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JESÚS, SU FAMILIA Y EL REINO DE DIOS

TEXTO BÍBLICO (Mateo 12:46-50 y 13:54-58)

“Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (12:46-50). 

“Y venido a su tierra, les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban, y decían: ¿De dónde tiene éste esta sabiduría y estos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Jacobo, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene éste todas estas cosas? Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta sin honra, sino en su propia tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos” (13:54-58). (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Aunque el relato se vincula al párrafo anterior (“Mientras él aún hablaba a la gente”, 12:46), lo cierto es que se trata de otro momento y otro lugar. Ya no están en la sinagoga en el día de reposo (12:1-14), ni en la vía pública donde una multitud siguió a Jesús y debatió con los fariseos (12:15-45). El evangelista Mateo quiere cerrar la sección con un relato sobre la familia de Jesús (en Capernaum), antes de dedicarle un buen espacio a las parábolas (13:1-53), para luego proseguir en Nazaret donde nuevamente se hace mención a su familia carnal (13:54-58). 

Desde otro ángulo se puede decir que la expresión “mientras Jesús le hablaba a la multitud” efectúa la transición del relato de la sección precedente que se centra en los de afuera (es decir, las multitudes y los fariseos) a los de dentro (es decir, los discípulos)” (Wilkins 2016:353). En ese sentido el Reino de Dios, el cual han aceptado los discípulos de Jesús, será retomado desde las parábolas. ¿Quiénes son parte de la familia del Reino? La “verdadera” familia de Jesús no son ni su madre ni sus hermanos (12:49-50), ni tampoco los de su tierra (13:58).

“su madre y sus hermanos” (12:46)

Esta expresión hace referencia a la familia biológica, consanguínea de Jesús (Cf. 13:55-56), pero algunos comentaristas dicen: “En griego, como en castellano, la palabra hermanos se refiere en primer lugar a personas que son hijas de los mismos padres; sin embargo, en las lenguas bíblicas (hebreo, arameo y griego), la palabra puede referirse en algunas ocasiones a personas unidas por otros grados de parentesco. (Cf. Mt 13:55-56; Mc 3:31-32; 6:3; Lc 8:19-20; Jn 2:12; 7:3, 5; Hch 1:14; 1 Co 9:5)”. (Sociedades Bíblicas Unidas 1990:47). 

Esta última nota es inapropiada porque no comenta en sí el v. 46 sino que abre otras posibilidades de interpretación a la palabra “hermanos”, lo cual es legítimo pero desvía de forma intencional la interpretación que es necesaria. Sobre el tema en mención -la familia consanguínea de Jesús- hay básicamente dos abordajes: (1) el que considera solamente lo que dice el texto bíblico; y (2) la que añade al texto bíblico algunas tradiciones sobre los hermanos de Jesús, generalmente para defender un dogma inamovible. Aquí se opta por el primer abordaje.

Nota aclaratoria: La Escritura es la revelación escrita de Dios y, por tanto, es la fuente de autoridad y fundamento de cuanto creemos. Reconocemos, a la vez, que existen muchas tradiciones respecto a algunos personajes de la Escritura (como José, María e incluso Jesús, entre otros). Esas tradiciones, sin embargo, no son ninguna fuente de autoridad para los cristianos evangélicos quienes afirmamos la “Sola Escritura”. 

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

“Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos” (v. 49).

Estas palabras de Jesús son una reacción a que “su madre y sus hermanos” le buscaron para hablarle, aunque ellos al parecer no se habían percatado que estaban interrumpiendo su enseñanza (v. 46). ¿Con qué propósito María y los hermanos de Jesús han ido a buscarlo, viajando casi 50 kms. desde Nazaret a Capernaum? “María y los hermanos de Jesús llegan al lugar donde Jesús está hablando con el fin de escoltarlo de regreso a Nazaret” (Wilkins 2016:353), cosa que hará pero después de disertar en parábolas acerca del Reino de Dios (“Y venido a su tierra”, 13:54). Nada debe interrumpir a Jesús -ni siquiera la familia biológica- cuando está cumpliendo la labor del Reino de Dios.

Observe que los términos “madre” y “hermanos” (en plural) aparecen en los vv. 46, 47, 48, 49 y 50, aunque en este último versículo el plural “hermanos” se desglosa en dos términos en singular: “hermano” y “hermana”. Se trata, sin duda, de la familia carnal de Jesús. Los nombres de los hermanos varones son Jacobo, José, Simón y Judas (13:55). Es evidente que los cuatro varones más Jesús, junto con sus hermanas (que aparecen en plural, es decir al menos son dos o tres), dan un total de siete hermanos/as como mínimo, o tal vez ocho. Las familias judías de aquel tiempo, por regla, solían eran numerosas.   

Nota aclaratoria: Se observa que el evangelio de Mateo intencionalmente evita decir “María y sus hijos”. Y aunque prefiere poner “su madre y sus hermanos”, que en realidad significa lo mismo (13:55-56), la expresión intenta llevarnos a un plano teológico-eclesial: en el Reino de Dios los que lo componen, los que son parte de él, forman una hermandad espiritual. En ese sentido los discípulos son hijos de un mismo Padre celestial (12:50). Los términos “hermanos” y “familia” serán desarrollados posteriormente en los otros escritos del Nuevo Testamento. 

Lo que sorprende en el relato son las palabras extremadamente duras de Jesús respecto a su familia biológica o consanguínea. Y aunque el Señor está hablando de dos familias distintas (la “biológica” representado por su madre y sus hermanos, y la “espiritual” representado por sus discípulos), lo cierto es que debe haber dejado perplejos a sus oyentes (judíos que tenían un alto valor respecto a la familia). Jesús dice de forma clara e inconfundible que sus discípulos son su familia, la familia del Reino.  

En este relato Jesús “redefine la familia como centrada en él mismo (…). La nueva familia no se basa en el nacimiento, en la etnia ni en el sexo; está abierta a todo aquel que se adhiere a Jesús y es fiel a sus enseñanzas de la voluntad divina”. (Carter 2007:416). Esta redefinición, afortunadamente, no la oyeron ni María ni los hermanos de Jesús (“están afuera”, v. 47). De haberlo escuchado se hubieran sentido muy golpeados en su honor social (según los valores de la cultura hebrea).

Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana y madre” (v. 50).

