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viernes, 5 de febrero de 2021

JESUCRISTO, JUAN Y EL REINO DE DIOS

TEXTO BÍBLICO (Mateo 11:2-24)

“Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo (érga toú Cristoú), le envió dos de sus discípulos, para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro (héteron)? Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí. (vv. 2-6).

Mientras ellos se iban, comenzó Jesús a decir de Juan a la gente (ójlois): ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están. Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: “He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti”. De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oír, oiga. (vv. 7-15).

Mas ¿a qué compararé esta generación (geneán)? Es semejante a los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces a sus compañeros, diciendo: Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y dicen: He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores. Pero la sabiduría es justificada por sus hijos. (vv. 16-19).

Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros (dunámeis), porque no se habían arrepentido (oú metenóesan), diciendo: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio (heméra kríseos), será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón, que para vosotras. Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti. (vv. 20-24) (RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

“Los capítulos 11-12, de carácter narrativo, introducen el gran capítulo 13 de las parábolas del reino. Introducen y al mismo tiempo dan la clave: las «obras» de Jesús decepcionan más y más a sus compatriotas: al parecer de éstos no acreditan que sea Mesías. El precursor mismo expresa sus dudas (11,2-19); Galilea y Cafarnaún, la tierra de Jesús, rehúsan convertirse (11,20-24). Se hace cada vez más claro que el ministerio de Jesús permanecerá «oculto» a los sabios (11,25-27). Jesús se vuelve deliberadamente al deshecho de la tierra (11,28-30). Los conflictos con los jefes del pueblo se exacerban (12,1-50). El reino está decididamente «escondido» (11,25), palabra clave de toda esta parte”. (Bonnard 1976:248).

El presente texto (11:2-24) es clave en el evangelio de Mateo puesto que sirve para clarificar temas de fondo. Tres son las preguntas que responde este relato: ¿Quién realmente es Jesús?, ¿Quién es Juan y qué representa? y ¿En qué consiste el Reino de Dios? Sin embargo, el relato es conflictivo y contiene palabras con demasiada carga emotiva. A veces este lenguaje es necesario para deslindar y aclarar conceptos claves. 

Los vv. 2-6 narran cómo los discípulos de Juan -enviados por éste- interrogan ásperamente a Jesús y la respuesta que reciben. Por su parte los vv. 7-24 son un solo bloque que comienza con otro interrogatorio, bastante áspero también, de Jesús a las multitudes que vieron el diálogo que él tuvo con los discípulos de Juan. En este bloque hay un desarrollo en el argumento: se comienza con seis preguntas en torno a Juan (vv. 7-15) para luego concluir con un juicio a las personas de su tiempo de esa “generación” (vv. 16-24).

“al oír Juan en la cárcel” (v. 2)

Muchos al leer el texto observan, con asombro legítimo, la pregunta incómoda y áspera que recibió Jesús (v. 3). Esa pregunta podía esperarse que la haga un sacerdote, un fariseo o algún curioso, pero no el que lo había bautizado (3:13-16) y que ahora utilizaba a sus discípulos para hacerle una pregunta que lo estaba carcomiendo. ¿Qué pasó con Juan? ¿Se había olvidado acaso quién era realmente Jesús? La pregunta hay que entenderla considerando el lugar donde estaba Juan en ese momento: la cárcel (v. 2). Dicho esto, hay que considerar que Juan fue a la cárcel antes que Jesús se mueva de Nazaret a Capernaum (4:12). Es posible, por tanto, que Juan sólo supiera algunas cosas de Jesús por medio de sus discípulos.

Pero Juan había anunciado la llegada del Mesías Jesús, quien traería el Reino de Dios, lo que implicaba justicia, fin de la tiranía y libertad (algo que él no tenía al momento). Juan había llegado allí por denunciar los pecados y maldades del rey Herodes (Luc 3:19-20). En ese lugar de tormento la vida de Juan estaba en peligro. De hecho, Herodes quería matarlo (14:5). Lo más probable es que Juan estaba abatido emocionalmente y sin esperanza de seguir viviendo. En ese contexto surge la pregunta -en el fondo un reclamo a Jesús- sobre si él era realmente el Cristo (Mesías) o no.

¿Cómo le afectó la cárcel a nivel de sus expectativas respecto al Reino de Dios? El que había anunciado la llegada del Mesías ahora hasta dudaba de él. Debió haber pensado que el Reino de Dios, al llegar Jesús, “estaba a la vuelta de la esquina”. Pero las parábolas de Jesús (13:1-52) hablan, más bien, de un crecimiento lento y gradual del Reino de Dios en la historia. Curiosamente el evangelio de Mateo después de esas parábolas contará cómo fue la cruel muerte de Juan a manos del rey Herodes (14:1-12). 

