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jueves, 5 de marzo de 2020

VIVIENDO EL DISCIPULADO RADICAL


Dr. Juan Stam
Juan Stam, de origen estadounidense aunque nacionalizado costarricense, es un pastor, teólogo y biblista con una respetable y fecunda producción bibliográfica. Ha escrito diversos libros y artículos que dan cuenta de su preocupación por temas y situaciones que atravesamos las iglesias evangélicas. Le hice una entrevista tocando temas apremiantes y le puse el título que está a la vista. La entrevista apareció en una revista de difusión continental, aparte de un periódico evangélico en Lima.


VIVIENDO EL DISCIPULADO RADICAL

Dr. Juan Stam (Costa Rica)

MARTÍN: Juan, esta pregunta parte del hecho concreto que un sector de la Iglesia en América Latina considera que basta identificarnos como "cristianos", a secas, sin apellido alguno. ¿Cree usted que realmente importa reconocerse como "evangélico"? ¿Existiría algún peligro en no reconocernos como tales?

JUAN: Creo que el legado de la Reforma (luterana, calvinista y anabautista) y del movimiento wesleyano tiene mucho que aportar a la comunidad creyente, como una modalidad específica de ser cristiano. "Evangélico" es la categoría más definida de los dos términos; no se puede ser evangélico sin ser cristiano, pero me parece que se puede ser cristiano sin ser portador de la gran tradición evangélica, de la que debemos sentirnos orgullosos y la que debemos confesar con confianza y alegría. (Es importante aclarar, sin embargo. que este sentido del término "evangélico" no es de ninguna manera idéntico con los "evangelicals" de los Estados Unidos, a los que en algunos casos hay que cuestionar cuán evangélicos realmente son). Tampoco basta sólo llamarse evangélico; de lo que se trata es vivir las buenas nuevas de la gracia de Dios, fieles a las exigencias del discipulado radical.

MARTÍN: Las estadísticas actuales muestran el enorme crecimiento, sobre todo en América Latina, de iglesias "pentecostales" así como de iglesias "neopentecostales". ¿Cuáles serían las diferencias más marcadas entre ellas?

JUAN: Creo que tenemos que rescatar la palabra "pentecostal" (o la "pentecostalidad"). Según el capítulo 2 de los Hechos, una comunidad es pentecostal cuando experimenta (1) la vivencia de los dones, el poder y el fruto del Espíritu (Hch 2:1-13), (2) la exposición fiel y cristocéntrica de la Palabra (2:14-41), y la práctica radical del Jubileo (2:42-47). Sin esos tres requisitos, ninguna comunidad tiene derecho de llamarse pentecostal.

En cuanto a los dones carismáticos, la iglesia primitiva se movía entre los dos extremos del anti-pentecostalismo de Tesalónica (1 Tes 5:19-21) y el ultra-pentecostalismo de Corinto (1 Cor 12-14). Ambos son nocivos. El anti-pentecostalismo es estéril, y por su mucho temor apaga al Espíritu. El ultra-pentecostalismo pierde el equilibrio bíblico, descuida la enseñanza cuidadosa y coherente de la Palabra (1 Cor 14:15), y con su sensacionalismo emociona pero no edifica.

No conozco definiciones precisas y fijas entre pentecostalismo y neopentecostalismo. En parte, el neopentecostalismo puede verse como ultra-pentecostalismo, sin cierta disciplina y sensatez que la experiencia había enseñado a los pentecostales clásicos. Pone un énfasis exagerado en los demonios y los exorcismos, da gran importancia a las unciones (por ejemplo de las paredes de un nuevo local de cultos), a menudo tiene líderes autoritarios (que a veces se declaran apóstoles), y suele dar énfasis desproporcionado a la guerra espiritual, la prosperidad, y otras modas pasajeras.

MARTÍN: Muchos líderes sostienen que actualmente las iglesias evangélicas en América Latina están experimentando un gran "avivamiento" espiritual. ¿Cree que es así? ¿Cuáles son los criterios bíblicos de un verdadero avivamiento?

JUAN: Lo que las iglesias evangélicas latinoamericanas están experimentando es un crecimiento numérico fenomenal, lo que no es igual que un avivamiento. Mucho del crecimiento está concentrado en los sectores menos bíblicos y fieles del neopentecostalismo. Muchas veces el crecimiento lleva más de ambiciones de poder y privilegio, que de obediencia radical a los mandatos éticos del evangelio. Nuestra iglesia más bien necesita urgentemente un avivamiento, un mover del Espíritu de Dios, o bien podemos terminar siendo la religiosidad popular del siglo XXI, como lo ha sido el catolicismo en el pasado.

MARTÍN: En las iglesias evangélicas, hasta donde yo recuerdo, siempre se predicó acerca del conflicto espiritual así como de la bendición material de Dios. Estos dos temas -como es evidente- hoy se sobredimensionan tanto en el púlpito como en todo aspecto de la vida cristiana. ¿A qué cree que se deben esos énfasis?

