el Señor nos halle alertas, vigilantes y en oración (Marcos 13:33). Que Dios nos guíe e ilumine en este difícil momento.


INJUSTICIA, RIQUEZA Y POBREZA EN LOS PADRES DE LA IGLESIA

Pobreza y bienestar en el pensamiento cristiano antiguo

La iglesia nunca fue indiferente frente al mal uso de los recursos económicos y a los abusos sistemáticos de los poderosos contra los pobres. Las primeras críticas desde la fe cristiana se registran esporádicamente en el Nuevo Testamento y prosiguen hasta el día de hoy. Por eso, nos hemos propuesto rescatar el pensamiento reflexivo de los Padres de la Iglesia antigua, aun sabiendo que representan tan sólo un punto de vista del tema en mención.[1] Pastores y Obispos no dudaron un instante en levantar su voz en nombre de Dios y a favor de los pobres, denunciando la riqueza mal habida, la lujuria, la insensibilidad, el abuso, el lujo y una serie de pecados sociales más.[2] En lo que sigue ofrecemos la “palabra profética”, es decir, la Palabra de Dios a favor de la vida humana. 
    El fuerte ampare al débil; el débil respete al fuerte. El rico de con liberalidad al pobre; el pobre de gracias a Dios por haberle dado quien remedie su necesidad.
Clemente (aprox. 95), 1ª Cor 38:2

