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sábado, 5 de junio de 2021

JESÚS Y LOS “POSTREROS” DEL REINO DE DIOS


TEXTO BÍBLICO (Mateo 19:13-30)

“Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el Reino de los cielos. Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí.” (vv. 13-15)

“Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.” (vv. 16-22)

“Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el Reino de los cielos. Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el Reino de Dios. Sus discípulos, oyendo esto, se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible. Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos? Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros.” (vv. 23-30). (RV 1960).
 
CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Nuestro texto une dos historias que a primera vista parece que no tiene nada que ver una con otra: aparecen niños (paidía, vv. 13, 14) y un joven (neanískos, vv. 20, 22). No es coincidencia que en el relato anterior (vv. 1-12) el Señor haya enseñado acerca del matrimonio citando Gen 1:27, donde el varón y la mujer reciben inmediatamente la orden de “fructificad y multiplicaos, llenad la tierra” (Gen 1:28), es decir reciben el mandato de formar familia (donde evidentemente se espera que lo integren niños y jóvenes).

Será por eso que los vv. 13-30 están en continuidad con los vv. 1-12. Observe el inicio de los vv. 13 y 16: “Entonces”, “Y mira” (Tóte, Kaí idoú). Al final este amplio relato será complementado con una parábola (20:1-16), el cual concluye (20:16) con la misma lección del 19:30 (los postreros llegan a ser primeros en el Reino). Incluso, el [Dios] bueno (“ninguno hay bueno sino uno”, eís éstin hó agadós, 19:17) es figurado en la parábola como el hombre, el jefe de familia que es bueno (“yo bueno soy”, egó agadós eími, 20:15).

El relato tiene cuatro momentos o “secciones” que se distinguen nítidamente y se complementan a la vez: Jesús y los niños (19:13-15); Jesús y el joven rico (19:16-22); Jesús y sus discípulos (19:23-30) y Jesús enseña el Reino de Dios mediante una parábola (20:1-16). Descontando a la parábola, la sección más amplia es el tercero, es decir donde Jesús instruye a sus discípulos. 

Un tema recurrente en el relato es el Reino de los cielos (o Reino de Dios, v. 24). Las referencias a él están en las cuatro secciones del relato (19:14, 21, 23, 24 y 20:1). Esto no debe perderse de vista, pues se trata de entrar al Reino o quedar fuera de él. No es un tema más para reflexionar, en él se decide el presente y el futuro. En este relato también encontramos otros términos o expresiones que son equivalentes del Reino de los cielos: vida eterna (vv. 16, 29), entrar en la vida (v. 17), el cielo (v. 21), ser salvo (v. 25), la regeneración (v. 28).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR 

“le fueron presentados unos niños (paidía)” (v. 13)

Ya antes el Señor había puesto a los niños como ejemplo de humildad (18:4) o pequeñez (18:6) para entrar al Reino de Dios. Ahora el Evangelio de Mateo describe algo que debe haber ocurrido varias veces: a Jesús le llevaron unos niños para que él los bendiga (imponerles las manos orando a la vez por ellos). Pero lo que debió ser algo común se tornó en una situación fastidiosa: los discípulos regañaron a quienes llevaron los niños.

¿Qué pasó? ¿Qué incomodó tanto a los discípulos para que tomen esa actitud? Parece que aquí “los discípulos se guían por los valores de la familia patriarcal y tratan de excluir a los niños, tan poco importantes socialmente. (…) Cuesta tiempo y esfuerzo desprenderse de los viejos esquemas” (Carter 2007:556). Por eso es que “Jesús no aprueba la conducta de sus discípulos. Al contrario, aprovecha la ocasión para transmitir una enseñanza sobre el modo de recibir el reino de Dios” (Levoratti 2007:367), de allí que afirme rotundamente que de los niños “es el Reino de los cielos” (v. 14).