El Señor Jesús ahora ofrece una explicación a modo de argumento: lo que cuenta en el Reino de Dios es hacer su voluntad. Y al hacerlo sus discípulos se tornan en una familia (hermano, hermana, madre). Se observa que Jesús evitó en esta última expresión añadir el término “padre”. Lo hizo adrede dado que el único y verdadero “padre” (amo, señor) es su Padre que está en los cielos (Cf. 5:48; 6:9). Por otro lado, resulta interesante observar la palabra “hermana”, dado que entre los discípulos de Jesús se encontraban también mujeres.

[Jesús] les enseñaba en la sinagoga de ellos, de tal manera que se maravillaban y decían…” (13:54). 

Una vez terminado de disertar a las multitudes junto al mar (13:3-53), Jesús se dirigió a su tierra (Nazaret), haciendo caso a su madre y hermanos, donde entró a la sinagoga a enseñar. Si él enseñaba acerca del Reino de Dios en Capernaum ¿por qué no hacerlo en su propia tierra? ¿por qué no a los que son sus conocidos? Pero la reacción de los que estaban en la sinagoga fue doble: inicialmente se asombraron (13:54) y, luego, se escandalizaron (13:57), “se resistían a creer en él” (DHH). 

Las preguntas que hacían tenían que ver con el origen de la sabiduría de Jesús y el poder de hacer milagros (13:54), el oficio humilde de su padre (tékton, 13:55, es decir alguien que hace cualquier tipo de trabajo para sobrevivir) y su familia biológica (13:55-56) a quienes todos conocían, de ahí la mención de los nombres de sus hermanos. Se trata, sin duda, de preguntas que intentaban descalificar a Jesús y su ministerio. ¿Para eso acaso entró Jesús a la sinagoga de Nazaret? ¿María y sus hijos imaginaron que sucedería esto cuando fueron a buscarle a Capernaum?

“EI tono despectivo («éste») de las preguntas que se hacen los compatriotas de Jesús hace que equivalgan a negaciones. EI hecho de que sea el hijo del carpintero hace dudar de su saber y sus obras. (…) Es el eco popular de la acusación de los fariseos (12,24)”. (Mateos & Camacho 1981:144). “En vez de discernir la presencia de Dios se centran en la familia biológica de Jesús. En vez de abrirse a la revelación limitan su pensamiento al ámbito de lo conocido y familiar. En vez de ver en Jesús a quien es fiel a su identidad como Hijo o agente de Dios, su Padre (…) intentan definirlo según la ocupación de su padre terreno”. (Carter 2007:441).

Jesús, al parecer triste y enojado, mencionará el conocido refrán a sus oyentes que “no hay profeta sin honra -es decir, sin honor-, sino en su propia tierra y en su casa” (o “familia”, oikía, 13:57). Jesús es rechazado incluso por sus conocidos de toda la vida, y la referencia al profeta tiene sentido dado que anticipa lo que sucederá con Juan (14:1-12). En su pueblo hay incredulidad (12:58), de ahí que no hará sino unos pocos milagros. De esta manera “Nazaret se suma a las ciudades de Corozaín, Betsaida y Cafarnaún, condenadas por su falta de arrepentimiento (11,20-24)”. (Carter 2007:442).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Jesús enseña que la familia “espiritual” del Reino de Dios está compuesta por aquellos que hacen la voluntad del Padre. Muestra de ello son sus discípulos, pero ni la familia biológica de Jesús (al momento), ni sus paisanos de Nazaret han entendido la centralidad del Reino de Dios. No han entendido que Jesús es el Mesías.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús, en cumplimiento del ministerio que le había encomendado el Padre, tuvo que poner incluso a un lado a su familia biológica. El Reino de Dios era su prioridad y nadie podía interrumpirlo.

Jesús muestra que los que hacen la voluntad del Padre pueden llegar a ser parte de una hermandad espiritual, es decir de la familia del Reino de Dios.

Jesús al ser rechazado en su propia tierra y casa, reconoce que es como un profeta sin honra. Son palabras de juicio para sus paisanos incrédulos.

Lección para todos:

Se llega a ser parte de la familia del Reino de Dios cuando se hace la voluntad del Padre celestial. Jesús ha mostrado quién es el Padre. 

Fuentes usadas

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Mateos, Juan & Fernando Camacho. (1981). El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid: Cristiandad.

Sociedades Bíblicas Unidas. (1990). Nuevo Testamento y Salmos. Biblia de Estudio. Estados Unidos de América: SBU.

Wilkins, Michael. (2016). Mateo. Comentario bíblico con aplicación NVI. Nashville, TENN: Vida.

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JESÚS Y LOS QUE RECHAZAN EL REINO DE DIOS

TEXTO BÍBLICO (Mateo 12:22-45)

Entonces fue traído a él un endemoniado, ciego y mudo; y le sanó, de tal manera que el ciego y mudo veía y hablaba. Y toda la gente estaba atónita, y decía: ¿Será éste aquel Hijo de David? Mas los fariseos, al oírlo, decían: Este no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios. Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino? Y si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿por quién los echan vuestros hijos? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. 

Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios. Porque ¿cómo puede alguno entrar en la casa del hombre fuerte, y saquear sus bienes, si primero no le ata? Y entonces podrá saquear su casa. El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero. 

O haced el árbol bueno, y su fruto bueno, o haced el árbol malo, y su fruto malo; porque por el fruto se conoce el árbol. ¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas. Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. (vv. 22-37).

Entonces respondieron algunos de los escribas y de los fariseos, diciendo: Maestro, deseamos ver de ti señal. El respondió y les dijo: La generación mala y adúltera demanda señal; pero señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Porque como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches. Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar. La reina del Sur se levantará en el juicio con esta generación, y la condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar.

Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación”. (vv. 38-45). (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Lenguaje literal y figurado: El texto contiene varios tipos de lenguaje por lo que es necesario hacer precisiones. Abundan los ejemplos y comparaciones. Jesús habla figuradamente de un reino, ciudad y casa dividida (vv. 25-26). Luego Jesús vuelve al ejemplo de la casa de Satanás que él saquea (v. 29). También aparece un árbol bueno y otro malo (v. 33), el buen tesoro y el malo (v. 35), así como la recriminación que trata a los fariseos de víboras (v. 34). Están los ejemplos de los hombres de Nínive y de la reina del Sur, es decir se trata de personas no-judías (vv. 40-42), para finalizar con una ilustración (vv. 43-45). Sabemos que es esto porque dice al final “así también acontecerá a esta mala generación” (una clara referencia a los escribas y fariseos del v. 38).