    Todo apóstol que llegue a vosotros ha de ser recibido como el Señor. Pero no se quedará por más de un día o dos, si hace falta; quedándose tres días es un falso profeta. Al partir, el apóstol no aceptará nada sino pan para sustentarse hasta llegar a otro hospedaje. Si pidiese dinero, es un falso profeta.
La Didajé 11:4-6 
    ¡Aprended a conocer a los que enseñan doctrinas extrañas sobre la gracia de Jesucristo, venida a vosotros; cómo son contrarios a la mente de Dios! De la caridad no se cuidan, ni de las viudas, huérfanos y agobiados, ni de presos ni de rescatados, ni del hambriento ni del sediento.
Ignacio de Antioquía (aprox. 111), Carta a los esmirnenses 6
    Raíz de todos los males es la afición a las riquezas. Por lo tanto, sabiendo que nada hemos traído a este mundo, y que nada llevaremos de él, armémonos con las armas de la justicia, y enseñémonos primero a nosotros mismos a proceder en el mandamiento del Señor. (...) Quien no se aleja de la avaricia, se manchará de idolatría, y será juzgado como uno de los gentiles.
Policarpo (aprox. 115), Carta a los filipenses 2,11 
    Desde el principio teníais la costumbre de ayudar a todos los hermanos de muchas maneras y de enviar pensiones a muchas iglesias en todas las ciudades. Por medio de estas donaciones que habéis enviado desde tiempo inmemorial, habéis aliviado la pobreza de los necesitados y ayudado a los hermanos que viven en las minas (como trabajadores forzados del Estado).
Dionisio de Corinto (aprox. 120), Hist. Ecle. Eusebio 4.23.10 
    No codicies los bienes de tu prójimo, ni seas avariento. No se adhiera tu alma a los soberbios, sino que con los humildes y los justos estarás.
Bernabé (aprox. 124), La Carta 19:6 
    “¿Qué clase de maldades son esas de que debemos abstenernos, Señor?”, pregunté. “Oye, dijo: del adulterio y de la fornicación, del vicio de la embriaguez, del lujo malo, del exceso en la comida, de la magnificencia de las riquezas y vanagloria, de la soberbia y altivez, de la mentira, murmuración e hipocresía, del recuerdo de las injurias y de toda blasfemia. Porque todas estas obras son las peores de cuantas hay en la vida de los humanos. De tales obras, pues, debe abstenerse el siervo de Dios; y quien no se abstiene de ellas, tampoco puede vivir para Dios”.
Hermas (aprox. 120-145), El Pastor, Precepto 8º :3-4 
    “¿Cuáles son, Señor, pregunté las obras del mal deseo, que entregan los hombres a la muerte? Comunícamelas, para que pueda evitarlas”. “Escucha, por medio de qué obras el deseo malo acarrea la muerte a los siervos de Dios. En primer lugar, ahí están la codicia de la mujer o del marido ajenos, de la extravagancia de las riquezas, de muchas e inútiles comidas y bebidas, y de otros muchos placeres lujosos y tontos. Porque todo lujo es tonto y vano para los siervos de Dios. Estos tales deseos, pues, son malos y acarrean la muerte a los siervos de Dios. Porque esta mala codicia es hija del diablo. Debéis, pues, abstenernos de las malas codicias, para que absteniéndonos viváis para Dios. Más todos cuantos sean dominados por ellas y no les resistan, morirán para siempre: porque mortíferas son estas codicias.
Hermas, El Pastor, Precepto 12º: I3-II2-3 
    (Antes de nuestra conversión) amábamos y buscábamos sobre todo el dinero y las posesiones; hoy ponemos en común lo que tenemos y lo compartimos con los pobres.
Justino (aprox. 155), Primera Apología 14:2 
    No hay que rechazar los bienes que son capaces de ayudar a nuestro prójimo. La naturaleza de las posesiones es ser poseídas. La de los bienes es derramar el bien, y Dios ha destinado a estos últimos el bienestar de los hombres. Los bienes son en nuestras manos como instrumentos de los que se saca una gran utilidad, si se les sabe manejar. Si te sirves de ellos con maestría, ellos mismos son útiles. Si eres poco experto, se convierten en juguete de tu ignorancia. Lo mismo ocurre con ese instrumento que es la riqueza. ¿Sabes usar justamente de él? Servirá de justicia.
Clemente de Alejandría (aprox. 215), Quis dives salvetur? II:14-15
    Poseemos todo cuando no codiciamos nada. Del mismo modo que es más feliz el que alivia el peso de su viaje con la pobreza y no tiene que jadear bajo el peso de la riqueza. Es verdad que podríamos pedir riquezas a Dios, si las consideraríamos útiles. Aquel, en cuyas manos está todo, podría hacer fácilmente que nos tocara un poco. Pero nosotros preferimos despreciar que acumular los tesoros, nosotros aspiramos más a la inocencia, nos esforzamos más por la paciencia, preferimos ser buenos que ricos.
Minutius Felix (Siglo III) 
    Rico es quien se compadece de muchos e, imitando a Dios, da de lo que tiene. Porque Dios ha dado a todos todo de aquello que ha creado. Comprended, por tanto, vosotros, los ricos, que debéis servir porque habéis recibido más de lo que necesitáis. Aprende que a otros les falta lo que vosotros tenéis de superfluo. Avergonzaos de conservar el bien ajeno. Imitad la equidad de Dios, y nadie será pobre.
Juan Damasceno (Siglo III) 
    Los que acumulan campos y más campos, y desplazan a los pobres colindantes para expandir sin cesar sus inmensas tierras, los que poseen oro y plata en abundancia y apilan enormes sumas en montones o las entierran en cantidades masivas, también ellos tiemblan en medio de sus riquezas, les atormenta la idea de la inseguridad y del miedo ante la posibilidad que les asalte un ladrón, les ataque un asesino o les intranquilice la envidia hostil de otro más rico con sus intrigantes pleitos. (...) Ahí no se regala nada a los clientes, ni se reparte nada a los pobres. Y llaman dinero propio a lo que encierran en su casa como si fuera una propiedad ajena y lo vigilan con medroso cuidado. (...) Lo poseen todo con la única finalidad de que no lo posea ningún otro, y llaman con lenguaje abusivo “bienes” a lo que no les sirve más que para el mal.
Cipriano de Cartago (aprox. 255), Sobre las buenas obras y las limosnas 12 
    Que nadie posea más de lo necesario y todos tendrán lo necesario. El número pequeño de ricos es el que engendra la muchedumbre de pobres.
Tratado Pelagiano (Siglo IV), Sobre las riquezas 2:2 
    Si cada uno se contentase con tomar lo indispensable para atender a sus necesidades y dejase para el pobre los bienes superfluos, no habría pobres ni ricos, ni tampoco indigentes. (...) ¿Por qué nadas tú en riquezas, al paso que aquel otro se halla reducido a extrema pobreza? ¿No habrá Dios obrado así para que recibas el premio correspondiente a un fiel administrador y para que el pobre se vea premiado por su heroica paciencia? Más tú, acaparándolo todo con una avaricia insaciable y privando a tantos de lo indispensable para la vida, ¿crees que no cometes ninguna injusticia contra nadie? (...) El pan que retienes es pan del hambriento; el vestido que guardas en tu casa es del desnudo; el calzado que se te está pudriendo en tu casa es del descalzo, el dinero que tienes escondido bajo tierra es del necesitado.
Basilio de Cesarea (329-379), Homilía 6ª: 7 
    ¿Qué responderás al Juez, tú que revistes las paredes y dejas al desnudo al hombre; tú que adornas a los caballos y no miras a tu hermano en harapos, tú que dejas que se te pudra el trigo y no alimentas a los hambrientos; tú que entierras el oro y desprecias al oprimido? Y si tienes en casa mujer que ame también las riquezas, la enfermedad es doble. (...) El rico se lleva las yuntas de bueyes, ara siembra y recoge lo que no le pertenece. Si protestas, palos; si te quejas, proceso por injurias, se te condena a servidumbre, vas a parar a la cárcel.
Basilio de Cesarea, Homilía (M.G. 31:287, 294) 
    ¿Por qué mientras todos los días los pobres padecen opresión, hambre, frío, injurias, eres tú amigo del oro, guardas la plata, tienes por sacrosantos como si fueran ídolos, los vestidos preciosos y los ornamentos lujosos, superfluos? (...) no entiendes con tantas riquezas, cómo se puede ayudar al pobre que muere de miseria. ¡Oh, cuántas almas asesinadas cuelgan de los collares de las matronas enjoyadas! Si vendieras una sola de tus joyas, distribuido su precio entre los pobres, conocerías por las necesidades remediadas cuántos sufrimientos vale tu ornato.
Zenón de Verona, Sobre la Justicia (M.L. 11:287) 
    El dinero impera en las naciones, manda en los reinos, origina las guerras, compra a los guerreros, derrama sangre, ocasiona muertos, traiciona a las patrias, destruye las urbes, somete a los pueblos, asalta las fortalezas, maltrata a los ciudadanos, domina las puertas, corrompe el derecho, confunde lo lícito e ilícito, y luchando hasta la muerte, tienta la fe, viola la verdad, consume la fama, disipa la honestidad, disuelve el afecto, roba la inocencia, sepulta la piedad, separa a los parientes, socava la amistad. ¿Y qué más? Todo esto es el dinero, rey de la iniquidad, que domina inicuamente los cuerpos y las mentes humanas.
Pedro Crisólogo, Sermones (M.L. 52:547)
    No nos matemos atesorando dinero mientras nuestros hermanos mueren de hambre, para no exponernos a las severas recriminaciones de Amós: “Tened cuidado los que decís: ¿Cuándo pasará el mes para que podamos vender y cuándo pasará el sábado para abrir nuestros graneros?”. Y amenaza además con la cólera de Dios a los comerciantes que alteran sus balanzas. (...) Sed dioses para con los pobres imitando la misericordia de Dios. El hombre tiene en común con Dios tan sólo la facultad de hacer el bien.
Gregorio de Nacianzo (329-389), Del amor a los pobres 24-27 
    Os gusta averiguar la raza de vuestros perros, como el árbol genealógico de los ricos. Proclamáis la noble descendencia de vuestros caballos, como si se tratase de la de los cónsules (...) Vestís a las piedras y despojáis a los hombres (...) Un hombre te pide pan y tu caballo tasca sus frenos de oro.
Ambrosio de Milán (339-397), Nabot el pobre 13:54-56 
    La naturaleza ha repartido todo en común entre todos. Dios mandó que se produjera todo a fin de que el alimento fuera común para todos y la tierra fuera una posesión común. La naturaleza produjo el derecho de la comunidad; sólo la usurpación injusta creó el derecho privado (y con él, la propiedad privada).
Ambrosio de Milán, Off. I, 28 Migne PL 16:67 
    Dime: ¿cómo te has hecho rico? –He heredado mis bienes -¿Y de quién los recibió tu padre? –De mi abuelo -¿Y éste de quién? –De su padre. ¿Podrías probar, recorriendo tus ascendientes, que esta tu fortuna es justa en sus orígenes? Seguramente que no, sino que será necesario confesar que esa fortuna proviene originariamente de la injusticia y del fraude. ¿Por qué? Porque Dios en un principio no hizo a unos pobres y a otros ricos, ni en el momento de la creación a unos mostró muchos tesoros y a otros no, sino que a todos dejó la misma tierra para que la cultivasen. ¿Cómo se explica entonces que, siendo la tierra de todos, tu tengas tantas yugadas, mientras que tu prójimo ni siquiera posee un palmo de tierra?
Juan Crisóstomo (aprox. 407), Homilía 12 sobre 1 Tim 
    A la verdad, aquello del Señor: “vende lo que tienes y dalo a los pobres, y ven y sígueme” (Mat 19:21), también será oportuno decirlo a los prelados de la Iglesia respecto a los bienes de la misma Iglesia. Porque no hay manera de seguir como se debe al Señor, sino desprendiéndonos de toda preocupación material y grosera. Ahora, en cambio, los sacerdotes de Dios están pendientes de la vendimia y de la siega, y de los negocios de compra y venta. (...) De ahí el enorme descuido de las Escrituras, la tibieza de nuestras oraciones y la negligencia en todo lo demás. Porque no es posible dividirse para ambas cosas con la conveniente diligencia.
Juan Crisóstomo, Homilía sobre Mat [M.G. 58:762-763]
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PIE DE PÁGINA

[1] Recomiendo los libros de: Eduardo Hoornaert. LA MEMORIA DEL PUEBLO CRISTIANO. Buenos Aires: Paulinas, 1985 y O MOVIMENTO DE JESUS. Petrópolis: Vozes, 1994;
[2] Las citas han sido tomadas de: Paul Christophe. PARA LEER LA HISTORIA DE LA POBREZA. Navarra: Verbo Divino, 1989; Martin Hengel. PROPIEDAD Y RIQUEZA EN EL CRISTIANISMO PRIMITIVO. Bilbao: Desclée de Brouwer, 1983; Sigfrido Huber. LOS PADRES APOSTÓLICOS. Buenos Aires: Desclée de Brouwer, 1949; y Juan Leuridan. JUSTICIA Y EXPLOTACIÓN EN LA TRADICIÓN CRISTIANA ANTIGUA. Lima: Centro de Estudios y Publicaciones, 1980.



SEÑALES, OBEDIENCIA Y LA VENIDA DE JESÚS.

Una propuesta de lectura de Marcos 13.