Nuevamente, “como en 18,1-6, los niños representan a los carentes de poder, los marginales, los insignificantes, los que suponen una amenaza, los extraños al grupo, los débiles, los pequeños” (Carter 2007:557). Son todo lo contrario a lo que representa el joven rico del relato siguiente (vv. 16-22). A los niños ya les pertenece el Reino, mientras que el joven rico debe procurarlo. Se cierra esta primera sección con Jesús imponiendo las manos sobre los niños. Después de esto el Señor proseguirá su camino (v. 15).

Nota: Muchas deducciones se han hecho de este texto. Se enseña que los niños son inocentes, no tienen pecado, no tienen conciencia, etc., por lo que de forma automática ya serían salvos. Incluso algunos dicen “a partir de x años un niño ya está en condiciones de aceptar al Señor”. Pero nada de eso dice el versículo 14. Sólo dice que fueron llevados ante Jesús para que los bendiga, cosa que sucedió (v. 15). De este pasaje también se deriva la práctica de “dedicar a los niños” en un culto, donde el pastor recibe en sus brazos al bebé y ora por él (o ella) y sus padres para que lo guíen en el camino del Señor. Pero “dedicar” un bebé al Señor nunca debe entenderse como un bautismo, o como que ya está asegurado su salvación. 

“¿Qué bien haré para tener la vida eterna (zoén aiónion)?” (v. 16)

En este segundo relato aparece un joven rico (vv. 20, 22), quien se acercó al Señor Jesús para preguntarle lo que debía hacer (poiéso, v. 16) para conseguir la vida eterna. Desde ya la inquietud del joven es algo extraña, dado que en el imaginario social los ricos ya tenían ganado el cielo. La evidencia de que Dios estaba con ellos era su prosperidad material. Pero Jesús orienta al joven diciéndole que debe cumplir los mandamientos, no “en general” sino aquellos relacionados al prójimo (vv. 18-19).

“Jesús lo remite al Decálogo, especialmente a los mandamientos que requieren relaciones interpersonales basadas en el respeto y la justicia (Ex 20,12-15; Dt 5,16-20), un punto clave en la obtención y uso de los bienes. Y dijo Jesús: “No matarás (cf. 5,21-26), no cometerás adulterio (cf. 5,27-30; 19,3-12); no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre” (15,1-9). A esto añade Jesús el resumen de Lv 19,18: “Y amarás a tu prójimo como a ti mismo” (5,43; 7,12; 22,37-39). Fiel a su aseveración de 5,17-20, Jesús no deroga los mandamientos.” (Carter 2007:560).

“Si quieres ser perfecto (téleios eínai)…” (v. 21)

Se observa que el joven es algo impetuoso (y aparentemente legalista). Ni bien Jesús le dice que obedezca los mandamientos ya le está preguntando ¿cuáles?, como si acaso no estaría lo suficientemente claro. ¿O le enojó que Jesús no le diga “cumple las tradiciones”? Luego, ni bien el Señor le menciona los mandamientos específicos, ya le está diciendo que todo eso lo ha cumplido. Y todavía añade ¿Qué más me falta? (v. 20). Da la impresión que se trata de un joven que se cree cumplidor y “perfecto”. Por eso Jesús le habla en su propia lógica, de lo contrario ¿qué sentido tendría el decirle “si quieres ser perfecto”?

Significado de téleios: “Este adjetivo significa “completo”, “sin defecto”, “pleno”, “perfecto”, “realizado”, “eficaz”, “maduro”, “supremo” y tal vez “entregado”. (…). En la LXX téleios, tiene sentidos tales como “sin mancha”, “indiviso”, “total”. (…) El uso que Mateo le da conlleva un significado similar al de la LXX: “entero”, “perfecto” o “total”. Por esto, el joven rico aún no posee una “perfecta” obediencia a Dios (Mt 19:20). Dios nos trata a nosotros de forma perfecta, y nosotros debemos ser perfectos en nuestro trato hacia Dios y hacia los demás (Mt 5:48). Nuestro total amor debe abarcar incluso a nuestros enemigos.”  (Kittel & Friedrich 2002:1146).

