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lunes, 26 de octubre de 2020

JESÚS SE ENCUENTRA CON DOS ASPIRANTES A DISCÍPULOS

TEXTO BÍBLICO

“Viéndose Jesús rodeado de mucha gente (ójlon), mandó pasar al otro lado. 

Y vino un escriba y le dijo: Maestro (didáskale), te seguiré (akolouthéso) adondequiera que vayas. Jesús le dijo: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; más el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza. 

Otro (héteros) de sus discípulos (mathetón) le dijo: Señor (Kúrie), permíteme que vaya primero y entierre a mi padre. Jesús le dijo: Sígueme (akoloúthei moi); deja que los muertos entierren a sus muertos”. (Mateo 8:18-22)

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Aunque el relato no hace precisiones respecto al lugar (geográfico) donde ocurre este encuentro, queda claro que Jesús no quiere que la muchedumbre lo presione. Si leemos el contexto literario anterior, el gentío sabe del poder de Jesús, por tanto es posible que ellos quieran recibir también un milagro de sanidad. Jesús entonces decide cruzar el lago. Él no ha venido sólo a sanar enfermedades físicas. Su Reino es mucho más que eso.

Al evangelista Mateo le interesa mostrar en este relato las demandas de Jesús al seguimiento o discipulado. Cierto es que Jesús ha logrado evadirse de la multitud que lo rodeaba, pero ahora le es imposible esquivar a dos personas sobre quienes giran las voces griegas akolouthéso y mathetón, indicando con ello de qué se trata esta historia.

El escriba y el discípulo que se acercan a Jesús son desemejantes en relación a Jesús. Tanto así que la voz griega que se utiliza para “otro” (v. 21) es héteros, o sea alguien completamente diferente (y no állos, es decir alguien distinto pero del mismo grupo). Dado que ambos se dirigen a Jesús de manera diferente -el primero con una promesa y el segundo con una petición- las respuestas que reciben también serán distintas. 

Veamos de manera más precisa. El comentario que hace Jesús al escriba (v. 20) no significa que literalmente él no tiene una casa donde ir a dormir cuando cae la noche. Le está indicando, de forma figurada, lo duro que puede llegar a ser su discípulo. A veces no habrá ni las comodidades mínimas. De hecho, Jesús sí tenía dónde reposar la cabeza dado que le esperaba una casa para ello (9:28; 13:1, 36; 17:24-25). 

Por otro lado, el comentario de Jesús al discípulo (v. 22) es duro en extremo. Le exige que deje ese vínculo con su familia de origen, dado que el discipulado significa asumir una familia subrogada, es decir de reemplazo (la familia del Reino de Dios). Esta exigencia de Jesús aparecerá nuevamente en este evangelio, aunque en relación a otras personas (10:34-39; 19:29). 

Algunos comentaristas opinan que Jesús vio que los lazos familiares, en algunos casos específicos, estaban resultando un obstáculo insalvable para seguirle en la extensión del Reino de Dios, lo cual explicaría estas exigencias que parecen “radicales” (pero que ayudan a tomar una decisión definitiva).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

“Maestro” (v. 19)

Llama la atención que un escriba se dirija a Jesús llamándolo didáskale. Primero, porque el escriba era también un maestro, aunque con una función distinta a la de sus colegas fariseos. Segundo, porque a Jesús se dirigen con ese término generalmente los que lo adulan. Éstos, según el evangelio de Mateo, nunca llaman a Jesús rabí (rabbeí) sino didáskale (12:38; 17:24; 19:16, 22:16). Resulta irónico comprobar que quien sí se dirige a Jesús como rabí sea Judas, el que lo traicionó (26:25, 29).

“te seguiré (akolouthéso) adondequiera que vayas” (v. 19)

¿Qué pretende el escriba al hablarle así a Jesús, en tono de promesa? ¿Creería que el ministerio de Jesús consistía sólo en hacer milagros y ser popular entre la población? ¿Tendría idea que Jesús finalmente iría a la cruz? Tal parece que el escriba o está probando a Jesús a ver qué le responde frente a tan grandes palabras que le acaba de decir, o sus palabras son sinceras sólo que no tiene idea alguna de lo que implica ello. Como fuese, Jesús le hará “pisar tierra” al escriba.

“el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” (v. 20)

Muchas veces de esta expresión se ha deducido que Jesús en su ministerio carecía con frecuencia de un lugar donde reposar, lo cual es un error como ya indicamos. (Ahora bien, esto no excluye que alguna vez haya tenido que pasar algún tipo de necesidad). Por otro lado, no se puede pasar por alto el hecho que Jesús afirma que él -y no otro- es el Hijo del Hombre, es decir él es el Mesías anunciado por los profetas (8:17). Ese título Jesús lo empleó en relación a sus sufrimientos como Mesías, por lo que no asombra que aquí sea utilizado adrede para enfatizar un tipo de carencia. Después de esta respuesta el escriba desaparece de la escena, no se sabe más de él.

“permíteme que vaya primero y entierre a mi padre” (v. 21)

Estas palabras las dice alguien que es un mathetón, un discípulo que reconoce a Jesús como Kúrie, es decir como “Señor”. Para este discípulo, entonces, está claro que Jesús no es sólo un didáskale. Ha comprendido, a diferencia del escriba, que Jesús es Kúrie y por tanto que es el Hijo del Hombre, el Mesías. La pregunta es ¿por qué le hace este pedido a Jesús? Parece que este discípulo

    Quería estar en conformidad con la ley judía que demandaba la presencia de los hijos en el funeral de los padres. Quería estar en armonía con lo que la comunidad consideraba aceptable y correcto. Quería mantener el prestigio que tenía ante su familia y sus relaciones. [Tenía un] excesivo respeto a la aprobación social.” (Mario Veloso. Mateo. Contando la historia de Jesús Rey. Buenos Aires: ACES, 2006, p. 81).

