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jueves, 12 de marzo de 2020

“HOY” EN EL EVANGELIO DE LUCAS

El Evangelio de Lucas cuenta cómo los relatos en torno a Jesús muestran un concepto del tiempo de Dios. Para los evangelios Dios se ha hecho presente en la historia por medio de Jesús, quien vino anunciando su Reino, es decir, su autoridad, su señorío sobre todos y sobre todo. Y lo hizo con demostraciones de poder (milagros, sanidades, expulsión de demonios, etc.), pero también trayendo consuelo y esperanza a las personas que abrieron su corazón y le recibieron con fe. Una de las verdades del evangelio es que Dios ha actuado (en el pasado), sigue actuando (en el presente) y aun actuará (en el futuro) conforme a su plan redentor. 

Observemos cómo el evangelista Lucas nos recuerda algunos eventos en torno al Señor Jesús. “Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido HOY, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor.” (Luc 2:10-11). Y al escuchar esa voz los pastores fueron apresurados a buscar a ese bebé que era la gran esperanza para Israel y el mundo entero. Años después cuando Jesús inicia su ministerio lee al profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.” Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: “HOY se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.” (Luc 4:18-21). Tanto el contenido de la profecía como el ungido (Jesús) es lo que causa asombro y conmoción en los testigos ahí en la sinagoga de Nazareth. El Reino de Dios viene a traer consuelo, perdón, sanidad y libertad, pero no en un futuro remoto sino HOY. Así lo dijo Jesús. Y ese HOY es algo que se da en las condiciones concretas de sus oyentes. 

Pero el Reino de Dios, como indicamos, se manifiesta en señales de poder: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: HOY hemos visto maravillas.” (Luc 5:24-26). La experiencia de ver las maravillas de Dios debe llevar a un reconocimiento y agradecimiento HOY, no mañana. Dios reclama nuestro asombro y nuestra gratitud HOY. 

Pero Jesús también enseñó a orar a sus discípulos. Parte de esa oración dice: “Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo HOY.” (Luc 11:2-3). Jesús nunca enseñó a orar “Llévanos a tu Reino”. No. El cristiano debe clamar que venga ese Reino maravilloso de Dios. El Reino es también para el aquí y el ahora. Cierto es que el Reino será pleno en un futuro, pero hay que vivir ese futuro desde HOY. Y Dios quiere que gocemos también de las bendiciones materiales, del alimento que evidencia su amor y provisión. Por eso es que hay que orar para que él provea el pan de cada día. El pan lo necesitamos ciertamente, HOY. Y cada día es un HOY continuo, pues el alimento lo necesitamos cotidianamente. Dios se preocupa, entonces, por el HOY y por el MAÑANA de los que son sus hijos.

Una de las bendiciones del Reino de Dios es ver que las personas dejan su pecado y se vuelven a Dios. Eso se llama en el lenguaje bíblico “conversión”. En el tiempo de Jesús un grupo de funcionarios trabajaban para Roma haciendo el trabajo de cobrar impuestos, es decir le sacaban a los judíos hasta el último centavo para entregarlo a los romanos, que eran los invasores de Israel. Algunos de estos funcionarios sacaban su tajada de dicho dinero cobrado al pueblo. Uno de esos era Zaqueo. Éste un día invitó a Jesús a su casa y el Señor le habló muy claro sobre el pecado que él cometía. “Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: HOY ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.” (Luc 19:8-9). Zaqueo prometió devolver lo robado. Prometió restituir a sus víctimas y Jesús al ver esa decisión aseguró que la salvación había llegado a Zaqueo y su casa. HOY ha venido la salvación porque tomó la decisión correcta de dejar el pecado. Esta historia, sin duda, debe actualizarse en el HOY de muchas personas que aún no han permitido que Jesús entre en sus vidas ni en sus casas.

Finalmente, está la historia del “ladrón arrepentido” (en realidad era un revoltoso social) quien estaba crucificado junto a Jesús. Él sabía que -según la ley romana- era culpable de lo que se le acusaba y que, a diferencia de Jesús, él sí debía pagar con su vida por lo que había hecho contra Roma. Pero estaba al lado del que no cometió pecado alguno, y le suplicó diciéndole: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que HOY estarás conmigo en el paraíso.” (Luc 23:42-43). Las palabras de ese hombre condenado indican que sabía de Jesús -si no nunca le hubiera hecho petición alguna- y sabía de su Reino y de su plenitud futura. Es posible, incluso, que alguna vez le haya escuchado de forma personal. Y Jesús le respondió con misericordia. Le aseguró que estaría desde ese mismo día en su Reino. Le aseguró el HOY abriéndole así la puerta de entrada a la ETERNIDAD.

El evangelio de Lucas es realmente sorprendente al contarnos acerca del HOY de Dios. Pero más sorprendente es el mismo Dios quien envió a su Hijo a dar vida nueva a todos los que se le acercan con fe. El mensaje y las promesas de Jesús no son para un futuro del cual no sabemos nada aún. La palabra de Dios es para HOY, y por eso desafía a los seguidores de Jesús a vivir de una forma que agrade al Señor.

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