Si el joven realmente cree ser teléios, entonces debe ajustarse a la exigencia del Señor, es decir “anda, vende lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riqueza en el cielo. Luego ven y sígueme” (DHH). El joven tiene ahora que ir a hacer algo: vender sus propiedades o fincas (ktémata, v. 22), repartirlo a los pobres extremos (ptojoís) -con lo cual tendrá tesoros en el cielo, 6:19-20-, y luego volver a Jesús y seguirle (akoloúthei moi). Los ricos que buscan la vida eterna no se libran del seguimiento a Jesús. La “perfección” del Reino de Dios implica el discipulado.

Para Jesús “se debe obedecer al corazón de la ley y el corazón de la segunda tabla del decálogo -que son los mandamientos que aquí se enuncian-, es el amor al prójimo (Lv 19,18). Lo normativo es el hermano. En este sentido, obedecer a la ley no es sólo no robar, no matar, etc.” (García 2015:318). Efectivamente, si el Reino de Dios consiste en “cumplir” los mandamientos, entonces hay un error de fondo. El Reino implica solidaridad y amor con los que menos tienen, con “los pequeños”, con “los postreros”. Es interesante observar que Jesús no se la hizo “fácil” al joven rico para que éste entre al Reino de Dios. ¿Se creía perfecto? Pues no lo era tanto. En realidad, no quería serlo.

“Cuando el joven oyó esto se marchó apenado, porque tenía muchos bienes. Aunque desea vida eterna (19,17.21), no pone los medios para alcanzarla. La riqueza manda en su corazón (6,24). Su posición social le importa demasiado. No venderá sus bienes ni dará a los pobres. Ha oído la palabra, pero la riqueza la ha ahogado (13,22). Ha perdido la vida (16,26). Es un hombre rico (19,23-24), definido por su riqueza y no por el seguimiento de Jesús.” (Carter 2007:562). En suma, el joven rico así mismo se autoexcluyó del Reino de Dios y la vida eterna.

“Difícilmente entrará un rico (ploúsios) en el Reino de los cielos” (v. 23)

Cuando el joven rico se fue el Señor afirmó algo que sorprendió a los discípulos: es sumamente difícil que un rico entre en el Reino de Dios (vv. 23-24). Y como para que quede claro puso un ejemplo exagerado. ¿Cómo hacer para que un camello pase por el ojo de una aguja? La salida no es buscar una aguja gigante. Lo “lógico” sería que el camello empequeñeciere, pero aun ni con eso. Se trata de un ejemplo exagerado, nada más, y ya cumplió su función. “La desproporción entre el tamaño del camello y el del ojo de la aguja expresa más adecuadamente el pensamiento de Jesús: para entrar en el Reino hay que hacerse «pequeño» y el peso de las riquezas es demasiado «grande».” (Levoratti 2007:368).

Frente a esta afirmación la reacción no se dejó esperar: “¿Quién, pues, podrá ser salvo (sothénai)?” (v. 25). Aunque es una pregunta legítima la respuesta de Jesús es mejor: “Para los hombres esto es imposible, más para Dios todo es posible” (v. 26). Si el joven rico y cumplidor de los mandamientos ha quedado fuera del Reino de Dios ¡Qué será de ellos! La respuesta de Jesús es que Dios puede hacer posible la salvación de todos, sean ricos o pobres. Dios no le cierra la puerta a nadie, las personas son las que se autoexcluyen del Reino. (De hecho, así como no todos los pobres son salvos, tampoco todos los ricos llegan a serlo).

Entonces Pedro hace un comentario presuntuoso y una pregunta desatinada: “nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?” (v. 27). “Las palabras de Pedro recuerdan las fundamentales escenas de llamada de 4,18-22, cuando él dejó la actividad pesquera y a su familia, y 9,9, cuando Mateo dejó su negocio de recaudación de impuestos.” (Carter 2007:564-565). Lo que Pedro está diciendo es que los Doce discípulos son “mejores” que el joven rico. Éste ni dejó nada ni siguió a Jesús, mientras ellos sí. Por eso piensa que merecen una recompensa. Su pregunta entonces “introduce el tema de la retribución, desarrollado también en la parábola de los obreros enviados a la viña (20,1-16).” (Levoratti 2007:368).

