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sábado, 28 de noviembre de 2020

JESÚS LLAMA A MATEO AL DISCIPULADO

TEXTO BÍBLICO

“Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme (akoloúthei moi). Y se levantó y le siguió (ekoloúthesen).

Y aconteció que estando él sentado a la mesa (anakeiménou) en la casa, he aquí que muchos publicanos y pecadores, que habían venido, se sentaron (sunanékeinto) juntamente a la mesa con Jesús y sus discípulos.

Cuando vieron esto los fariseos, dijeron a los discípulos (toís mathetaís autoú): ¿Por qué come vuestro Maestro (hó didáskalos) con los publicanos y pecadores? Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar (kalésai) a justos, sino a pecadores [al arrepentimiento]”. (Mateo 9:9-13, RV 1960).

CONTEXTOS LITERARIO Y SOCIAL

Los vv. 9-13 (el llamado de Jesús a Mateo) debe leerse junto con los vv. 14-17 (controversia con los discípulos de Juan), dado que la conjunción “entonces” vincula ambos párrafos que la mayoría de las traducciones separa. Una lectura atenta de esos dos párrafos encuentra, además, continuidades que no se deben pasar por alto. A pesar de esta observación, veremos los párrafos por separado sólo por cuestiones didácticas.

El relato que tenemos es muy rico en contenido y en imágenes culturales que son necesarios aclararlos. Pero debemos cuidarnos de no perdernos en esto último, sino que debemos ver “lo central” que nos dejó Mateo en su evangelio. Tanto al inicio (“le dijo: Sígueme”, v. 9) como al final (“llamar... a pecadores”, v. 13) hay un énfasis en el discipulado, en el seguimiento a Jesús (akoloúthei moi). De hecho, sus discípulos son parte también de esta historia (vv. 10, 11).

Las referencias a la “casa” (v. 10) y al “comer” (v. 11) ayudan a entender el relato, específicamente de que los evangelios nunca ocultan que Jesús, en su misión de anunciar el Reino de Dios, siempre incluyó a los que en el discurso religioso predominante -enseñado por los fariseos- se les veía como “pecadores”. En esta historia Jesús tiene una íntima comunión -en torno a la mesa- con los “pecadores publicanos”, quienes también llegan a ser parte del Reino de Dios.

Se dice de Mateo -nombre derivado de Matanías (1 Cro 9:15) o de la voz hebrea émet, “fiel” (Bonnard 1976:202)- que estaba “sentado al banco de los tributos públicos” (v. 9). Esto significa que era un publicano, es decir tenía un trabajo deshonroso desde el punto de vista judío, pues se dedicaba a la recaudación de impuestos, al cobro de peajes y tasas cuyos beneficiarios eran Herodes Antipas y el resto de romanos (Levoratti 2007:328). Mateo era visto con justa razón como un traidor judío al servicio de la nación invasora.

Nota de traducción. Las palabras “al arrepentimiento” (v. 13) no están en el texto original griego, por lo que es un añadido aclaratorio que la RV 1960 incorpora pero que la gran mayoría de versiones modernas evitan. (Así lo observa también Carballosa, 2007:323).

PALABRAS Y EXPRESIONES A RESALTAR

“Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos” (v. 9)

Hasta el momento en que Jesús le llamó, Mateo había tenido un trabajo que aunque socialmente lo hacía un repudiado, irónicamente le había dado un nivel de vida que muchos -incluido los fariseos- habrían envidiado. Efectivamente, en su labor había un margen de ganancia económica grande -no necesariamente lícita- que supo aprovechar. ¿Cómo sabemos que tenía un estilo de vida holgado? Por el v. 10. Las voces anakeiménou y sunanékeinto (lit. reclinado/s a la mesa) remiten a una costumbre propia de los ricos de la época.

En el tiempo de Jesús, prácticamente en toda Palestina, las casas eran por lo general pequeñas y carecían de comedor, dado que la misma pieza servía a la vez de cocina-comedor-sala, y a veces como taller de trabajo. El que en casa de Mateo llegaran muchos de sus amigos y que hubiera muebles, algo amplios, donde sus invitados se podían “reclinar” (v. 10) indica no sólo su privilegiada ubicación social sino, además, que ya había adoptado una postura propia de los ricos y “de los círculos influidos por las costumbres grecorromanas”. (Bonnard 1976:203).

La mayoría de las versiones -como la RV 1960- prefieren traducir “sentado a la mesa” y “se sentaron a la mesa” (v. 10) por el afán de que el lector moderno, acostumbrado a un comedor con sillas y mesas, entienda qué sucedió en casa de Mateo a la hora de comer. Pero al traducir de esa manera le quitan riqueza de contenido respecto a la condición socio-económica y las costumbres elegantes de Mateo. (En castellano la Biblia Textual es una las pocas versiones que ha traducido de forma literal las palabras anakeiménou y sunanékeinto).