PLANTEAMIENTO DEL TEMA

Cada vez que algo “grande” sucede en el mundo (una catástrofe, una pandemia, una guerra, etc.,) surgen preguntas por todos lados y los cristianos no siempre tenemos las respuestas, mucho menos de forma inmediata. Sin embargo, ha sido una tentación constante a lo largo de la historia responder de forma tremendista y alarmante “basados” en algún texto apocalíptico, sea del libro del Apocalipsis de Juan o alguno tomado de los “pequeños apocalipsis” (como son Marcos 13, Mateo 24 y Lucas 21).

En lo personal creo que ninguno de los libros bíblicos mencionados tiene que llevarnos por el camino del pesimismo o el alarmismo, dado que dichos textos no fueron escritos para fomentar ello. Por el contrario, los textos apocalípticos nos hablan de la perseverancia de los cristianos en tiempos difíciles, además que nos recuerdan que Dios lo tiene todo bajo control pues es él quien dirige la historia según su plan redentor. Nuestra respuesta obediente a ese plan es lo que hace la diferencia respecto a aquellos que no tienen esperanza (1 Tes 4:13).

MARCOS 13: PRECISIONES DEL RELATO

Para la presente reflexión he tomado Marcos 13, dado que según la tradición cristiana y la erudición bíblica -a partir de los datos que ofrece el mismo libro bíblico- el Evangelio de Marcos es el más antiguo de los cuatro canónicos que se encuentran en el Nuevo Testamento. Y aunque le daré poca atención a los tecnicismos propios de la exégesis, será inevitable el consultar el texto original en griego (1). Debo indicar, además, que este Evangelio -al igual que los otros tres- tiene una clara estructura literaria en la cual hay que enmarcar el capítulo 13 para su correcta comprensión.

En el texto griego el capítulo 13 comienza con la partícula “Y”. Originalmente se lee “Y saliendo” (Kaí ekporeuoménou), con lo que Marcos 13 “se presenta como complemento conclusivo de la sección anterior (11,12 – 12,44) y, más ampliamente, del segundo periodo del evangelio (8,31 – 13,37). Por otra parte, el v. 1 cierra el paréntesis abierto en 11,15, donde se señalaba la entrada de Jesús en el templo” (2). Efectivamente, Marcos 13 es parte de esa sección del Evangelio donde la confrontación entre Jesús y el templo de Jerusalén se hace muy evidente. La sección (caps. 15 y 16) termina con la muerte y resurrección de Jesús, la cual muestra también el poder de Dios quien lleva a cabo su plan redentor a pesar de la oposición de los poderes religiosos y políticos. 

Pero el contexto inmediato anterior (cap. 12) nos lleva a una escena (vv. 38-44) donde Jesús y sus discípulos han observado cómo una viuda a quien los escribas le han robado su propiedad (v. 40) deja -sin tener la obligación de hacerlo- dos monedas pequeñas como ofrenda en el “arca del templo” (v. 42, gazofilakiou, en griego). Dicha viuda había dejado todo su sustento (v. 44) en ese cofre administrado por el poder religioso, a quienes poco antes Jesús había incomodado al afectarles el pingue negocio con su acción profética (11:15-19). Esta es la última escena antes del capítulo 13 y muy probablemente Jesús abandona el templo enojado por lo que ha visto (3), a la vez que deja una lección: “esta pobre viuda echó más que todos los que han echado en el arca … de su pobreza echó todo lo que tenía” (v. 43-44).

PROPUESTA DE LECTURA: SEÑALES Y OBEDIENCIA

El relato de Marcos 13 fue posible gracias a las preguntas que le hicieron tres de sus discípulos quienes estaban preocupados por la destrucción anunciada (vv. 1-2) del templo de Jerusalén: “¿Cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?” (vv. 3-4). Jesús les va a defraudar en la primera pregunta: “Pero de aquel día y de la hora NADIE SABE, ni aún los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre” (v. 32). Pero respecto a la segunda pregunta Jesús mencionará varias señales a lo largo de este capítulo. 

Una de las formas tradicionales de leer Marcos 13 ha sido el fijarse en las “señales”, pero esto es un grave error hermenéutico. La razón es la siguiente: una señal siempre es una advertencia de algo. Y lo que importa realmente es ese “algo” al que apunta la señal. Como el sentido común indica, de no hacer caso a la señal (o señales) algo lamentable o irreparable puede suceder. Pero ¡Cuánto cristiano hay que prefiere mirar las señales y no a lo que está indicando! ¡Cuántos sermones se predican fijándose tan sólo en las señales para generar miedo o angustia en los oyentes! Veamos las SEÑALES (algunas de ellas agrupadas) de Marcos 13:

v. 6 – “Vendrán muchos en mi nombre diciendo: yo soy el Cristo; y engañarán a muchos” (vv. 21, 22 – “Si alguno os dijere: Mirad, aquí está el Cristo; o, mirad, allí está, no le creáis. Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas, y harán señales y prodigios, para engañar, si fuese posible, aun a los escogidos”)
v. 7 – “Oigáis de guerras y de rumores de guerras” (v. 8 – “Se levantará nación contra nación y reino contra reino”)
v. 8 – “habrá terremotos en muchos lugares, y habrá hambre y alborotos”
v. 9 – “Os entregarán a los concilios y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí” (v. 11 – “cuando os trajeren para entregaros”; v. 13 – “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre”)
v. 12 – “Y el hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo; y se levantarán los hijos contra los padres, y los matarán”
v. 14 – “La abominación desoladora del que habló el profeta Daniel”
v. 19 – “días … de tribulación” (v. 24 – “tribulación”)
vv. 24, 25 – “el sol se oscurecerá y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas”

Estas son todas las señales del capítulo y abarcan ocho situaciones: falsos mesías (dimensión política-religiosa); guerras (dimensiones geopolítica-militar-social); catástrofes en la naturaleza y sus secuelas (dimensiones ecológica-económica-social); peligros y riesgo de muerte en los discípulos de Jesucristo (dimensiones misiológica-martirial); traiciones y muertes entre hijos y padres (dimensiones moral-legal-social y con graves consecuencias en el honor familiar); cumplimiento de las profecías relacionadas al fin de los tiempos (dimensión escatológica); tribulación (dimensión socio-económica, ya que literalmente debe leerse “opresión”, en griego thlipxis); y alteraciones en el cosmos previas a la venida de Cristo (el Hijo del Hombre), v. 26.

A pesar de lo indicado, hay que estar atentos ante las señales (y no tan sólo preocupados o alarmados). Es interesante observar que el Evangelio de Marcos subraya en este mismo capítulo los mandatos de Jesús. Y, como sabemos, los mandatos son imperativos a cumplir y no es algo que se debe tomar como una simple sugerencia. Los mandatos que aparecen son distintos -a veces recalcados más de una vez- y tienen que ver con distintos áreas o momentos de la vida cristiana. Los MANDATOS (también agrupados) son:

v. 5 – “Mirad que nadie os engañe” (v. 9 – “Pero mirad por vosotros mismos”; v. 21 – “no le creáis”; v. 23 – “Mas vosotros mirad”; v. 33 – “Mirad, velad y orad”; v. 35 – “Velad”; v. 37 – “Velad”) – “Cuídense ustedes mismos” (Versión “Dios habla hoy”)
v. 7 – “No os turbéis”
v. 10 – “Y es necesario QUE EL EVANGELIO SEA PREDICADO antes a todas las naciones” (vinculado al v. 9 – “para testimonio de ellos”, es decir, los gobernadores y reyes; v. 11 – “eso hablad”)
vv. 14, 15, 16 – “Huyan a los montes” … “no descienda a la casa, ni entre para tomar algo de su casa” … “no vuelva atrás”

En el relato, además, aparecen referencias a los “días” (vv. 19, 20, 24), que son previos a “aquel día” (v. 32), el cual no es sino una forma de anunciar el “fin” (vv. 7, 13, télos en griego, en sentido de “consumación”), o la venida de Cristo. En el capítulo 13 de Marcos éste es el punto culminante, el momento decisivo (4). Hay señales que apuntan a ella y nunca deben opacar los mandatos o distraernos de ella. Si bien es cierto que, en algún sentido, es “más fácil” mirar las señales que obedecer al Señor, no podemos cruzarnos de brazos como cristianos. Hay mucho que hacer como anunciar la buena noticia del Reino de Dios que llega de forma definitiva en Jesús.