“muchos primeros serán postreros, y postreros (ésjatoi), primeros (prótoi)” (v. 30)

Jesús responde a Pedro haciendo referencia a la “regeneración” (palingenesía). Efectivamente, cuando el Reino de Dios se manifieste el Hijo del Hombre, Jesús el Mesías, se sentará en su trono de gloria (v. 28). Y ese día sería el tiempo para retribuir conforme a lo que uno haya hecho (25:31-46), lo que incluye a los Doce quienes tendrán una posición privilegiada. “Jesús asigna a los Doce una nueva función (…) es decir: ya no serán solamente anunciadores de la buena noticia, sino también testigos de cargo en el juicio que amenaza a Israel a causa de su incredulidad. Si el pueblo no se convierte, los Doce pronunciarán su sentencia contra él en el juicio final.” (Levoratti 2007:368). ¡Esa es la recompensa que recibirán!

El término palingenesía se reservaba “para la renovación futura del mundo, y naturalmente se aplicaba a las expectativas judías de un nuevo orden mundial (tales expectativas aparecen en Isa 65:17; 66:22 y en los Rollos del Mar Muerto).” (Keener 2003:93). Pero la palingenesía, aunque futura, ya lo viven los discípulos del Señor y no sólo los Doce: “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (v. 29). A todos los creyentes que por el nombre de Jesús y el Reino de Dios hayan puesto en segundo lugar los asuntos familiares y terrenales, recibirán una gran recompensa.

Por otra parte, es interesante observar que el v. 29 también habla del joven rico. El término “tierras” es una referencia a sus “posesiones” (v. 22), y “la vida eterna” era lo que él buscaba (v. 16). Pero el joven rico no gozará de las bendiciones de los discípulos ni tampoco de la vida eterna, él prefirió sus posesiones y con ello le dio la espalda a Jesús. Pedro había preguntado por las recompensas, ahora ya tiene la respuesta.

Concluye el Señor con una lección: “Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros” (v. 30). No debe sorprender al lector esta enseñanza. Los niños simbolizan a “los pequeños” (18:5-6) y de ellos es el Reino (19:14). Y ya sabemos que “los pequeños” eran “los postreros”, “los últimos” de la sociedad. Cierto es que el Reino de Dios es para todos (4:17), sean éstos “pequeños” (como los niños) o “grandes” (como el joven rico). Pero la respuesta que las personas dan a Jesús es lo que define la vida eterna. De esta manera, muchos que son “primeros” o “grandes” llegan a ser “los últimos” (Cf. 20:16).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

El relato enseña respecto a cómo ser parte del Reino de Dios, a partir de dos historias (los niños y el joven rico). Para algunos, como el joven rico, las demandas del Señor son demasiado y quedan fuera del Reino. Las riquezas de “los grandes” (o “primeros”) puede ser un gran obstáculo para seguir a Jesús. Así, “los pequeños” o “postreros” llegan s ser “los primeros” en el Reino de Dios.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Para Jesús todos (niños y jóvenes) pueden llegar a ser parte del Reino de Dios (vv. 14, 16). El seguimiento a Jesús o discipulado es una condición para obtener la vida eterna (v. 29).

Jesús enseña que para Dios todo es posible (v. 26). Todos pueden ser salvos, tener vida eterna y ser parte de su Reino. Hay grandes recompensas (v. 29).

Lecciones para todos:

Debemos aceptar lo que Jesús acepta (los niños, v. 14). Debemos recordar que el Reino de Dios tiene demandas para los que quieren la vida eterna (vv. 21, 29). Debemos saber que el seguimiento a Jesús implica dejar todo aquello que lo obstaculiza. Nos esperan grandes bendiciones.

Fuentes usadas:

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

García, Marta. (2015). Mateo. Navarra: Verbo Divino.

Keener, Craig. (2003). Comentario del contexto cultural de la Biblia: Nuevo Testamento. El Paso, TX: Mundo Hispano.

Kittel, Friedrich & Gerhard Friedrich. (2002). Compendio del diccionario teológico del Nuevo Testamento. Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2ª edición revisada.

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