“Entonces fue traído a él (Jesús)” (v. 22)

En la narración de Mateo esta historia (vv. 22-45) está vinculada a la anterior (12:1-21). Lo mismo sucede con el párrafo que termina este capítulo (“mientras él aún hablaba…”, vv. 46-50). La diferencia con este último párrafo es que en los dos anteriores Jesús está en agrias discusiones con los maestros de la ley. Los fariseos pasarán de imputar a Jesús y sus discípulos de hacer cosas “no lícitas” -en el día de reposo- a acusarle de actuar bajo el poder del diablo (v. 24). Jesús ya antes había recibido este maltrato (9:34), la cual no había olvidado (10:25). Esta vez Jesús va a zanjar el tema con un lenguaje claro y duro.

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

“¿será éste aquel Hijo de David?” (v. 23)

Esta pregunta es el detonante de los insultos altamente ofensivos de los fariseos hacia Jesús. Todo comenzó con un exorcismo efectuado por Jesús -lo más probable el mismo día de reposo, vv. 1, 10- el cual provoca una pregunta en la gente que ya había visto su poder (v. 15) y que, además había sido instruida por el Señor (vv. 17-21). Debido justamente a la cita del profeta Isaías que utilizó Jesús, es que la gente al contemplar algo tan extraordinario como un exorcismo se hizo la pregunta que incomodó a los fariseos presentes.

“La pregunta de las multitudes refleja la creencia contemporánea sobre el Mesías. Se creía que Dios haría llegar la nueva edad en cualquier momento por medio de un Mesías que habría de ser el verdadero sucesor de David y al que se llamaba a menudo «el Hijo de David», no tanto por su genealogía cuanto por su misión. Se pensaba que existía ya, pero que su identidad permanecería oculta hasta que llegase el momento señalado para su aparición. Entonces se manifestaría por señales y portentos. Las obras de Jesús dan origen a la pregunta”. (Mateos & Camacho 1981:126)

“Éste no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios” (v. 24)

Ante la señal innegable -el exorcismo que permitía ahora a un hombre ver y hablar, v. 22- los fariseos ahora van a arremeter contra Jesús de la peor manera. Lo acusan públicamente de actuar con el poder de Baal (el Príncipe), una divinidad cananea a quien “los judíos designaban despectivamente al príncipe de los demonios”. (Levoratti 2007:341). En algún sentido los fariseos hacen la labor de los emisarios de Satanás, se parecen al demonio quien -antes de ser expulsado- mantenía ciego y mudo a su víctima. De igual manera los fariseos no quieren que toda la gente (v. 23) vea en Jesús al Mesías y confiese su nombre.

A estas alturas los fariseos ya habían perdido la batalla por la credibilidad ante las multitudes. Éstas siguieron a Jesús y vieron en él a alguien tan especial, a tal punto que se preguntaron si sería realmente el Mesías, cosa inaceptable para los fariseos. De ahí que en su desesperación e impotencia acusen a Jesús de algo que traspasa todos los límites de la lógica. Su acusación, que pretende destruir a Jesús (v. 14), sugiere más bien que ellos son los endemoniados a quienes se referirá el Señor (vv. 43-45), es decir son “la mala generación” (vv. 39, 45).

El ataque a Jesús hecha por los maestros de la ley intentaba desprestigiarlo en público y con ello, pensaban, se destruiría su imagen ante las multitudes. Esta vez Jesús no se quedará callado (como en 9:34). “Para responder al ataque de los fariseos (v. 24), Jesús responde con un dilema: o yo expulso los demonios con el poder de Satanás, como vosotros afirmáis, y entonces, cosa inconcebible, Satanás combate a Satanás con mi ministerio, puesto que yo expulso sus demonios; o bien yo expulso los demonios con el poder de Dios, y entonces vosotros no tenéis perdón por no reconocer este poder del reino en mi ministerio (v. 28)”. (Bonnard 1976:278).

ciertamente ha llegado a vosotros el Reino de Dios” (v. 28)

¿Cuál es la evidencia que ha llegado el Reino de Dios a las personas? En que Jesús “por el Espíritu de Dios” expulsa demonios y con ello trae novedad de vida (sanidad, liberación, consuelo, incorporación social, etc.). En Jesús el Espíritu estuvo actuando desde su concepción (1:18) y se ratificó en su bautismo (3:16). Además su ministerio fue guiado por el Espíritu de Dios (4:1) a tal punto que derrotó a Satanás (4:3-11). Pero mientras Jesús tiene señales del Reino (exorcismos y sanidades) los fariseos sólo tienen blasfemias. Frente a éstos el Señor Jesús radicalizará sus palabras.

El argumento de Jesús es contundente. Usando una metáfora dice que él ya ha atado al “hombre fuerte” (Beelzebú o Satanás), es decir lo ha reducido a la impotencia y por tanto puede “saquear sus bienes” (v. 29). Así es en lo concreto la llegada del Reino de Dios. Éste ha limitado la actuación de Satanás. Por eso no sorprende que Jesús haya iniciado su ministerio derrotándolo en el desierto (4:11) así como, posteriormente, haya expulsado a los demonios (4:24; 8:28-34; 9:32-34). 

Ahora bien, si Jesús actúa de esa manera ¿por qué estar contra él o desparramar? (v. 30). “Con Jesús no hay término medio. O es el Mesías o no lo es. Los fariseos ya han determinado que no lo es, de manera que se opondrán a él, como ya han demostrado. (…) Los fariseos han estado elaborando las acusaciones de blasfemia contra Jesús, pero ahora él muestra que todas ellas son en realidad blasfemia en sí mismas”. (Wilkins 2016:349).

“la blasfemia contra el Espíritu Santo no les será perdonada” (v. 31)

A esta sentencia Jesús le añade “al que hable contra el Espíritu Santo no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (v. 32). “Atribuyendo la obra y el poder del Espíritu a Satanás, los fariseos están deshonrando a Dios de la peor manera. Rechazar la evidencia de los exorcismos, las sanidades y los milagros es rechazar el ofrecimiento del reino de perdonar los pecados. Mientras los fariseos siguen rechazando esa prueba, no podrán entrar en el reino y recibir el perdón. (…) Al parecer, Jesús conoce el estado del corazón de estos fariseos y sabe que ahora han llegado al punto de endurecer su corazón más allá del punto de retorno”. (Wilkins 2016:349).