LA “VENIDA” DE JESÚS

Una palabra griega en el Nuevo Testamento para referirse a la segunda venida de Jesús es parusía (2 Tes 2:1), el cual era una voz muy usada en la antigüedad para referirse a la llegada de un rey a una localidad, mostrando de esa manera su señorío o soberanía. Otra palabra griega usada es epifanía, que se traduce por “presencia” o “manifestación” (2 Tim 4:1). Y aunque el apóstol Pablo hace uso de ambas, es de observar que en Mc 13:27 se utiliza una palabra griega diferente: erjómenon que literalmente significa “viniendo” (el mismo verbo se utiliza en los vv. 35 y 36 aunque en otros modos). 

Más allá de la voz griega usada en Marcos 13, hay que decir que siempre hubieron intentos de “espiritualizar” o “metaforizar” la segunda venida de Jesús. Los paladines del intento de quitarle veracidad a la segunda venida de Cristo son los escépticos y los teólogos liberales de siempre. Ambos comparten el dogma de la increencia por “lo sobrenatural” y los milagros en la Biblia, además que incorporan la categoría “mito” en su discurso o análisis. Dicho esto, debo decir que en el cristianismo primitivo -los padres apostólicos en particular- se creyó firmemente en dicha venida de Cristo de forma literal (5), aunque con el tiempo hubo algunos desvíos en el contexto de los padres apologistas (6).

Una pregunta de fondo que tenemos que hacernos es: ¿Para qué viene el Señor por segunda vez? Para poner fin al pecado del mundo, a su corrupción, a la maldad reinante, y con ello traer la esperanza cristiana que se hace historia: el Reino de Dios. No hay que olvidar que en Marcos 13 hay cuatro convicciones: 1) La historia un día llegará a su fin, un día llegará la vida definitiva; 2) Jesús volverá y sus seguidores podrán ver su rostro; 3) Jesús traerá consigo la salvación anhelada; y 4) Las palabras de Jesús “no pasarán”, es decir, no perderán su fuerza salvadora. (7)

COMENTARIOS FINALES

Marcos 13 no responde a todas nuestras preguntas. Eso es obvio. Por lo mismo no debemos imponerle un esquema escatológico por más que nos parezca el más coherente con la enseñanza bíblica. Nuestros esquemas deben ser alimentados por Marcos 13, no al revés, en el espíritu de la teología bíblica. 

Es curioso que Marcos 13 habla sencillamente de la “tribulación”, a diferencia de Mateo 24:21 donde se prefiere usar la expresión “gran tribulación” (thlipxis megále). No sé cómo explicarlo y el conocimiento del griego no ayuda en este caso. No es un asunto de pericia en el idioma sino de hermenéutica.

Marcos 13 no pretende alarmar a nadie (v. 7). Por el contrario, quiere que los discípulos de Jesús tengan los ojos bien abiertos a las señales antes de su segunda venida, y los oídos atentos a sus mandatos. No ver las señales y no obedecer a Jesús puede ser fatal. La obediencia es una forma de expresar nuestra esperanza en la plenitud del Reino de Dios.

¿Qué nos dice Marcos 13 en el contexto en que un virus puede afectar seriamente a un porcentaje alto de la humanidad? Que es una de las varias señales previas a la manifestación gloriosa de Jesús, el Hijo del Hombre. Pero en medio de esto tenemos que mantenernos firmes y obedientes a Aquel que trae su Reino de manera definitiva.

Notas bibliográficas:

(1) Elsa Támez e Isela Trujillo. EL NUEVO TESTAMENTO GRIEGO PALABRA POR PALABRA. INTERLINEAL GRIEGO-ESPAÑOL. Brasil: Sociedades Bíblicas Unidas, 2012. No ignoro que en Marcos 13 hay estructura concéntrica, parábolas, referencias al libro de Daniel y a algunos apócrifos, etc. No olvide el lector que se trata de una reflexión pastoral y no un artículo académico.

(2) Juan Mateos. MARCOS 13. EL GRUPO CRISTIANO EN LA HISTORIA. Madrid: Cristiandad, 1987, p. 80. La vetusta traducción de REINA-VALERA (1892), al igual que la actual BIBLIA TEXTUAL, traduce bien el inicio del capítulo 13: “Y saliendo del Templo” (v. 1). 

(3) Fernando Belo. LECTURA MATERIALISTA DEL EVANGELIO DE MARCOS. Navarra: Verbo Divino, 1975, p. 293.

(4) Guillermo Cook y Ricardo Foulkes. MARCOS. COMENTARIO BÍBLICO HISPANOAMERICANO. Miami, FL: Caribe, 1990, p. 318.

(5) Alcañiz, S. J. y L. Castellani. LA IGLESIA PATRÍSTICA Y LA PARUSÍA. Buenos Aires: Paulinas, 1962.

(6) Brian Daley. ORIGENS DA ESCATOLOGIA CRISTÁ. A ESPERANZA DA IGREJA PRIMITIVA. São Paulo: Paulus, 1994, pp. 40-46.

(7) José Pagola. EL CAMINO ABIERTO POR JESÚS. MARCOS. Bilbao: Desclée de Brouwer, 2011, pp. 226-227.


LIBRO: "CONGRESO PROTESTANTE DE POCITOS"

Recomiendo este Libro para su lectura:

El Congreso Protestante llevado a cabo en Pocitos, Uruguay, 1925, da cuenta del movimiento evangélico y su labor en esos años. 

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El “Reino de Dios” en la teología y misiología de la Fraternidad Teológica Latinoamericana. Una propuesta de lectura.


    La preocupación por saber a dónde va la historia no es una curiosidad filosófica ociosa. Es una expresión necesaria que nace de la convicción de que Dios ha obrado en la historia pasada y ha prometido continuar activo entre los hombres. Si Dios es la clase de Dios-activo-en-la-historia de quien la Biblia nos habla, entonces la preocupación por el curso de la historia no es en sí misma ni ilegítima ni irrelevante.
John Yoder [1] 

Planteamiento del tema

El tema es vasto y sólo me limitaré a las décadas del setenta al noventa, es decir cubriré treinta años del quehacer teológico y misiológico de la FTL. Este análisis, sin embargo, solamente ofrece una pincelada, por razones de tiempo y espacio. La cita de Yoder pretende llevarnos al tema de fondo cuando hablamos del Reino de Dios en América Latina. Mi propuesta es que en las teologías latinoamericanas (ya sea las teologías de la liberación o la contextual de la FTL) la teología del Reino ha estado vinculada -y a veces condicionada- a determinadas interpretaciones de la historia. Y es, en esa interpretación o lectura que se han articulado los modelos de misión (la “misión integral” en el caso de la FTL).

