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viernes, 2 de abril de 2021

JESÚS Y LOS QUE PASARON DEL MIEDO A LA ADORACIÓN

TEXTO BÍBLICO (Mateo 14:22-33)

“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo. Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario. 

Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar. Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo! ¡Yo soy, no temáis! 

Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron (prosekúnesan), diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios”. (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Este relato tiene dos partes que se distinguen y complementan entre sí: los vv. 22-23 preparan el camino para “lo central” de la historia (Jesús adorado y reconocido como “Hijo de Dios”, vv. 24-33).

“En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca…” (v. 22)

Jesús mientras estaba en Nazaret (14:12) se enteró de la muerte de Juan el profeta, que sucedió en la cárcel ubicada en Jerusalén (14:10). Tal fue el impacto emocional -recuerde que Juan era su pariente- que buscó alejarse de todo para estar solo. Se subió a una barca y volvió a Capernaum (14:13), pero la gente que ya lo conocía (13:2) no le dejó que haga duelo: le siguieron. A esas multitudes les alimentaría (14:21). Pero había quedado algo pendiente, dado que fue interrumpido, y para retomarlo tenía que despedir tanto a sus discípulos como a la multitud (14:22).

“subió al monte a orar aparte … estaba allí solo” (v. 23)

Ahora sí, cuando estuvo solo, Jesús se puso a orar. ¡Jesús necesitaba orar! Y es que, definitivamente, hay momentos en que se necesita estar solos, alejado de los demás, por más que sean personas que se ama (como los discípulos, en este caso) o que te siguen (como las multitudes a Jesús). El dolor muchas veces hace que las personas busquen esos momentos que nadie debe interrumpir. ¡Jesús era tan humano! Tal vez por eso entendía tanto a las personas.

Aclaración bíblica: El relato acerca de Jesús caminando sobre las aguas -por más que parezca un milagro, dado que Jesús quiebra las leyes de la naturaleza al realizar tal acción- intenta más bien mostrar realmente quién era. Efectivamente, Jesús se muestra de manera similar al “Yo soy” (el Dios eterno) del Antiguo Testamento manifestando su gran poder. Se trata de una “teofanía”, es decir una manifestación de Dios a los suyos, como Jehová a Moisés en el Horeb. 

En ese sentido “Jesús se autopresenta con una expresión que en otros textos bíblicos se atribuye a Dios: Yo soy. Y además, aparece andando sobre las aguas. Aunque el hecho se puede catalogar como milagro, aquí quizá es mejor hablar de teofanía, (…) la escena tiene rasgos de aparición más que de milagro”. (García 2015:262-263). No asombra, por ello el lenguaje usado por Mateo para referirse a Jesús. Nos hace recordar la acción de Dios en el Antiguo Testamento.

Sanidades en Genesaret: “Y terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret. Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos; y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos”. (Mat 14:34-36, RV 1960).

De esta manera “se cierra” el relato acerca de Jesús en el mar (o lago) de Galilea y las poblaciones de alrededor. Genesaret era una llanura bastante fértil en la orilla noroeste del lago. Jesús, al ser reconocido por las personas de esa región, hizo diversas sanidades. El relato que continúa (15:1-20) sucede aún en Genesaret, y de ahí se irá a la región costera donde se encuentran las ciudades de Tiro y Sidón (15:21).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

“la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas” (v. 24)

Jesús había obligado (enánkasen) a los discípulos que suban en la barca apenas terminaron de comer (v. 22), para así llegar a la otra ribera antes que sea muy de noche (v. 22), pero tal cosa no sucedió dado que el viento y las olas lo impedían (v. 24). ¿Cuánto tiempo estuvieron en medio del lago los discípulos luchando con el viento en contra? La cuarta vigilia (v. 25) hace referencia al sistema romano de dividir la noche en cuatro “vigilias”, es decir aquí el reloj va entre las 3.00 a.m. y las 6.00 a.m.