“Blasfemar contra el Espíritu Santo es rechazar voluntariamente la gracia de Dios y cerrarse a la revelación que llega a través de Jesús como un apremiante llamado a la fe y a la conversión. Por lo tanto, el pecado o la blasfemia contra el Espíritu radica esencialmente en el rechazo de la salvación que Dios ofrece por medio del Espíritu que está presente y actúa en Jesús. (…) Se trata de un rechazo pertinaz, de una resistencia absoluta a la acción salvífica de Dios. El que se cierra de esta manera a la revelación afirma que no tiene necesidad de salvación y se condena a sí mismo”. (Levoratti 2007:341).

Por lo mismo, los fariseos son como el árbol malo que da fruto malo (v. 33), son una generación de víboras (v. 34; cf. 3:7). Ésta será juzgada por sus palabras en “el día del juicio” (v. 36) y de nada les servirá “pedir señal” (v. 39) pues cuando lo ven en Jesús lo descalifican inmediatamente como procedente de Beelzebú. Por eso son “generación mala y adúltera (es decir idólatra)” (v. 39), que ni siquiera se pueden comparar con los paganos ninivitas o la reina del Sur (vv. 40, 42). Los fariseos, sin duda, se parecen a ese hombre que habiendo hallado liberación su estado final llega a ser peor. Son una “mala generación” (v. 45). 

Nota aclaratoria: El tema del perdón hay que entenderlo bien. A veces se tiene la idea equivocada que “Dios debe perdonar” porque en su naturaleza “él es perdonador”. Pero esta es una idea que carece de fundamento bíblico. Dios no perdonó a la generación de Noé, ni a Sodoma y Gomorra, como tampoco a Faraón y los egipcios. Y en el Apocalipsis de Juan los impíos son castigados por la eternidad. Aunque tenemos un Dios que perdona (al que se arrepiente), también con frecuencia él muestra y asegura su no-perdón a los que quiebran su ley y le rechazan de forma consciente. Dios no está obligado a perdonar tampoco a los que blasfeman contra el Espíritu Santo. Cf. Ex 23:21; 2 Rey 24:4; Job 27:22; Isa 22:14; Jer 5:7-9 y 13:14; Lam 2:2, 17; Mat 6:15; Rom 11:21; 2 Ped 2:4-5.

Conclusión: Los cristianos debemos aprender que “el seguimiento de Jesús y la adhesión a su persona tienen que estar cimentados en un fundamento menos endeble que el estupor provocado por la visión de un prodigio. Reclamar un milagro antes de creer es provocar a Dios (cf. 4,6). El creyente auténtico, sin menospreciar el papel eventual del milagro, no apoya su fe en signos exteriores, sino que descubre a Dios presente en la persona de Jesús (Dios-con-nosotros)”. (Levoratti 2007:342).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Jesús evidencia el poder del Reino de Dios mediante un exorcismo, el cual generó la pregunta entre la gente de si él sería el Hijo de David (el Mesías). Este hecho no lo pudieron soportar los fariseos, quienes al blasfemar contra el Espíritu Santo se autoexcluyeron del Reino y del perdón.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús ha traído el Reino de Dios con poder, el cual se manifiesta en exorcismos y sanidades. Dios quiere que sus hijos tengan plenitud de vida.

Jesucristo es más fuerte que Satanás. Éste ha sido “atado” y Jesús “saquea su casa”, es decir Satanás no puede detener el actuar liberador del Señor.

Jesús no actúa solo, el Espíritu de Dios está con él en cada acto portentoso. Por eso, quien experimenta el Reino en realidad experimenta al Espíritu de Dios.

Lecciones para todos:

Debemos estar atentos frente a lo que está obrando el Señor de manera poderosa. Tal vez tengamos que orientar a los que se preguntan hoy si Jesús tiene poder y es el Mesías.

No hay razón para que los cristianos tengan miedo a Satanás. Jesucristo lo ha derrotado y él es nuestra fortaleza junto con el Espíritu Santo.

Se advierte acerca del atribuir las señales del Reino de Dios al diablo. Frente al poder de Jesús (y el Espíritu) corresponde responder con obediencia y agradecimiento.

Fuentes usadas

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2007, 2ª edición.

Mateos, Juan & Fernando Camacho. (1981). El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid: Cristiandad.

Wilkins, Michael. (2016). Mateo. Comentario bíblico con aplicación NIV. Nashville, Tenn: Vida.

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JESÚS MISERICORDIOSO, FARISEOS LEGALISTAS

TEXTO BÍBLICO (Mateo 12:1-14)

“En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un día de reposo; y sus discípulos tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer. Viéndolo los fariseos, le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo. Pero él les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino solamente a los sacerdotes? ¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo los sacerdotes en el templo profanan el día de reposo, y son sin culpa? Pues os digo que uno mayor que el templo está aquí. Y si supieseis qué significa: Misericordia quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; porque el Hijo del Hombre es Señor del día de reposo”. (vv. 1-8). 

Pasando de allí, vino a la sinagoga de ellos. Y he aquí había allí uno que tenía seca una mano; y preguntaron a Jesús, para poder acusarle: ¿Es lícito sanar en el día de reposo? Él les dijo: ¿Qué hombre habrá de vosotros, que tenga una oveja, y si ésta cayere en un hoyo en día de reposo, no le eche mano, y la levante? Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? Por consiguiente, es lícito hacer el bien en los días de reposo. Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano. Y él la extendió, y le fue restaurada sana como la otra. Y salidos los fariseos, tuvieron consejo contra Jesús para destruirle. (vv. 9-14) (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

“un día de reposo” (v. 1)

“La observancia del sábado, que supone una inactividad casi completa desde el viernes al atardecer hasta el anochecer del día siguiente, adquirió después del exilio una importancia cada vez mayor. Para explicar el porqué de esa institución se aducían diversos motivos: el recuerdo de la salida de Egipto (Dt 5,15), la necesidad de gozar de un descanso después de seis días de trabajo (Éx 23,12; Dt 5,14) y, sobre todo, el descanso de Dios en el séptimo día de la creación (Gn 2,3; Éx 20,11). Así el descanso sabático fue considerado desde el comienzo del destierro como signo de la alianza de Dios con su pueblo: Santifiquen mis sábados: que ellos sean una señal entre ustedes y yo, para que se sepa que yo, el Señor, soy su Dios (Ez 20,20; cf. Jr 17,19-27; Neh 9,14)”. (Levoratti 2007a:157)