¿Qué era lo que Juan había escuchado de Jesús en la cárcel? (v. 2) ¿Quién le informaba de las obras de Jesús? ¿Sus discípulos le habrían informado de forma correcta? (Recuerde que en 9:14-17 hubo un impase entre los “discípulos de Juan” y Jesús por el tema del ayuno). Como fuese, Juan debió mantener el ideal (el Reino de Dios), pero cuando idealizó a éste olvidando la brutal realidad (Herodes) perdió hasta la vida. Una cosa es tener ideales o sueños, y otra muy distinta el ser idealista, es decir el vivir desconectado de la realidad.

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

“las cosas que oís y veis” (v. 4)

¿Qué clase de pregunta era esa que cuestionaba la identidad mesiánica y redentora de Jesús? (v. 3). La palabra héteron significa “otro” en el sentido de alguien completamente distinto (a Jesús), por lo que la pregunta se constituye en indicación de increencia o duda en Juan. La pregunta de por sí ofende y podría tomarse hasta como un insulto. Ante semejante pregunta Jesús desafía a sus interlocutores que hagan saber a Juan lo que veían y oían (v. 4).

¿Y qué era lo que veían y oían de Jesús? Hay hechos innegables de los que muchas personas podrían testificar (4:23 y 9:35): los ciegos ven, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres (gr. ptojoí, pobres socio-económicos) se les anuncia la buena noticia del Reino de Dios (v. 5). ¿No era esto acaso suficiente respuesta para Juan? ¿O Juan quería que Jesús haga algo más, como expulsar a los romanos de Israel, para recién ser reconocido como Cristo o Mesías?

¡Por supuesto que Jesús era el Cristo! ¡Ni dudarlo! El hecho que Juan esté sufriendo en la cárcel no significa que Jesús no va a seguir haciendo las señales del Reino de Dios (sanidades, milagros, etc.). Hay que tener ojos y oídos para ver y oír cómo el Reino de Dios llega incluso a las personas más humildes. Para éstos también es el evangelio, la buena noticia que Dios ha llegado con su Reino en la persona de Jesucristo y sus señales poderosas.

A esta respuesta Jesús añade (v. 6) “Dichoso aquel que no encuentre en mí motivo de tropiezo” (DHH). “La bienaventuranza está centrada en Jesús (mí)” (Carter 2007:377), pero Juan en ese momento no tenía esa dicha o bienaventuranza. Por causa del Reino de Dios había encontrado tropiezo y la estaba pagando caro en la cárcel de Herodes. Cuando alguien recibe las bendiciones de Jesús y su Reino (v. 5) se espera, también, que el tal no halle tropiezo alguno. Pero la experiencia indica que a todos los seguidores de Jesús no necesariamente les toca lo mismo.

“comenzó Jesús a decir de Juan a la gente” (v. 7)

Dado que la pregunta de los discípulos de Juan fue hecha ante una multitud (ójlois), el Señor ahora se dirige a éstos para hacerles seis preguntas (las que habían sido motivadas por el contenido del v. 3). Jesús aprovecha el momento para hacer clarificaciones respecto a Juan el bautista. “Se ha producido un cambio de papeles. Juan, el que preguntaba (11,2), es ahora el eje sobre el que giran seis rápidas interrogaciones que Jesús, el antes preguntado, dirige a la gente para instarla a entender la identidad y misión de Juan”. (Carter 2007:378).

Una paráfrasis de las preguntas sería: ¿Qué salieron a ver ustedes, cuando Juan apareció en el desierto? ¿Qué querían ver de verdad? ¿Querían ver cómo se vestía? ¿Querían ver a un profeta? Y si Juan era el profeta ¿qué querían que diga ese profeta? Estas preguntas fustigan a los oyentes que al parecer no habían entendido ni a Juan, ni a Jesús ni al Reino de Dios.

Juan había anunciado el Reino de Dios en el desierto de Judea (3:1-22) y muchos le habían escuchado e, incluso, bautizado en el río Jordán. ¿Acaso el Reino que anunció era un juego o una religiosidad barata? Pues si creyeron eso se equivocaron. Juan estaba en la cárcel sufriendo la violencia de Herodes por el Reino de Dios. La grandeza humana que se la dio el mismo Dios (vv. 11, 13, 14) no le libraba de los tropiezos. Él era el profeta Elías que “había de venir” (v. 14), así como Jesús era el Mesías que también “había de venir” (v. 3).

Estas palabras de Jesús, destacando a Juan, son importantes pues “entender la identidad de Juan ayuda a las personas a responder adecuadamente a Jesús” (Carter 2007:381). Las multitudes deben comprender, de una vez por todas, que el Reino de Dios implica a veces situaciones que causan sufrimiento. Juan al momento sufría cárcel, Jesús posteriormente iría a la cruz. El tema de la violencia en relación al Reino aparece de manera explícita en esta enseñanza.

