Salmos 42 – 43
Ahora bien, leyendo los Salmos 42 y 43 juntos, encontramos un poema, un himno que “expresa la nostalgia y el deseo de volver al templo” (La Biblia del Peregrino. Bilbao: Mensajero, 2002, p. 1284), bajo el siguiente esquema: Primera estrofa (42:1-4) / Estribillo (42:5); Segunda estrofa (42:6-10) / Estribillo (42:11); Tercera estrofa (43:1-4) / Estribillo (43:5). Como se comprueba al leer el texto, cada estrofa tiene un contenido particular que se complementan, mientras que el estribillo es el mismo en los tres versículos citados.
Ahora, hay que cuidarse de leer el Salmo imponiendo una dicotomía en el ser humano que el Antiguo Testamento desconoce. El término “alma” (nephesh) no es “la parte inmaterial”, “lo interno” o “lo espiritual” del ser humano. No. Es el ser vivo en sí (Gen 2:7), “completo”. Sí hay que decir que, en este Salmo, el término “alma” implica “toda la afectividad de la persona que aspira a un encuentro con Dios.” (La Biblia Latinoamérica – Formadores. Navarra: Verbo Divino, 2004, p. 1441).
La primera estrofa (42:1-4) menciona la gran necesidad del salmista de estar en la presencia de Dios (42:2b). La figura de la cierva sedienta (en el hebreo la voz es femenina) en busca de agua lo dice todo. Esa presencia se halla en la casa de Dios, el templo (42:4; 43:4). ¿Por qué esa necesidad? Porque, como todos, el salmista también pasa momentos de angustia, en este caso a causa de burladores blasfemos, enemigos (42:3, 9, 10; 43:1). La segunda estrofa (42:6-10) indica el abatimiento espiritual del salmista. A pesar de ello, el cántico y la oración estarán en sus labios (42:8). Resulta importante destacar que el sufrimiento personal lo lleva a buscar a Dios. Gran lección para los cristianos de todos los tiempos.
La tercera estrofa (43:1-4) es un clamor, una petición, para que Dios lo defienda de sus enemigos (43:1). El salmista se sabe seguro en Dios (43:2a). Con todo aparece un lenguaje de reclamo (“¿Por qué me has desechado?”, 43:2; “¿Por qué te has olvidado de mí?”, 42:9). Lenguaje que grafica bien el interior del salmista en su dolor y que aparece también en el estribillo: “¿Por qué te abates, oh, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí?” (42:5, 11: 43:5). Son preguntas de introspección que a veces no tienen una respuesta rápida y fácil. Lo que sí hay es una certeza: se debe seguir confiando en Dios, el cual es para los creyentes “salvación mía y Dios mío”.
Pastor, Martín Ocaña