“Como la Biblia se limita a prohibir el trabajo sin aclarar de qué actividades se trata (salvo la prohibición explícita, en Éx 35,3, de encender el fuego en las casas), surgió la necesidad de especificar con la mayor exactitud posible qué estaba permitido o prohibido realizar en día sábado. En general, las prescripciones se hicieron cada vez más rigurosas. Según Flavio Josefo, los esenios «se abstienen de trabajar en sábado, más estrictamente que los demás judíos; no solo preparan sus alimentos el día anterior para no encender el fuego en ese día, sino que ni siquiera se atreven a mover un utensilio ni a ir a la letrina» (Guerra, II,8,9). El Documento de Damasco, cuya vinculación con la secta de Qumrán parece estar fuera de duda, dedica 28 líneas a las prescripciones sobre la recta observancia del sábado (CD X,14 - XI,18). La mayoría de estas prescripciones no van más allá de las exigencias impuestas por los rabinos, que a su vez enumeran treinta y nueve trabajos que está prohibido realizar en sábado. Sin embargo, en algunos puntos las disposiciones de los esenios son más severas, por ejemplo, cuando el Documento prohíbe sacar de un pozo en día sábado al animal que se ha caído en él (CD XI,13s), o cuando reduce de 2.000 a 1.000 codos el camino que está permitido recorrer en sábado (CD XI,21)”. (Levoratti 2007a:157-158).

“iba Jesús por los sembrados en un día de reposo” (v. 1); “pasando de allí, vino a la sinagoga de ellos” (v. 9).

Pregunta ¿por qué en día de reposo Jesús y sus discípulos están caminando por los sembrados? Observación: si los fariseos los ven y le hablan a Jesús (v. 2) es porque también ellos estaban en el mismo día de reposo transitando por los mismos sembrados. Parece que el problema entonces no era caminar en día de reposo -en tanto estuvieran dentro de los límites permitidos por la tradición- sino en hacer algo considerado por los fariseos como “no lícito”. Pregunta: ¿Tanto Jesús y sus discípulos, como los fariseos, habrían estado de camino a la misma sinagoga? (v. 9). 

El tema de fondo (vv. 1-14) es el presumido quiebre del día de reposo a partir del trabajo que, supuestamente, no se debía hacer. Observe que los fariseos no cuestionan a los discípulos de Jesús el que hayan atentado contra la “propiedad privada” (del dueño de los sembríos). El problema según ellos es otro. Está en el arrancar espigas y comer (v. 1) y en el sanar a un hombre enfermo (v. 13). Y aunque a todas luces la crítica de los fariseos es ilógica, ellos contaban con el aparente argumento de lo “no lícito” (vv. 2 y 10).

En el hecho de los discípulos de “desgranar espigas y comerse los granos” (BLA) los fariseos vieron el delito que querían encontrar: trabajo ilícito. En Jesús sanando a un hombre con una mano paralizada igualmente encontraron otro acto ilícito. Tanto los discípulos como Jesús eran quebrantadores del sábado. El plan de los fariseos de acusar a Jesús (v. 10) les va a resultar, pues ahora ya pueden planificar “legalmente” acabar con él (v. 14). El legalismo irracional de los fariseos iba, sin duda alguna, contra la vida humana y contra el Reino de Dios.

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

“lo que no es lícito hacer en el día de reposo” (v. 2)

Estas palabras de los fariseos se parecen a la pregunta del v. 10. Acerca de lo prohibido y lo no prohibido en tal día, como se ha señalado, los rabinos en sus tradiciones habían legislado lo que ni Dios había puesto en detalle cuando dio el mandamiento (Ex 20:8-11). Los rabinos habían reglamentado la Ley de Dios movidos con un espíritu legalista y sin misericordia alguna. Pero así como la vida de los discípulos vale más que la de un pajarillo (10:31), la vida de las personas vale más que la de una oveja (12:12). Por tanto, dice Jesús, “es lícito hacer el bien en los días de reposo”.

Jesús “no condena el sábado en sí mismo, pero rechaza las interpretaciones demasiado estrechas: la obligación del sábado debía ceder ante el precepto del amor (Mc 3,4; Lc 13,15-16) y el sábado ha sido hecho para el hombre y no el hombre para el sábado (Mc 2,27). De este modo, sus palabras y actitudes provocaron una vez más la reacción de sus adversarios (Mt 12)”. (Levoratti 2007a:158).

“¿No habéis leído…?” (vv. 3, 5)

Ahora Jesús va a argumentar con dos ejemplos del Antiguo Testamento, que de seguro conocían bien los fariseos, donde tanto David como los sacerdotes comieron “profanando” lo que era “sagrado” (vv. 3-6). Los discípulos de Jesús tuvieron hambre, arrancaron espigas y se las comieron, ¿dónde está el problema? Los fariseos también iban a comer luego (en sus casas) por tanto no hay problema alguno, dado que las necesidades tienen que satisfacerse aún en día de reposo. 

La “lógica” de Jesús es algo que no comprenden los fariseos: si hay algo sagrado para Dios es la vida humana. Sin pan material no hay Reino de Dios (“Venga tu Reino… El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, 6:10, 11). A la pregunta doble que Jesús hizo a los fariseos (vv. 3, 5) luego le añadirá otra: ¿cuánto más vale un hombre que una oveja? (v. 12). Pero ni aun así los convencerá. Las personas necesitan comer (v. 1) y ser sanadas (v. 13), eso nunca debe estar en discusión.  

“Misericordia quiero, y no sacrificio” (v. 7)

Se define la misericordia como la compasión hacia el sufrimiento del otro. Y aunque sobre este tema ya había enseñado el Señor (5:7; 9:13), al parecer los fariseos no sabían el significado de Os 6:6. En la enseñanza de Oseas y otros profetas, Dios prefiere la práctica de la justicia y la misericordia a los diversos rituales que se hacían en el templo (como los sacrificios). Y esto porque cualquier práctica religiosa acompañada de injusticias o de condenas a los “inocentes” (v. 7; cf. “sin culpa”, v. 5) podría ser expresión de hipocresía o, incluso, de idolatría. 