“el Reino de los cielos sufre violencia y los violentos lo arrebatan” (v. 12)

¿Qué significa esta expresión? Ciertamente no es enigmática. Jesús está hablando a la gente en un lenguaje que ellos entienden bien. ¿Cómo es eso que el Reino de Dios “sufre violencia”? ¿quiénes son “los violentos”? “Dicha expresión recibe un sentido desfavorable y se refiere a los gobernantes judíos que intentaban apoderarse del Reino y hacerlo conformarse a sus ideas” (Carballosa 2007:378). La expresión “desde los días de Juan el Bautista hasta ahora” (v. 12) indica de forma clara quién es el violento y qué es lo que arrebatan.

Desde que Juan estaba predicando y bautizando, la violencia se acrecentó contra los que anunciaban el Reino de Dios. Juan será una víctima de Herodes (como Jesús será más adelante víctima de Pilato). A los gobernantes al servicio de Roma les incomodaba que la proclama del Reino cuestionara sus pecados y delitos. Esa es la razón por la que lo resistían. “El reino de Dios es combatido violentamente, y los que se esfuerzan por entrar en él tienen que afrontar la oposición y el rechazo de los violentos, que tratan de arrebatárselo”. (Levoratti 2007:335). Pero matando a Juan y Jesús ¿el Reino es arrebatado y desaparece del escenario?

“Más ¿a qué compararé esta generación?” (v. 16)

En la parte final (vv. 16-24) Jesús emite un duro juicio a las personas de su tiempo. “En labios de Jesús, la palabra generación tiene por lo general un sentido peyorativo (12,41-42). Este matiz se acentúa más aún cuando se le añade el calificativo de malvada y adúltera (12,39)” (Levoratti 2007:335). El juicio de Jesús fustiga a sus oyentes que no tomaron en serio ni a Juan ni a él. Eran como niños que no hacen lo que corresponde (vv. 16-17). Peor aún, a Juan lo calificaron de “endemoniado” y a Jesús lo vieron como “mundano” (comilón, bebedor, amigo de gente de baja reputación social). 

“Entonces comenzó a reconvenir a las ciudades” (v. 20)

La “generación” aludida (v. 16), entonces, no es mejor que los violentos (v. 12), pues al final se quedan fuera del Reino de Dios además que se les dice que recibirán el castigo merecido (vv. 20-24). Jesús regaña ahora a Corazín, Betsaida y Capernaum por su falta de arrepentimiento. Los milagros que se hicieron en esas ciudades debió provocar en sus habitantes fe y seguimiento, no incredulidad. 

En conclusión, Jesús “asocia su propia misión a la de Juan el Bautista: Juan era el mensajero de Dios en el tiempo de la preparación; con Jesús se hace presente el tiempo de la alegría (9,14-15). La Sabiduría de Dios queda justificada o acreditada por las obras de Juan y de Jesús, a pesar del rechazo y la incomprensión de muchos”. (Levoratti 2007:336).

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Juan es indiscutiblemente el profeta de Dios, el Elías “que había de venir”, quien anunció a Jesús el Mesías que también “había de venir”. La identidad mesiánica de Jesús se mostraba por lo que hacía (milagros, sanidades) y anunciaba (el Reino de Dios). Eso se tenía que ver y comunicar, aunque no todos creyeran ni en Juan ni en Jesús. El juicio de Dios vendrá sobre los que no se arrepienten.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús aclara su identidad de Mesías esperado por medio de sus obras y mensaje. Esto es lo que se tiene que ver y oír. Eso es lo que se tiene que comunicar o informar. Más aún, eso es lo que se debe creer.

El lenguaje de Jesús es áspero o duro cuando responde a los discípulos de Juan y en el juicio que hace a su “generación”. El juicio de Dios viene sobre todos aquellos que no se arrepintieron (por más que vieron sus milagros).

El sufrimiento de Juan en la cárcel no impidió que Jesús siga actuando conforme al Reino de Dios: los milagros y su predicación debían continuar.

Acerca de Juan:

Las vacilaciones o dudas de Juan el Bautista nos recuerdan la fragilidad de la naturaleza humana que todas las personas tenemos. Juan envió a sus discípulos a Jesús y éstos volvieron con la respuesta que él sí era el Mesías.

Lección para todos:

Hay cristianos que en el momento difícil tambalean, como Juan el bautista, incluso de sus convicciones más profundas respecto a Jesucristo. Pero justamente le tenemos a él, quien viene a auxiliarnos en el momento de la debilidad.

Fuentes usadas

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Carballosa, Evis. (2007). Mateo: la revelación de la realeza de Cristo. Tomo I. Grand Rapids, MI: Portavoz.

Carter, Warren. (2007). Mateo y los márgenes. Una lectura sociopolítica y religiosa. Navarra: Verbo Divino.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2007, 2ª edición.

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