“Jesús vino a ellos andando sobre el mar” (v. 25)

Si Jesús despidió a sus discípulos, digamos a las 7.00 u 8.00 p.m., eso da como promedio siete u ocho horas como mínimo que ellos estuvieron en medio del lago y, tal vez, buena parte de ese tiempo sin poder avanzar, es decir impedidos de llegar a la otra ribera. Fue en ese momento que Jesús se les acercó a ellos, para lo cual tuvo que caminar sobre el mar. Todo esto sucedió en medio de la oscuridad, lo cual provocó una reacción en sus discípulos: gritaron de susto ¡Un fantasma! (v. 26).

La voz griega que aparece aquí es fántasma (“espíritu”, “fantasma” en nuestras culturas contemporáneas), y hace referencia a la creencia popular judía de que los espíritus malignos habitaban las profundidades del mar quienes ocasionalmente se aparecían a sus víctimas. (Carter 2007:455). Por otro lado, los discípulos eran dados a ciertas creencias. Cuando vieron a Jesús resucitado lo primero que pensaron fue que era un espíritu (pneuma, Luc 24:37), y cuando María hizo referencia a Pedro liberado de la cárcel dijeron que era “su ángel” (hó angelós, Hch 12:15). Con todo, en medio del lago y con una oscuridad reinante se dieron el susto de sus vidas (“gritaban de miedo”, PDT).

“Ir caminando sobre el mar es algo que hace Dios y que expresa su soberanía sobre el mar y la creación. Véase Job 9,8; Sal 77,16-20 (relativo al éxodo), pasajes donde, respectivamente, se emplea el mismo verbo (caminar) y el mismo nombre (mar) que aquí. Esta es una actividad propia de la divinidad, no de seres humanos, y lo subraya el mismo Dios al preguntar a Job (38,16): [Acaso] ¿has caminado por el fondo del abismo? Caminando sobre el mar, Jesús hace lo que Dios. Manifiesta la presencia divina y evidencia el reinado de Dios sobre el mar y todas las fuerzas de oposición que el mar representa. Elimina lo que impide avanzar a los discípulos, permitiéndoles la prosecución de su viaje”. (Carter 2007:455).

“¡Tened ánimo! ¡Yo soy, no temáis!” (v. 27)

Jesús les dio palabras de ánimo a los discípulos (“Tranquilos, soy yo”, PDT). No debían temer. El que estaba caminando sobre las aguas era Jesús mismo, quien se acercó y se identificó como el “Yo soy” (egó eimí). Jesús-Dios habló a quienes ya habían experimentado en esas mismas aguas su gran poder al calmar una tempestad (8:23-27). Todo eso debió darles una gran tranquilidad.

“Jesús se identifica hablando como lo hace Dios. Cita las palabras de la revelación divina: Yo soy. Véase Ex 3,14 (a Moisés antes del éxodo); Is 41,4; 43,10; 47,8.10 (a Israel en el destierro, anticipando la liberación del segundo éxodo y el regreso a la patria). Esa expresión revela la presencia salvífica de Dios (como la autorización de Jesús en 1,21, también 11,25-27) en circunstancias angustiosas”. (Carter 2007:456).

“Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (v. 28)

Ahora el relato se centra en Pedro y Jesús (vv. 28-32). La petición de Pedro resulta algo insólito. Eí sú eí (“si tú eres”, RV 1960) también puede traducirse “puesto que tú eres” (Cf. 4:3, 6). Esto cambia entonces el sentido, pues no se trataría de una duda (“si eres tú”) sino de algo que Pedro entendió bien (“ya que tú eres” o “puesto que tú eres”). Esta certeza es lo que le mueve a hacer tal osada petición. Dicho sea de paso, nadie que duda pediría caminar sobre unas aguas aún turbulentas (v. 30).

El sentido entonces es: “Puesto que he entendido que tú eres el Yo Soy, el Señor, permíteme que vaya hacia ti caminando sobre estas aguas” (v. 28). ¿Qué motivos, respecto a los demás discípulos, tenía Pedro al hacer esta petición? ¿Le ganó su temperamento, siempre dado a figurar por sobre los demás? ¿Quería demostrar que tenía más fe que ellos? Lo cierto es que Jesús le permitió ir hacia él (v. 29), pero Pedro no estaría sobre las aguas por mucho tiempo. 