Bien dice un comentarista bíblico: “El mensaje de Oseas era el siguiente: Los sacrificios son importantes pero Dios solo los acepta si proceden de un corazón puro y humilde. Israel tenía la obligación, bajo la ley, de ofrecer sacrificios a Dios pero había otras cosas que eran más importantes, por ejemplo, la práctica de la misericordia”. (Carballosa 2007:398). Estrictamente no había oposición entre los sacrificios y la misericordia. Ambos debían caminar juntos. 

Más adelante el Señor volverá a fustigar a los maestros de la ley: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (23:23). La condena de los inocentes discípulos de Jesús no era sino muestra de legalismos e intolerancias inadmisibles. En toda condena (“no es lícito”) hay ausencia de misericordia.

Señor del día de reposo” (v. 8).

Jesús hace dos afirmaciones que indican su divinidad: él es mayor que el templo (v. 6), y en tanto Hijo de Hombres es Señor del día de reposo (v. 8). De ahí la autoridad con la que actuaba. Así entonces “Jesús liberó al sábado de las cargas y restricciones que le había impuesto la tradición rabínica y que habían desvirtuado la razón por la que había sido instituido (cf. Dt 5,12-15). (…) El reino de Dios está cerca y quiere manifestarse en el amor incondicional de los seres humanos entre sí”. (Levoratti 2007b:339).

Aclaración: Jesús no vino a abolir o derogar la Ley de Dios, sino para cumplirla (5:17). Él vino para darle al Antiguo Testamento su correcto sentido, por lo que “nadie debe concluir que el Señor minimiza la importancia del sábado. Tampoco debe concluirse que Jesús intentaba echar por tierra la ley de Moisés. Todo lo contrario, el Señor defiende la ley. Recuérdese que El nació y vivió bajo la ley. El Señor no tolera que los fariseos malinterpreten la función del día de reposo”. (Carballosa 2007:400). 

“es lícito hacer el bien en los días de reposo” (v. 12)

El tema de lo lícito o lo no-lícito no fue Jesús quien lo introdujo en el debate sino los fariseos (vv. 2, 10). Ahora Jesús, una vez más, les va a responder de forma contundente. Si antes les argumentó con dos ejemplos del Antiguo Testamento y una cita del profeta Oseas, ahora lo hará con el ejemplo de una oveja que cae en un hoyo en día de reposo. Si es necesario levantar a la oveja, lo que supone un esfuerzo o labor, no hay problema alguno, hay que hacerlo. Es lo que corresponde, es lo lógico. Como vemos lo que les dice el Señor es irrefutable, pero cuando existe la consigna de acusarle (vv. 10, 14) no hay argumento que valga. 

Resumiendo, los discípulos de Jesús saciaron su hambre (allá por los sembrados) y el hombre de la mano enferma quedó sano (en la sinagoga). Pero algo más: Jesús hizo añicos la tradición rabínica que anteponía su interpretación antojadiza del sábado a la vida humana y sus necesidades. Esa tradición era un obstáculo para las personas con hambre de pan y de sanidad, y por eso era un obstáculo también para el crecimiento del Reino de Dios. 

No sorprende, por tanto, lo que decidieron los fariseos: “tuvieron consejo contra Jesús para destruirle” (v. 14). Jesús al saber de esos planes se fue de allí, pero fue inevitable que la gente le siguiera (v. 15). A éstos Jesús los instruyó desde las Escrituras (vv. 17ss) presentándose como el siervo sufriente de Jehová (Isa 42:1-4). Pero lo fariseos no se quedarían de brazos cruzados pues continuarán con sus planes de destruirlo (v. 24).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Jesús enseña que por encima de tradicionalismos y legalismos está la vida humana con sus necesidades concretas. El pan material y la sanidad del cuerpo no son lujos que nos damos sino parte componente de la vida. Frente a ello sólo hay una forma de actuar (como Jesús), aunque algunos critiquen o tomen posiciones contrarias. El Reino de Dios se hace presente cuando la vida de las personas se hace más plena.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús desde la Escritura defiende la satisfacción de las necesidades corporales, sean éstas el hambre o la sanidad física. Si en esa defensa hay que cuestionar los legalismos que se esconden bajo “lo lícito” o “lo no lícito” del día de reposo, pues hay que hacerlo. Jesús nos dejó ejemplo de ello.

Para Jesús la misericordia, en tanto práctica, es algo central y no negociable. A veces se deben cuestionar los sacrificios religiosos cuando éstos olvidan los actos de misericordia. En la línea del Antiguo Testamento ambos caminan juntos. 

Lecciones para todos:

Los cristianos tenemos la urgencia de conocer la Escritura para defender lo que es central para nuestro Señor Jesucristo y el Reino de Dios. Si Jesús defendió la vida humana -desde la satisfacción de las necesidades corporales-, nosotros también.

Los cristianos no debemos perder de vista que Dios quiere que nuestros actos personales de misericordia no sean substituidos por “sacrificios” (o ritualismos) que olvidan lo central para el Señor. 

Fuentes usadas

Carballosa, Evis. (2007). Mateo: la revelación de la realeza de Cristo. Tomo I. Grand Rapids, MI: Portavoz.

Levoratti, Armando. (2007a). El ambiente histórico-cultural del Nuevo Testamento, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2007, 2ª edición.

_____. (2007b). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2007, 2ª edición.

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JESUCRISTO, JUAN Y EL REINO DE DIOS

TEXTO BÍBLICO (Mateo 11:2-24)

“Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo (érga toú Cristoú), le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro (héteron)? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí. (vv. 2-6).

Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente (ójlois): ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: “He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti”. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga. (vv. 7-15).

Mas ¿a qué compararé esta generación (geneán)? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos. (vv. 16-19).

Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros (dunámeis), porque no se habían arrepentido (oú metenóesan), diciendo: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio (heméra kríseos), será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti. (vv. 20-24) (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

“Los capítulos 11-12, de carácter narrativo, introducen el gran capítulo 13 de las parábolas del reino. Introducen y al mismo tiempo dan la clave: las «obras» de Jesús decepcionan más y más a sus compatriotas: al parecer de éstos no acreditan que sea Mesías. El precursor mismo expresa sus dudas (11,2-19); Galilea y Cafarnaún, la tierra de Jesús, rehúsan convertirse (11,20-24). Se hace cada vez más claro que el ministerio de Jesús permanecerá «oculto» a los sabios (11,25-27). Jesús se vuelve deliberadamente al deshecho de la tierra (11,28-30). Los conflictos con los jefes del pueblo se exacerban (12,1-50). El reino está decididamente «escondido» (11,25), palabra clave de toda esta parte”. (Bonnard 1976:248).