“Teología” y “misiología” en la FTL

La FTL desde sus inicios (1970) se ha entendido como un espacio de reflexión en torno a la misión de la iglesia y como una plataforma de diálogo interdisciplinaria vinculada en sus inicios, aunque no de forma exclusiva, a la Comunidad Internacional de Estudiantes Evangélicos (CIEE) [2] . Si bien es cierto que la práctica de la misión y la reflexión de la FTL estaban en evidente ruptura con algunas misiologías nor-atlánticas, también se debe subrayar que una de sus preocupaciones se relacionaba con las propuestas teológico-políticas del movimiento Iglesia y Sociedad en América Latina (y posteriormente con las de las teologías de la liberación). En ese sentido, la FTL nació como una alternativa teológica y misiológica, es decir nació militante, crítica y polémica. 

Samuel Escobar, en un libro escrito a fines de los noventa, hace un recuento de lo que fue la reflexión teológica y misiológica de la FTL en las dos décadas anteriores. Dice así:
    En la década de los setenta y los ochenta, se intensificó en América Latina una búsqueda teológica vinculada a movimientos de evangelización, especialmente en el ámbito de la Fraternidad Teológica Latinoamericana y el movimiento de Lausana. Esta reflexión teológica evangélica siguió un acercamiento teológico por doble vía. Por un lado, una tarea crítica que incluía un debate continuo con dos interlocutores predominantes: las teologías de la liberación a la izquierda y la misiología gerencial de “Iglecrecimiento” a la derecha. Por otro lado, una tarea constructiva tratando de articular una teología de la misión que expresase la realidad dinámica y el ímpetu misionero de las iglesias evangélicas en América Latina, pero que tomase en serio el contexto conflictivo de la vida latinoamericana.[3]
Esta reflexión nos lleva necesariamente a momentos “clave” para articular una teología de la misión, como fue el Congreso Internacional de Evangelización Mundial en Lausana (1974), y su documento final -El Pacto de Lausana- donde la voz de la FTL estuvo presente. Desde entonces el concepto de misión se hizo más amplio, más holístico, “integral”. La influencia de Lausana 1974 fue tan grande en la FTL que el Congreso Latinoamericano de Evangelización, el CLADE II (Lima, 1979), tuvo como lema “Que América Latina escuche la voz de Dios”. Pero en la misma reflexión también se menciona la conflictividad social en el continente y las evidentes implicancias políticas (“la izquierda”, “la derecha”) de las propuestas teológicas y misiológicas mencionadas.

En todo esto se dio una tarea tanto crítica como constructiva en la FTL, de lo cual las diversas consultas -así como la producción bibliográfica de los diversos miembros- dieron cuenta de ese rico quehacer teológico y misiológico. Consultas en Lima (1972, “Ética Social”; 1972, “El Reino de Dios”), Itaicí, Brasil (1977, “El pueblo de Dios”), Jarabacoa, República Dominicana (1983, “Los evangélicos y el poder político”), Huampaní, Lima (1987, “Hacia una transformación integral”), Buenos Aires (1990, “Los cristianos frente a los totalitarismos políticos”), así como los CLADEs (Lima 1979 y Quito 1992), entre otros eventos, contribuyeron a que la FTL madure en un contexto latinoamericano siempre cambiante.[4] 

El uso de la categoría “Reino de Dios”

Surge la pregunta ¿Qué lugar tenía la categoría “Reino de Dios” en el pensamiento teológico latinoamericano y en los púlpitos evangélicos “en crisis”, al decir de la Declaración de Cochabamba (1970)? Hubo, sin duda, varias formas de entender tal categoría bíblica, en medio de las sospechas respecto a la teología del Evangelio Social de algunos misioneros, así como al uso que hacía del “Reino de Dios” el movimiento religioso Los testigos de Jehová. 

Samuel Escobar comenta que ya en la década del veinte John A. Mackay había trabajado el tema del Reino de Dios.[5] Pero respecto a la vinculación de ésta con la Iglesia, había señalado Mackay: “La Iglesia nunca debe confundir, ni permitir que los demás confundan, expresión alguna de vida política o social con el Reino de Dios. Ni tampoco deberá la Iglesia apadrinar plan alguno de orden político.”[6]  Por su parte Stanley Jones preguntaba: “¿Es el Reino de Dios una realidad? ¿Será capaz de obrar? ¿O será una idea muy hermosa pero irrealizable, a la cual se le hacen pedazos las alas frente a los rudos hechos de la vida?”[7] 

Sante U. Barbieri enseñaba por esos mismos años: “¡Venga tu Reino! Qué tremenda responsabilidad estamos contrayendo todas las veces que nuestros labios pronuncian estas palabras. Estamos confesando la existencia de un estado de cosas que es inadecuado para la vida feliz y abundante del individuo y de la sociedad. Estamos confesando la bancarrota de nuestro sistema social. (…) No hay duda de que el Reino vendrá por un doble esfuerzo: el de Dios y el de los hombres de buena voluntad. Dios hará su parte, pero los hombres deberán contribuir con la suya.”[8] Y Ángel Mergal publicó el libro El Reino permanente (Puerto Rico: Iglesia Evangélica Unida de Puerto Rico, 1965), que es una teología del Reino con un fuerte acento cristológico. 

Con estas citas de teólogos, pastores y misioneros conocidos en América Latina, he pretendido demostrar que hubieron intentos de pensar el Reino de Dios en relación a la iglesia y la práctica de la misión. No mucho después vendrían las propuestas de Iglesia y Sociedad en América Latina y de las teologías de la liberación. Éstas enseñaban, en esencia, que el Reino de Dios era realizable en la tierra, en la cual los actores políticos eran los pobres, las clases explotadas, y el resultado sería algún tipo de socialismo. Y es que para los teólogos de la liberación el Reino de Dios exigía de mediaciones históricas (el socialismo),[9]  aunque se cuidaban mucho de señalar que había una tensión entre el “ya” y el “todavía no”, pues el Reino está “en la historia” y también “más allá” (en tanto utopía). Leonardo y Clodovis Boff dicen: 
    En concreto, el reino de Dios no es simplemente una sociedad sin clases. Es infinitamente superior. La salvación no es simplemente la liberación política. Es otra cosa, algo superior. La salvación no está en el mismo nivel que la liberación. Tampoco es simplemente una liberación más profunda y radical a punto de llegar a ser salvación. Se sitúa en otro orden de realidad. Es trascendente. No hay ninguna proporción entre salvación y liberación. La salvación es obra divina y sobrenatural. La liberación es obra política e histórica.[10]
Respecto a las iglesias evangélicas, no importando el nombre de la denominación, hay que decir que tenían entre ellas un contenido más o menos similar, dado que los conservadurismos teológicos (y también los fundamentalistas) habían enseñado una teología del Reino con poca trascendencia social.[11] Y aunque esta afirmación suene lapidaria, lo cierto es que puede verificarse revisando los libros teológicos utilizados en los seminarios e institutos bíblicos, los manuales de escuela dominical, y aun los himnarios que transmitieron doctrinas por medio de los cánticos congregacionales.[12] 

Si bien el Reino de Dios en las iglesias evangélicas no fue identificado con la Iglesia (institucional), como en cierto catolicismo de Cristiandad, sí devino en una suerte de “cristocentrismo”. Jesucristo lo era todo, estaba en todo el sistema teológico. Cristo era la clave hermenéutica para comprender la Biblia. En suma, el Reino de Dios derivó -o se sintetizó- en Jesucristo quien no pocas veces fue entendido de una forma cercana al docetismo.[13] En palabras de Mortimer Arias, los conservadurismos y el fundamentalismo eclipsaban el evangelio del Reino.[14]  

Ahora, es posible que la traducción del Reino en “Jesucristo” –ya sea entendido como Salvador, sanador, juez escatológico, etc.- haya respondido a motivaciones claramente teológicas o misiológicas; pero desde una perspectiva bíblica lo concreto es que “las partes fueron tomadas por el todo, y los diversos aspectos del evangelio del Reino fueron absolutizados a costa de su totalidad”.[15] Es en este contexto teológico que la FTL fue articulando una teología de la misión que intentaba ser fiel a la Escritura en medio de las apremiante necesidades y preguntas que brotaban del contexto latinoamericano. 