Aunque hay comentarios bíblicos que sugieren que el padre del discípulo estaba vivo aún y que el pedido era sólo una excusa para apartarse por un tiempo del discipulado, debe indicarse que esto es tan sólo una suposición, es decir de algo que no se puede comprobar.

“Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos” (v. 22)

Akoloúthei moi (sígueme) son palabras que Jesús, poco más adelante, repetirá para llamar a Mateo (9:9). La diferencia entre Mateo y el de 8:21 es que éste ya era un discípulo. ¿Por qué este mandato de Jesús a seguirle si ya era uno de los suyos? Por la petición que le hizo a Jesús parece que este discípulo era alguien que luchaba entre su obediencia a Jesús y los vínculos con su familia y la red social de la que formaba parte. (B. Malina & R. Rohrbaugh. Los evangelios sinópticos y la cultura mediterránea del siglo I. Navarra: Verbo Divino, 1996, p. 352). 

Es decir, se trata de un discípulo que, aunque confiesa ortodoxamente a Jesús (Kúrios), cuando llega el momento de la prueba tiene una lucha interna la cual exterioriza con su petición. Quiere “quedar bien” con Jesús y a la vez “cumplir” con su familia. Y la respuesta de Jesús no es “Ve, entierra a tu padre, pero vienes lo antes posible”. No. Su respuesta es dura, tajante. Es que Jesús con frecuencia intenta ayudar a sus discípulos a que se definan de una vez por todas. El discípulo del relato posterga el seguimiento y con ello deja de ser un seguidor de Jesús. Y es que Jesús y su Reino siempre demandarán “un compromiso sin reservas”. (Donald Carson. O Comentário de Mateus. São Paulo: Shedd Publicacoes, 2010, p. 252).

 Como bien ha indicado Armando Levoratti: 

    es importante advertir que Cristo establece aquí una jerarquía de valores. Frente al reino de Dios que llega, el discípulo tiene ante sí un trabajo más urgente que ausentarse para satisfacer un rito social, por sagrado que sea. El que sigue a Jesús debe estar dispuesto, si fuera necesario, a cortar con todo lo que constituía su vida pasada, aun con las relaciones de parentesco. El apego a la propia familia no puede estar por encima de la adhesión a Jesús. (“Evangelio según san Mateo”, en: A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2007, 2ª edición, p. 325).

Pero ¿quiénes son los muertos que deben enterrar a sus muertos? Jesús o está hablando de forma irónica -dado que es imposible a un muerto realizar acción alguna- o está hablando metafóricamente, es decir los que deben enterrar son los muertos “espirituales”. En este caso, un “muerto espiritual” sería alguien que antepone excusas -familiares o de cualquier otro tipo- para postergar su seguimiento a Jesús. Un “muerto espiritual” es alguien que quiere seguir a Jesús pero a su modo y en el tiempo que considera oportuno. Al final, como es evidente, no llega a ser un verdadero discípulo del Reino de Dios.

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Dado que las palabras principales del relato giran en torno al seguimiento a Jesús y al discipulado, tenemos que decir que para el Señor es importante que los suyos entiendan -desde el inicio, desde el primer contacto con él- que su Reino tiene no sólo grandes promesas y esperanzas, sino también grandes exigencias. Ser discípulo de Jesús es una bendición cuando nuestra entrega a él es total.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

A veces Jesús se aparta de las personas que la rodean, dado que quiere evitar ser reducido a las ideas que tienen sobre él esas mismas personas. En el relato se sugiere que en Jesús hay un intento de escapar (v. 18), cosa que recién podrá hacer (v. 23) después de ser abordado por el escriba y el discípulo (vv. 19 y 21). ¿Jesús querrá hoy tomar distancia de aquellos que “lo rodean” -o congregan en su nombre- para exigirle que haga algo a lo que él no está necesariamente circunscripto? 

Con frecuencia Jesús nos recuerda lo que significa seguirle a él: escasez de cosas básicas o elementales, riesgos diversos, distanciamientos de quienes queremos, pérdidas de bienes simbólicos (sociales), etc. Todo lo que estimamos podría llegar a ser, en un determinado momento, un obstáculo para ser sus discípulos y ser parte del Reino de Dios.

Acerca del escriba:

Las palabras que decimos muchas veces nos atan a ellas y luego no hay otra alternativa que ser consecuentes. Pronunciar grandes promesas obliga siempre a cumplir con lo dicho. El escriba, a todas luces, no era prudente con sus palabras. Le dijo públicamente a Jesús que le seguiría a todo lugar, pero después de la respuesta que recibió desaparecerá de la escena. ¿No sería mejor ser juiciosos y prudentes cada vez que le hablamos al Señor? 

Acerca del discípulo:

Seguir a Jesús y buscar su Reino es una prioridad (6:33), no es algo accesorio a la vida cristiana. Querer escudarse en una responsabilidad social o familiar para postergar el seguimiento a Jesús, con frecuencia revela que no se ha entendido la importancia y urgencia del Reino de Dios para la vida personal, la sociedad y la historia. El discípulo del relato se autoexcluye voluntariamente de los auténticos discípulos Jesús, quienes ahora deben continuar con la misión (v. 23).

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