El presente texto (11:2-24) es clave en el evangelio de Mateo puesto que sirve para clarificar temas de fondo. Tres son las preguntas que responde este relato: ¿Quién realmente es Jesús?, ¿Quién es Juan y qué representa? y ¿En qué consiste el Reino de Dios? Sin embargo, el relato es conflictivo y contiene palabras con demasiada carga emotiva. A veces este lenguaje es necesario para deslindar y aclarar conceptos claves. 

Los vv. 2-6 narran cómo los discípulos de Juan -enviados por éste- interrogan ásperamente a Jesús y la respuesta que reciben. Por su parte los vv. 7-24 son un solo bloque que comienza con otro interrogatorio, bastante áspero también, de Jesús a las multitudes que vieron el diálogo que él tuvo con los discípulos de Juan. En este bloque hay un desarrollo en el argumento: se comienza con seis preguntas en torno a Juan (vv. 7-15) para luego concluir con un juicio a las personas de su tiempo de esa “generación” (vv. 16-24).

“al oír Juan en la cárcel” (v. 2)

Muchos al leer el texto observan, con asombro legítimo, la pregunta incómoda y áspera que recibió Jesús (v. 3). Esa pregunta podía esperarse que la haga un sacerdote, un fariseo o algún curioso, pero no el que lo había bautizado (3:13-16) y que ahora utilizaba a sus discípulos para hacerle una pregunta que lo estaba carcomiendo. ¿Qué pasó con Juan? ¿Se había olvidado acaso quién era realmente Jesús? La pregunta hay que entenderla considerando el lugar donde estaba Juan en ese momento: la cárcel (v. 2). Dicho esto, hay que considerar que Juan fue a la cárcel antes que Jesús se mueva de Nazaret a Capernaum (4:12). Es posible, por tanto, que Juan sólo supiera algunas cosas de Jesús por medio de sus discípulos.

Pero Juan había anunciado la llegada del Mesías Jesús, quien traería el Reino de Dios, lo que implicaba justicia, fin de la tiranía y libertad (algo que él no tenía al momento). Juan había llegado allí por denunciar los pecados y maldades del rey Herodes (Luc 3:19-20). En ese lugar de tormento la vida de Juan estaba en peligro. De hecho, Herodes quería matarlo (14:5). Lo más probable es que Juan estaba abatido emocionalmente y sin esperanza de seguir viviendo. En ese contexto surge la pregunta -en el fondo un reclamo a Jesús- sobre si él era realmente el Cristo (Mesías) o no.

¿Cómo le afectó la cárcel a nivel de sus expectativas respecto al Reino de Dios? El que había anunciado la llegada del Mesías ahora hasta dudaba de él. Debió haber pensado que el Reino de Dios, al llegar Jesús, “estaba a la vuelta de la esquina”. Pero las parábolas de Jesús (13:1-52) hablan, más bien, de un crecimiento lento y gradual del Reino de Dios en la historia. Curiosamente el evangelio de Mateo después de esas parábolas contará cómo fue la cruel muerte de Juan a manos del rey Herodes (14:1-12). 

¿Qué era lo que Juan había escuchado de Jesús en la cárcel? (v. 2) ¿Quién le informaba de las obras de Jesús? ¿Sus discípulos le habrían informado de forma correcta? (Recuerde que en 9:14-17 hubo un impase entre los “discípulos de Juan” y Jesús por el tema del ayuno). Como fuese, Juan debió mantener el ideal (el Reino de Dios), pero cuando idealizó a éste olvidando la brutal realidad (Herodes) perdió hasta la vida. Una cosa es tener ideales o sueños, y otra muy distinta el ser idealista, es decir el vivir desconectado de la realidad.

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

“las cosas que oís y veis” (v. 4)

¿Qué clase de pregunta era esa que cuestionaba la identidad mesiánica y redentora de Jesús? (v. 3). La palabra héteron significa “otro” en el sentido de alguien completamente distinto (a Jesús), por lo que la pregunta se constituye en indicación de increencia o duda en Juan. La pregunta de por sí ofende y podría tomarse hasta como un insulto. Ante semejante pregunta Jesús desafía a sus interlocutores que hagan saber a Juan lo que veían y oían (v. 4).

¿Y qué era lo que veían y oían de Jesús? Hay hechos innegables de los que muchas personas podrían testificar (4:23 y 9:35): los ciegos ven, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres (gr. ptojoí, pobres socio-económicos) se les anuncia la buena noticia del Reino de Dios (v. 5). ¿No era esto acaso suficiente respuesta para Juan? ¿O Juan quería que Jesús haga algo más, como expulsar a los romanos de Israel, para recién ser reconocido como Cristo o Mesías?

¡Por supuesto que Jesús era el Cristo! ¡Ni dudarlo! El hecho que Juan esté sufriendo en la cárcel no significa que Jesús no va a seguir haciendo las señales del Reino de Dios (sanidades, milagros, etc.). Hay que tener ojos y oídos para ver y oír cómo el Reino de Dios llega incluso a las personas más humildes. Para éstos también es el evangelio, la buena noticia que Dios ha llegado con su Reino en la persona de Jesucristo y sus señales poderosas.

A esta respuesta Jesús añade (v. 6) “Dichoso aquel que no encuentre en mí motivo de tropiezo” (DHH). “La bienaventuranza está centrada en Jesús (mí)” (Carter 2007:377), pero Juan en ese momento no tenía esa dicha o bienaventuranza. Por causa del Reino de Dios había encontrado tropiezo y la estaba pagando caro en la cárcel de Herodes. Cuando alguien recibe las bendiciones de Jesús y su Reino (v. 5) se espera, también, que el tal no halle tropiezo alguno. Pero la experiencia indica que a todos los seguidores de Jesús no necesariamente les toca lo mismo.

“comenzó Jesús a decir de Juan a la gente” (v. 7)

Dado que la pregunta de los discípulos de Juan fue hecha ante una multitud (ójlois), el Señor ahora se dirige a éstos para hacerles seis preguntas (las que habían sido motivadas por el contenido del v. 3). Jesús aprovecha el momento para hacer clarificaciones respecto a Juan el bautista. “Se ha producido un cambio de papeles. Juan, el que preguntaba (11,2), es ahora el eje sobre el que giran seis rápidas interrogaciones que Jesús, el antes preguntado, dirige a la gente para instarla a entender la identidad y misión de Juan”. (Carter 2007:378).