Reino de Dios e historia en la FTL

Refiriéndose a los inicios de la FTL Samuel Escobar dice: “Por diversos caminos habíamos llegado los miembros de la Fraternidad a una coincidencia respecto al Reino de Dios como paradigma y clave hermenéutica para comprender no sólo el qué del Evangelio sino el cómo de nuestra presencia evangélica en América Latina”.[16] Si bien en dicho paradigma había consenso, aunque en los detalles no todos concordaran, también tenían en común la lectura respecto a lo que no era el correlato terrenal del Reino de Dios: el socialismo. Reitero, en los inicios de la FTl, es decir, en los setenta.

Pero un convencimiento como este sólo puede ser resultado de una forma de leer la historia. Es interesante observar cómo se apela -en los escritos de algunos miembros de la FTL- a N. Berdiaev y a J. Ellul, así como a teólogos con aceptación en círculos de la CIEE y a pensadores de la talla de Unamuno y J. A. Mackay, entre otros. Todos estos trasfondos, que ayudaron a dar forma a cierta lectura de la historia, creo que no han sido lo suficientemente estudiados hasta el día de hoy. Con todo, en la década del ochenta hubo una preocupación en la FTL por entender el sentido de la historia,[17] pero que fue decayendo en los noventa. Al menos en esta década no se vio el mismo interés: el contexto socio-político y el campo religioso-teológico era otro, había “un cambio de época”.

Este cambio de época afectará a la FTL. Sus miembros y los núcleos, a lo largo del continente, tendrán que enfrentar nuevas preguntas que vienen de líderes y pastores que lidian constantemente con la “restauración de la alabanza”, la “guerra espiritual” y la “teología de la prosperidad” -aparte de las “misiologías gerenciales”- cuyo origen está en el Norte. No es una coincidencia que al entrar en “crisis” los llamados paradigmas políticos-sociales se hayan abierto en la FTL, sin mucho esfuerzo, posibilidades de reflexionar en áreas poco exploradas antes, como la ecología y los nuevos sujetos teológicos (mujeres, jóvenes, indígenas, etc.), entre otros temas. Es decir, se fue pasando de un paradigma moderno a otro más inclusivo. 

Juan Inocencio, quien al momento era presidente de la comisión de historia de la FTL área andina, indicaba de manera autocrítica y con mucha razón que:
    Uno de los grandes vacíos de la teología latinoamericana es el tratamiento del tema de la historia. Nos ha faltado reflexionar más sobre la naturaleza, el sentido y el fin de la historia a partir de una correcta exégesis y hermenéutica bíblica, en diálogo con el pensamiento filosófico de la historia contemporánea y con las corrientes científicas de la historia. Los pocos teólogos que han reflexionado sobre este aspecto, lo han hecho en diálogo con los filósofos de la historia y con los historiadores positivistas y funcionalistas, que en su tiempo tuvieron vigencia académica, pero que en la actualidad ya la han perdido.[18]
En mi opinión Inocencio resumía bien un pensamiento mayoritario en la FTL, aunque ya se asomaban otras voces “renovadas”, como la de Pablo Deiros. Dice:
    Se está produciendo un cambio profundo en la cosmovisión de los cristianos. Durante siglos hemo sido presas de una aproximación racionalista al evangelio. (…) En estos años se está produciendo un cambio significativo en la manera en que los cristianos, particularmente en nuestra cultura hispanoamericana, nos aproximamos a la comprensión de la realidad y del evangelio. Estamos siendo menos racionalistas y estamos enfatizando más nuestras emociones y sentimientos. La ortodoxia está dando más lugar a la ortopraxis, es decir, prestamos más atención a nuestro actuar cristiano que a la formulación sistemática y lógica de nuestra fe.[19]
Más allá de si esta perspectiva o lectura de la historia se ajusta a la realidad o no, interesa subrayar que al interior de la FTL ya se estaban sentando las bases de un nuevo tipo praxis misionera que apuntaba al futuro. Tengo la impresión que en los noventa -al revisar las consultas de la FTL- se evitaron abordar temas como la guerra espiritual y la teología de la prosperidad, tan en boga y con gran influencia en las iglesias evangélicas (y a la vez eran portadoras de una determinada cosmovisión y modelo de sociedad).[20] Eran épocas, al parecer, de discernimiento y búsquedas de respuestas. Una anécdota: le pregunté por esos años a René Padilla por qué la ausencia de reflexión sobre esos temas. Su respuesta fue “eso es algo que deben tratar ustedes los más jóvenes”. 

Reflexiones finales 

1) Desde sus inicios la FTL ha pretendido ser una teología del Reino de Dios, y por eso justamente esta categoría bíblica ha sido discutida y articulada en algunas consultas así como en la producción bibliográfica de algunos de sus miembros (aunque en mi opinión no lo suficientemente). 

2) Ha sido prácticamente axiomático en la FTL entender que la iglesia existe para la misión, la cual se articula de forma holística o integral. En la FTL se ha afirmado repetidas veces que la teología tiene que estar vinculada a la práctica misionera de la iglesia. Esto es algo innegociable y que se debe mantener no importando si los diversos contextos sociales y culturales han cambiado. 

3) Paralelo al desarrollo del movimiento ha ido creciendo una forma de articular la teología de la misión, a la cual han aportado diversos congresos y consultas, entre los que hay que destacar Lausana 1974. Éstos nunca se entendieron como una “camisa de fuerza” sino como vehículos para pensar y hacer la misión de una manera relevante.

4) Una de las tareas pendientes -hasta el día de hoy- ha sido el articular de manera sólida una teología de la historia, la cual debe hacer justicia a la revelación bíblica y no a las ideologías de moda. Hay trabajo para los exégetas (aunque no sólo para ellos).

5) Finalmente, pensando en lo que ha sido la FTL en los últimos veinte años -y que no he abordado en esta exposición-, tendríamos que hacernos la pregunta cuánto ha madurado el movimiento o, si más bien, ha tomado otros rumbos. Me pregunto si en los núcleos actuales de la FTL, a lo largo y ancho de América Latina, se siguen afirmando las bases teológicas y misiológicas que le dieron forma al movimiento.