Pedro tuvo inicialmente fe en Jesús, por eso salió de la barca. De no haberlo tenido jamás hubiera puesto un pie en el agua. Pero no tuvo suficiente fe como para llegar hasta Jesús. Mientras su mente le decía “avanza”, sus ojos le decían algo distinto al ver el mar agitado (“pero al ver el fuerte viento”, v. 30). Entonces su fe tambaleó y comenzó a hundirse. Pedro prefirió ver la dificultad antes que a Jesús. En ese momento gritó: ¡Señor, sálvame! (v. 30). 

“¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (v. 31) 

Jesús no iba a permitir que Pedro se ahogara, por eso le extendió la mano. Atendió su clamor desesperado. “Las manos de Jesús han sido instrumentos de curación (8,3.15; 9,18.25) y de identificación de los suyos (12,49). Ahora salvan a un discípulo”. (Carter 2007:457). Pero Jesús salva a Pedro reprochándole con una afirmación y con una pregunta. No es que Pedro no tuvo fe, tuvo poca fe. ¿Su poca fe se relacionará con las supersticiones que todavía tenía?

Pedro tenía una certeza en que Jesús era el Yo soy, el Señor. De hecho, así lo llamó (v. 28). En su petición a Jesús, es decir en sus palabras, muestra su fe. El punto es que no ha calculado -dado que le gana la emoción- que una petición como esa presupone una fe sostenida y sólida, una fe que enfrenta el fuerte viento y las aguas agitadas. Y es que su fe debe vencer sus temores. En este relato lo contrario a la fe es el miedo, la duda. Cuando abundan éstas la fe siempre será “poca”.

Curiosamente la poca fe de Pedro contrasta con la fe grande del centurión (8:10) y con la de la mujer enferma de flujo de sangre (9:22). Pedro se parece, en el fondo, a los paisanos de Jesús (13:58). Irónicamente Pedro será testigo, poco tiempo después en tierras paganas (Tiro y Sidón), de la gran fe de una mujer de origen cananeo, es decir pagana (15:22) a la cual Jesús elogia (“grande es tu fe”, 15:28).

“los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: verdaderamente eres Hijo de Dios” (v. 33)

Una vez que Jesús estuvo en la barca “se calmó el viento” (v. 32). El peligro de los discípulos, y particularmente el de Pedro, desapareció con la presencia del Yo soy en medio de ellos, quien una vez más los salvó (8:25-26). “Mateo concentra su relato en la persona de Cristo, cuyos discípulos van a descubrir nuevamente, en el esfuerzo y la duda, su autoridad soberana y su voz apaciguadora”. (Bonnard 1976:335).

Al final los discípulos pasaron del miedo, del pavor, a la adoración. Se postraron ante Jesús (prosekúnesan) diciéndole “verdaderamente eres Hijo de Dios”, es decir “realmente eres el Mesías, el que trae el Reino de Dios”. Si antes se habían preguntado “¿Qué hombre es éste?” (8:27), pues ahora tenían la respuesta. 

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Aunque el relato muestra los temores de los discípulos, lo que el evangelio resalta es la persona de Jesús, quien no sólo aparece como “tan humano” (buscando la soledad para orar), sino como “tan divino” (el Yo soy). La manifestación de su poder logra arrancar una confesión de fe en sus discípulos: Jesús es el Hijo de Dios.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

La necesidad de buscar los espacios para orar en soledad, sobre todo cuando hay momentos difíciles o grandes necesidades.

Jesús viene al rescate de sus discípulos, tiende la mano para sacarnos de las situaciones angustiosas a causa de nuestra poca fe.

Jesús merece ser adorado, es decir reverenciado y confesado. Cuando somos zarandeados y salvados, ¿quién es Jesús para nosotros? ¿cómo confesamos nuestra fe?

Lecciones para todos:

Con Jesús nuestros miedos desaparecen. Oír su voz, ver que está cerca a nosotros, incluso recibir su reprimenda, nos da una seguridad y paz que nadie la puede dar.

Tenemos la necesidad de aprender a enfrentar los problemas y los desafíos con fe. Pero no con “poca fe”. Es que Jesús el Hijo de Dios elogia a los que tienen una “gran fe”, porque cuando ésta opera se producen grandes cambios.

Fuentes usadas

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

García, Marta. (2015). Mateo. Navarra: Verbo Divino.

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