JUAN: En el fondo, creo que son productos atractivos en el mercado religioso y se deben sobre todo al "evangelio de ofertas" de la gracia barata. La teología de la prosperidad ofrece riqueza, sin las demandas éticas del evangelio; la guerra espiritual ofrece poder, victoria, y explicaciones simplistas de todas las manifestaciones de maldad. Tiene un poco del deporte y del placer o emoción que muchas personas sienten en los conflictos bélicos. Más de una persona me ha dicho que "me gusta la guerra espiritual"; ¡lo disfrutan! Son victorias de batalla fácil, que cuesta poco, pero a ellos no se les ocurre, o no se atreven, confrontar las potestades y fuerzas malignas dentro del sistema y en los centros de poder político y económico, como fue el imperio romano para Juan de Patmos.

Hace varias décadas gran parte de los evangélicos ha estado viviendo de modas pasajeras, como fiebres que vienen y se van. La mayoría vienen del norte, por libros, revistas, o muchas veces por casetes y audífonos pegados al oído. Comenzó con "Health and Wealth" (Salud y riqueza), después "Name it, Claim it" (Nómbralo, reclámalo, que era bastante fuerte por ejemplo en Guatemala), después la teología de la prosperidad, la guerra espiritual, los espíritus territoriales, la tumbada de gente y el movimiento de nuevos apóstoles. Todas esas modas pierden el equilibrio global de la enseñanza bíblica, y algunas son claramente anti-bíblicas y hasta heréticas. Emocionan a sus adeptos pero no edifican a la iglesia. Para mí, son síntomas no sólo de inmadurez sino de enfermedad bíblico-teológica y espiritual.

MARTÍN: Usted, que es un estudioso del Apocalipsis, ¿considera que en este libro se encuentran -como sostienen algunos predicadores- las claves para derrotar al diablo y la visión perfecta de la prosperidad que Dios quiere para sus hijos?

JUAN: De prosperidad, ¡no encuentro nada! Para Cristo, la iglesia pobre de Esmirna era muy rica, y la iglesia rica de Laodicea era miserable. La Nueva Jerusalén es una visión de abundancia, pero para todos, no la riqueza egoísta de unos pocos a expensas de otros e indiferente a la miseria de los demás. Y según el Apocalipsis, el dragón ya está derrotado, y volvemos a derrotarlo sobre todo entregando nuestras vidas aun hasta el martirio.

MARTÍN: La predicación y la práctica de lo que se conoce como "guerra espiritual", así como de las "leyes de la prosperidad" ¿qué aportes estarían dando a la reflexión teológica en América Latina?

JUAN: ¡Muy poco! La "guerra espiritual" nos hace recordar que existe un enemigo y estamos en lucha, pero lo plantea en forma desenfocada. Para el Apocalipsis, la guerra espiritual tiene carácter predominantemente político y anti-imperialista.  Otro tanto para la teología de la prosperidad. Su pequeño aporte es hacernos pensar en lo económico, pero igual, todo lo tiene desenfocado. Sacraliza el egoísmo, la ambición personal frente a los demás. Olvida el principio bíblico de la igualdad económica, repetido por Pablo dos veces en un solo versículo (2 Cor 8:14) y practicado en la comunidad pentecostal (Hch 2:44-45; 4:32, "nadie decía ser suyo propio nada de lo que poseía"). La teología de la prosperidad es la de la prosperidad capitalista, de la propiedad privada, no de la prosperidad bíblica de la igualdad, donde no debe haber menesterosos.

MARTÍN: Es interesante observar cómo en los últimos años se ha estado abordando el tema de la cultura desde la perspectiva de la misión. ¿Cree usted que los cambios culturales en América Latina, particularmente la globalización del mercado, afectan los criterios del quehacer misionero?

JUAN: Sí, sin duda afectan, y deben afectar. Pero, ¿cómo deben afectar? Por una parte, debemos apoyar la globalización de la justicia (caso Pinochet, Corte Internacional de la Justicia), del amor y la igualdad, y del evangelio mismo. Pero debemos luchar contra la abrumadora concentración del poder en unos pocos países, y pocas manos dentro de esos países, que es realmente un anti-globalización. Luchar también contra el neoliberalismo, con su "No hay alternativa". Estos cambios culturales, sociales y económicos, nos llaman a la misión integral hoy más que nunca.

MARTÍN: En América Latina tiene mucha influencia la literatura estadounidense de iglecrecimiento, así como sus más destacados oradores. Incluso, ya en esta parte del continente existen expertos en crecimiento de iglesia en base a técnicas de mercadeo. ¿Encuentra algún tipo de relación entre la teología de la prosperidad y el iglecrecimiento?

JUAN: Los veo distintos pero a menudo se juntan, por una razón sencilla: el mensaje de prosperidad es popular y llena los templos.

MARTÍN: Finalmente ¿A qué nos está desafiando en el campo de la misión, en términos generales, el actual panorama religioso de América Latina?

JUAN: Nos reta al discipulado radical y costoso, hasta dar la vida si es necesario (1 Juan 2:28 - 3:18). Nos reta a la misión integral, "el evangelio completo", como enseñan las Escrituras. Nos reta a entender claramente y a fondo los tiempos que vivimos y sus cambios rápidos y radicales. Nos reta a entregar la vida entera a Jesucristo como Señor de nuestra existencia y Señor de la historia. "¡Qué tremendos, decisivos, los presentes tiempos son!". Estos tiempos demandan de la iglesia una presencia profética en medio de la historia.

MARTÍN: Muchas gracias Juan.



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