A mediados de los noventa Enrique Dussel reconoció que la Teología de la liberación 1 (la primera, la original) había dado lugar a una Teología de la liberación 2 (más abierta a los nuevos sujetos teológicos y más inclusiva respecto a las nuevas situaciones).[21] Poco antes uno de los padres de las teologías de la liberación, Hugo Assmann, había “hecho las paces” con el mercado (capitalista) dado que era una realidad inevitable con la que había que convivir (y articular proyectos políticos al interior de ella).[22] Todo esto se dio, como es evidente, después del derribo del Muro de Berlín (1989) y la pérdida de utopías. Pregunta, ¿se podrá pensar también que hubo una FTL1 y otra FTL2? Y si es así ¿a la FTL2 se la podrá seguir llamando FTL?
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NOTAS PIE DE PÁGINA

[1] Jesús y la realidad política. Buenos Aires: Certeza, 1985, p. 170. (Original en inglés de 1972). Este teólogo menonita participó en la Consulta de la FTL (Lima, diciembre de 1972) sobre “el Reino de Dios en América Latina”.
[2] Samuel Escobar, Pedro Arana y René Padilla tenían una fuerte vinculación con la CIEE pues ellos venían de esa experiencia misionera y teológica. Escobar, por ejemplo, señala que su ponencia en el CLADE I (Bogotá, 1969) se basó en un esquema que Padilla ya había trabajado previamente en el ámbito de la CIEE. Cf. “Heredero de la Reforma Radical”, en: René Padilla, edit., Hacia una teología evangélica latinoamericana. Miami, FL: Caribe – FTL, 1984, p.  64.
[3] Tiempo de misión. América Latina y la misión cristiana hoy. Bogotá – Guatemala: Clara – Semilla, 1999, pp. 131-132. Las cursivas son del autor.
[4] Por ejemplo, al inicio de los setenta casi toda América Latina estaba gobernada por dictaduras militares, aunque habían esperanzas de cambio político en el continente; mientras que al final de los noventa casi todos los países vivían en democracia pero en un contexto donde asomaban las crisis de los paradigmas y de las utopías sociales.
[5] En busca de Cristo en América Latina. Buenos Aires: Kairós, 2012, pp. 270-271. Cf. Juan A. Mackay. Más yo os digo. México D.F.: Casa Unida de Publicaciones, 1964 (primera edición de 1927, Montevideo).
[6] “La misión profética del cristianismo”, La Nueva Democracia, febrero de 1943, p. 4.
[7] ¿Es realidad el Reino de Dios? Barcelona: CLIE, 1988, p. 8. (Original: Is the Kingdom of God Realism? 1940). 
[8] El Padre nuestro. Buenos Aires: La Aurora, 1967, pp. 39-40, 41. (El texto original es de 1940). 
[9] José Míguez Bonino. La fe en busca de eficacia. Salamanca: Sígueme, 1977; Juan L. Segundo “Capitalismo-socialismo. Crux theologica”, en: Concilium N° 96, Madrid, 1974, pp. 403-422; Ignacio Ellacuría “Teorías económicas y relación entre cristianismo y socialismo”, en: Concilium N° 125, Madrid, 1977, pp. 282-290, entre otros.
[10] Leonardo Boff & Clodovis Boff. Libertad y liberación. Salamanca: Sígueme, 1985, 2ª edición (original en portugués, 1979), pp. 112-113.
[11] Emilio Núñez en su ponencia sobre el Reino de Dios (en la Consulta de la FTL, diciembre de 1972, Lima) sostiene que la escatología predominante que trajeron los misioneros eran futuristas y separatistas, además que “no lograron integrar su enseñanza del reino con la realidad cultural de nuestro continente.” Cf. “La naturaleza del Reino de Dios”, en: René Padilla y otros. El reino de Dios y América Latina. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1975, p. 32
[12] Cf. Alberto Roldán. Escatología. Una visión integral desde América Latina. Buenos Aires: Kairós, 2002, pp. 148-161.
[13] Cf. las críticas fundadas de Justo González (Revolución y encarnación. Puerto Rico: Librería La Reforma, 1967) y de Saúl Trinidad y Juan Stam (“El Cristo de la predicación evangélica en América Latina”, en: José Míguez Bonino y otros. Jesús: ni vencido ni monarca celestial. Buenos Aires: Tierra Nueva, 1977, pp. 77-85). 
[14] Venga tu Reino. La memoria subversiva de Jesús. México D.F.: Casa Unidad de Publicaciones, 1980, p. 24.
[15] Ibid., p. 37.
[16] Escobar, “Heredero”…, Op. Cit., p. 67. Las cursivas son mías.
[17] Baste como unos pocos ejemplos en orden cronológico: Mervin Breneman “La visión de la historia en el Antiguo Testamento”, en: Cosmovisión, historia y sociedad en el Antiguo Testamento. Lima: PUSEL, 1982, pp. 19-40; Guillermo Cook “A Bíblia, a História da Salvacao e a Consumacao do Reino”, em: Boletím Teológico N° 3, Ano 1, 1984, pp. 45-89; René Padilla “El orden político instituido por Dios”, en: Compromiso Cristiano N° 20, Buenos Aires, 1983, pp. 2-5; “El Estado desde una perspectiva bíblica”, en Pablo Deiros, edit., Los evangélicos y el poder político en América Latina. Buenos Aires – Grand Rapids, MI: Nueva Creación – William B. Eerdmans Pub. Co, 1986, pp. 23-39; Pablo Deiros “Ideologías y movimientos políticos en América Latina”, en: Pablo Deiros, edit., Los evangélicos y el poder político en América Latina. Buenos Aires – Grand Rapids, MI: Nueva Creación – William B. Eerdmans Pub. Co, 1986, pp. 271-301. (El artículo fue escrito en 1983); Rolando Gutiérrez-Cortés. “Desmitologización de la historia”, en: Educación teológica y acción pastoral en América Latina hoy. México D.F.: 1984, pp. 15-17; Samuel Escobar. “Una nueva visión de la historia”, en: La fe evangélica y las teologías de la liberación. El Paso, TX: Casa Bautista de Publicaciones, 1987, pp. 106-131; Washington Padilla. Hacia una transformación integral. Buenos Aires: Fraternidad Teológica Latinoamericana, 1989 y Juan Stam “Significado teológico de los acontecimientos históricos (Bases exegéticas para una teología evangélica de la historia)”, en: Boletín Teológico N° 29, Año 20, 1988, pp. 11-40.
[18] Juan Inocencio “La ciencia histórica y la misión de la iglesia”, en: Samuel Escobar y otros. Historia y misión. Revisión de perspectivas. Lima: Presencia, 1994, p. 95. Inocencio cita, para justificar su afirmación, a P. Tillich, W. Pannenberg, J. Moltmann, E. Brunner y Manuel Fraijó (quien ha estudiado el pensamiento de Panneberg). Este libro recoge las ponencias de miembros de la FTL (J. Inocencio, S. Escobar y Estuardo McIntosh) que se presentaron en la Primera Consulta Misiológica Interamericana, en Chaclacayo, Lima, mayo de 1993. La Consulta fue organizada por el Centro Evangélico Misiológico Andino Amazónico (Lima) y el Seminario Teológico Bautista del Este (Filadelfia, EE.UU.).  
[19] Pablo Deiros. Protestantismo en América Latina. Nashville, TENN: Caribe, 1997, pp. 97-98.
[20] Hubieron, sin embargo, algunas excepciones como el núcleo de la FTL en Buenos Aires, quienes realizaron una consulta en 1997 sobre el tema del “avivamiento”. Las ponencias aparecieron en el Boletín Teológico N° 68, Tomo 29, octubre-diciembre de 1997. En octubre de 1997 el núcleo de la FTL en San José abordó los temas mencionados a partir de la ponencia de Martín Ocaña ““Guerreros y Banqueros de Dios. Un análisis teológico de la guerra espiritual y la teología de la prosperidad” (citado en: Elsa Támez “La teología del éxito en un mundo desigual. Relectura de Proverbios”, en: RIBLA N° 30, Quito, p. 26).
[21] “Transformaciones de los supuestos epistemológicos de la Teología de la Liberación (Las Trece tesis de Matanzas)”, en: José Duque, edit., Perfiles teológicos para un Nuevo Milenio. San José: DEI, 1997, pp. 29-39.
[22] Hugo Assmann “Aspectos de la dinámica interna del diálogo entre René Girard y teólogos de la liberación”, en: Hugo Assmann, edit., Sobre ídolos y sacrificios. René Girard con teólogos de la liberación. San José: DEI, 1991, p. 69.