Una paráfrasis de las preguntas sería: ¿Qué salieron a ver ustedes, cuando Juan apareció en el desierto? ¿Qué querían ver de verdad? ¿Querían ver cómo se vestía? ¿Querían ver a un profeta? Y si Juan era el profeta ¿qué querían que diga ese profeta? Estas preguntas fustigan a los oyentes que al parecer no habían entendido ni a Juan, ni a Jesús ni al Reino de Dios.

Juan había anunciado el Reino de Dios en el desierto de Judea (3:1-22) y muchos le habían escuchado e, incluso, bautizado en el río Jordán. ¿Acaso el Reino que anunció era un juego o una religiosidad barata? Pues si creyeron eso se equivocaron. Juan estaba en la cárcel sufriendo la violencia de Herodes por el Reino de Dios. La grandeza humana que se la dio el mismo Dios (vv. 11, 13, 14) no le libraba de los tropiezos. Él era el profeta Elías que “había de venir” (v. 14), así como Jesús era el Mesías que también “había de venir” (v. 3).

Estas palabras de Jesús, destacando a Juan, son importantes pues “entender la identidad de Juan ayuda a las personas a responder adecuadamente a Jesús” (Carter 2007:381). Las multitudes deben comprender, de una vez por todas, que el Reino de Dios implica a veces situaciones que causan sufrimiento. Juan al momento sufría cárcel, Jesús posteriormente iría a la cruz. El tema de la violencia en relación al Reino aparece de manera explícita en esta enseñanza.

“el Reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan” (v. 12)

¿Qué significa esta expresión? Ciertamente no es enigmática. Jesús está hablando a la gente en un lenguaje que ellos entienden bien. ¿Cómo es eso que el Reino de Dios “sufre violencia”? ¿quiénes son “los violentos”? “Dicha expresión recibe un sentido desfavorable y se refiere a los gobernantes judíos que intentaban apoderarse del Reino y hacerlo conformarse a sus ideas” (Carballosa 2007:378). La expresión “desde los días de Juan el Bautista hasta ahora” (v. 12) indica de forma clara quién es el violento y qué es lo que arrebatan.

Desde que Juan estaba predicando y bautizando, la violencia se acrecentó contra los que anunciaban el Reino de Dios. Juan será una víctima de Herodes (como Jesús será más adelante víctima de Pilato). A los gobernantes al servicio de Roma les incomodaba que la proclama del Reino cuestionara sus pecados y delitos. Esa es la razón por la que lo resistían. “El reino de Dios es combatido violentamente, y los que se esfuerzan por entrar en él tienen que afrontar la oposición y el rechazo de los violentos, que tratan de arrebatárselo”. (Levoratti 2007:335). Pero matando a Juan y Jesús ¿el Reino es arrebatado y desaparece del escenario?

“Más ¿a qué compararé esta generación?” (v. 16)

En la parte final (vv. 16-24) Jesús emite un duro juicio a las personas de su tiempo. “En labios de Jesús, la palabra generación tiene por lo general un sentido peyorativo (12,41-42). Este matiz se acentúa más aún cuando se le añade el calificativo de malvada y adúltera (12,39)” (Levoratti 2007:335). El juicio de Jesús fustiga a sus oyentes que no tomaron en serio ni a Juan ni a él. Eran como niños que no hacen lo que corresponde (vv. 16-17). Peor aún, a Juan lo calificaron de “endemoniado” y a Jesús lo vieron como “mundano” (comilón, bebedor, amigo de gente de baja reputación social). 

“Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades” (v. 20)

La “generación” aludida (v. 16), entonces, no es mejor que los violentos (v. 12), pues al final se quedan fuera del Reino de Dios además que se les dice que recibirán el castigo merecido (vv. 20-24). Jesús regaña ahora a Corazín, Betsaida y Capernaum por su falta de arrepentimiento. Los milagros que se hicieron en esas ciudades debió provocar en sus habitantes fe y seguimiento, no incredulidad. 

En conclusión, Jesús “asocia su propia misión a la de Juan el Bautista: Juan era el mensajero de Dios en el tiempo de la preparación; con Jesús se hace presente el tiempo de la alegría (9,14-15). La Sabiduría de Dios queda justificada o acreditada por las obras de Juan y de Jesús, a pesar del rechazo y la incomprensión de muchos”. (Levoratti 2007:336).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Juan es indiscutiblemente el profeta de Dios, el Elías “que había de venir”, quien anunció a Jesús el Mesías que también “había de venir”. La identidad mesiánica de Jesús se mostraba por lo que hacía (milagros, sanidades) y anunciaba (el Reino de Dios). Eso se tenía que ver y comunicar, aunque no todos creyeran ni en Juan ni en Jesús. El juicio de Dios vendrá sobre los que no se arrepienten.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús aclara su identidad de Mesías esperado por medio de sus obras y mensaje. Esto es lo que se tiene que ver y oír. Eso es lo que se tiene que comunicar o informar. Más aún, eso es lo que se debe creer.

El lenguaje de Jesús es áspero o duro cuando responde a los discípulos de Juan y en el juicio que hace a su “generación”. El juicio de Dios viene sobre todos aquellos que no se arrepintieron (por más que vieron sus milagros).

El sufrimiento de Juan en la cárcel no impidió que Jesús siga actuando conforme al Reino de Dios: los milagros y su predicación debían continuar.

Acerca de Juan:

Las vacilaciones o dudas de Juan el Bautista nos recuerdan la fragilidad de la naturaleza humana que todas las personas tenemos. Juan envió a sus discípulos a Jesús y éstos volvieron con la respuesta que él sí era el Mesías.

Lección para todos:

Hay cristianos que en el momento difícil tambalean, como Juan el bautista, incluso de sus convicciones más profundas respecto a Jesucristo. Pero justamente le tenemos a él, quien viene a auxiliarnos en el momento de la debilidad.

Fuentes usadas

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Carballosa, Evis. (2007). Mateo: la revelación de la realeza de Cristo. Tomo I. Grand Rapids, MI: Portavoz.

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2007, 2ª edición.

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