RUBEM ALVES: EL GUERRERO QUE ADMIRO

Rubem Alves
Esta reflexión apareció en un dossier cuando Rubem Alves cumplió 80 años. Sí, admiro a Alves y nada más que eso. Y aunque él ya no está su obra permanece y muchos seguiremos bebiendo de ella. Lamento que en un Estado en Brasil recientemente se haya prohibido sus obras. Nada podrá detener al genio.

Si hubiese una palabra que sintetice lo que pienso y siento respecto a la obra del maestro Rubem Alves sería, sin duda alguna, la palabra GRACIAS. Realmente me siento agradecido a este maestro de quien no aprendí en las aulas sino a través de su amplia producción bibliográfica en estas últimas casi tres décadas. 

Sucede –y creo no ser el único- que aprendí a leer historia, literatura, sociología, etc., con ojos ajenos, mediatizado primero en el seno del hogar y luego en los espacios institucionales que se llaman “educativos”, sean éstos escuelas o facultades universitarias. Pero ¡cuánto nos condicionan estos espacios! ¡Y cuánto nos distorsionan, a veces sin percatarnos de ello!

En la biblioteca de la institución donde hice el bachillerato no había nada de Alves. Absolutamente nada. Él era uno de esos autores ausentes y/o vedados. Su nombre infundía no poca alarma sino hasta espanto en la facultad. Alves era en definitiva un nombre peligroso. Y junto a él estaban Gustavo Gutiérrez, Hugo Assmann y José Míguez Bonino. Afortunadamente los censores habían escuchado poco o nada de Paul Lehmann, Hans Küng, Karl Rahner y Richard Shaull… 

Tiempo después hice la licenciatura en otra institución. Allí sí habían algunos escritos de Alves en español, portugués e inglés, lo cual me obligó –con deleite- a ampliar mis conocimientos de los dos últimos idiomas para poder leerlos. Pero siempre tuve la impresión que pocos eran los alumnos y los profesores que lo leían. No había censura pero sí una indiferencia hacia sus escritos. No recuerdo ningún sílabo haciendo mención de Alves en bibliografía alguna. Luego entendí el por qué: un destacado profesor comentó en clase, con aire de superioridad, que Alves “no es pertinente para el quehacer teológico latinoamericano”.

¿No pertinente? Esa respuesta no sólo no me satisfizo sino que me indignó porque me parecía bastante injusta. Pero sin proponérselo el profesor resumió una actitud generalizada en ciertas teologías que de “latinoamericanas” sólo tienen el nombre y que más bien son tan dogmáticas y solemnes como aquellas que critican. Haríamos bien en recordar la opinión de José Míguez Bonino, quien ha dicho que “la inspiración de Alves está indisolublemente ligada a la realidad latinoamericana”.

Si la teología brota de la vida humana en sus diversas experiencias y concreciones, y no sólo de la “praxis liberadora” ¿Por qué cerrarse a la polifonía de la vida? ¿Por qué menospreciar el perfume, la belleza, la alegría, la poesía, la eroticidad, el baile, la comida, el arte, la imaginación, en definitiva, el amor y la vida? ¿No es para eso, acaso, que anhelamos la libertad de todos? ¿No es que para eso supuestamente se hacen las revoluciones? La satisfacción de las necesidades y la danza no se oponen ¡Se necesitan! Así, al menos, lo aprendí de Alves.

¿Por qué las censuras? ¿Por qué las indiferencias? ¿Por qué las inquisiciones sin hogueras? Dios quiere que pensemos e imaginemos proféticamente lo que aún no vemos, lo que anhelamos con ansias, no por un defecto de ideología de pequeña-burguesía mal entendida, sino porque ella se encuentra en el origen de toda gestación, de toda creación y de todo renacimiento. ¿No soñaron los profetas hebreos, acaso, con un Reino de Vida donde todas las personas coman y beban con alegría del fruto de su trabajo?

No puedo estar más de acuerdo con Alves cuando dice que “un Dios que me impide pensar es un Dios que no merece mi respeto”. ¡Pero ciertas instituciones y teologías con presunciones de universalidad -un virus muy extendido- han pretendido en nombre de “Dios” silenciar las voces alternas! Dios, el “Gran Misterio” nunca puede ser enjaulado por ningún discurso, ni siquiera por el teológico. Por ello es que la exploración de nuevos lenguajes –tan trabajado por Alves desde su disertación doctoral- es una tarea inconclusa como desafiante.

Con Alves comprendí, además, que habían otras formas de leer a San Agustín, Barth y Moltmann, y que no había irreverencia alguna en citar a Wittgenstein, Marx, Kolakowski o Nietzsche (de hecho en mi tesis de maestría comienzo con una cita de este último). Y aprendí, sobre todo, que quien lee sólo teología no sabe de teología. De ahí la necesidad de bucear en otros mares y de descubrir la belleza de esas profundidades. Antoine de Saint-Exupéry, Ezra Scotland, Thomas Mann, entre otros, desde entonces han estado entre mis preferidos.

Necesitamos hoy lenguajes que comuniquen con claridad y pasión lo concreto de la vida humana. Existe, sin embargo, mucho ruido teológico (y no teológico) en la presente época de incertezas orientadas. Hay excesivos sonidos pero con poca significación. Las palabras y los conceptos están siendo asombrosamente deteriorados. Y con ello los deseos y los sueños más profundos están siendo colonizados por los viejos y los nuevos poderes que no creen en la plenitud de vida para todos.

“Yo mismo soy lo que soy por los escritores que devoré”, ha dicho con acierto Alves. Y a eso puedo añadir que hay más de una generación que somos lo que somos –en América Latina y fuera de ella- porque devoramos a Alves lejos de las aulas, a espaldas de todo escolasticismo, con frecuencia a escondidas y en soledad o con cómplices que compartían nuestros sufrimientos y sueños. Leímos y leemos a Alves algunas veces con nostalgia, pero no pocas veces con ilusión, sonrisas y carcajadas por el fino humor –era todo un maestro en ese arte- con que nos desafía una y otra vez a vivir y amar la vida en toda su plenitud.

De mis lecturas de Alves concluyo que Dios no puso en el huerto del Edén a una pareja de teólogos (o sociólogos o psicólogos) para que reflexiones sobre él. Dios creó a un varón y una mujer para que se complementen, para que disfruten del sexo, para que bailen, para que hagan poesía, para que tengan hijos, para que disfruten del trabajo no alienado, para que sueñen juntos, para que se amen y vivan en libertad. Ese es el Paraíso, el proyecto de Dios. ¿O acaso hay otro? Necesitamos retornar del Desierto al Paraíso…

En la tradición japonesa la vejez es una señal de status y al que corresponde un trato deferente. En Occidente, por el contrario, el ser viejo se relaciona a un estereotipo poco deseado. Se cree que éstos son cansados, fastidiosos, y utilizan su tiempo de manera poco productiva, entre otras cosas. Bueno, Rubem Alves no cabe en este imaginario. Dice Oliver Sacks, el famoso neurólogo inglés quien superó los ochenta años, que él encuentra placer en la vejez y que éste es un tiempo de pleno esparcimiento y libertad. Pienso que debemos creerle.

Alves ha ofrendado con gratitud su vida a la Vida. Ha dado –y sigue dando- mucho más de lo que él imagina a las personas que lo admiran y que lo censuran. Ha sido y es un guerrero a quien admiro. Nos ha hecho soñar con la libertad. Esa libertad que se saborea, que se siente y que nos baña con su fragancia. Por eso mi homenaje y agradecimiento.


¡Gracias maestro Alves!

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