Por otro lado, la voz griega para “estaba sentado” (v. 9) es kathémenon, y ahí sí está bien traducido porque va a indicar el lugar y la labor que Mateo dejó para seguir a Jesús. Este seguimiento, como es notorio, fue al instante, Mateo no lo pensó dos veces. Por primera vez alguien lo valoraba en público. Y este alguien era nada menos que Jesús el Mesías.

Hay que observar, por otro lado, que Mateo al seguir a Jesús (v. 9) “perdió más” en el aspecto económico que los otros discípulos pescadores (4:18-22). Éstos podían volver al mar a pescar cuando quisieran, Mateo no podía volver más al banco de tributos. Su seguimiento y compromiso a Jesús, en ese sentido, fue más radical.

“publicanos y pecadores” (v. 10)

Mateo, al ser ahora un discípulo de Jesús hizo un banquete para celebrar tal hecho (v. 9). “El huésped de honor era el Señor (…). Está claro que el antiguo publicano no sentía tristeza por haber dejado su bien remunerado empleo para seguir al Mesías. Sus sentimientos son justamente lo contrario. Mateo está repleto de gozo porque el Señor se dignó en llamarlo. Cristo tuvo compasión de un hombre repudiado por la sociedad. ¡Así es la gracia de Dios!” (Carballosa 2007:320).

Pero cuando Jesús entró en casa de Mateo, junto con sus otros discípulos, se hizo inevitable el encontrarse con los amigos del anfitrión quienes también eran publicanos. El evangelio al señalar a éstos como “pecadores” está tomando la calificación que venía de los fariseos (v. 11). Se entiende, hasta cierto punto, que los publicanos hayan sido despreciados por la razón ya antes mencionada. Pero ¿por qué se les da la calificación de “pecadores” (hamartolón)? (dado que desde Adán y Eva absolutamente toda la raza humana es pecadora).

Los fariseos despreciaban a los publicanos, además, por otra razón pero de carácter religioso. Y es que los publicanos al estar en contacto con sus empleadores romanos (gentiles pecadores) ya “estaban contaminados”, y por tanto eran “impuros”. Y según los fariseos “el judío piadoso, verdadero observante de la Ley, debía evitar todo contacto con publicanos y pecadores” (Levoratti 2007:328).

Los fariseos se escandalizaron al enterarse que Jesús estaba en la mesa con gente “pecadora”, no practicantes de los rituales de purificación que se hacían antes de comer, dado que estaban pervertidos en todos los aspectos (Bonnard 1976:203).

La pregunta “¿Por qué come?” literalmente debe leerse ¿Por qué razón come? (diá tí, v. 11) con el sentido de ¿Sobre qué base (de la Escritura)? La crítica de los fariseos a Jesús realmente fue atroz y absurda. Para ellos Jesús, además, se había hecho impuro al estar en comunión con otros impuros. Sabiendo de esas necias palabras Jesús les dio una respuesta contundente (v. 12).

“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos” (v. 12)

Si los fariseos se sentían fuertes y sanos -y por tanto no necesitados de médico alguno- debieran haber mirado con misericordia a los enfermos (los publicanos “pecadores”) y al médico (Jesús) que se acercó a éstos. Pero no, su crítica careció de misericordia con aquellos que no consideraban “justos” como ellos (v. 13). El Reino de Dios pertenece a los “enfermos” que han entendido que no hay nada como tener al “médico” en casa, disfrutando una buena comida con la alegría propia de los que ya conocen a Jesús.

Los que se creen sanos (y sin necesidad del médico Jesús) a la vez que justos (y por tanto sin necesidad de Dios quien es el único que justifica), se quedan fuera de la comida que simboliza la comunión del Reino de Dios. Es difícil no ver que en la casa de Mateo ese día Jesús quebró “las barreras rituales [de los fariseos] y ofrecía su amistad como camino para obtener la salvación que traía el reinado de Dios”. (Levoratti 2007:329).

Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (v. 13)

Si a los fariseos les parecía -el hecho que Jesús coma con los pecadores- un quebrantamiento de las “piadosas” costumbres judías (y aún de la Escritura), pues el Señor les citará Oseas 6:6 (¡Misericordia quiero, y no sacrificio!). Jesús – en tanto maestro, v. 11- les manda que aprendan bien el significado de ese texto. ¡Y que lo demuestren en la práctica! ¿De qué vale una religiosidad con sus muchos sacrificios y rituales si carece de misericordia cuando ve a los pecadores perdidos?

Dios requiere el amor al hombre antes que su propio culto (cf. 5,23-24). Esto invierte las categorías de los fariseos, que cifraban su fidelidad a Dios en el cumplimiento exacto de todas las prescripciones de la Ley, pero condenaban severamente a los que no las cumplían (cf. 7,1 ss)” (Mateos y Camacho 1981:94). ¡Esto, como se constata con las referencias bíblicas, ya lo había enseñado Jesús en el Sermón del Monte!

Jesús vino por los pecadores, pero para justificarlos ante Dios. Jesús vino por los enfermos, pero para sanarlos. Los que se saben enfermos y pecadores tienen en Jesús alguien que se les acerca sin prejuicios y con misericordia. Eso lo sabía Mateo por experiencia. A él nunca lo hubiera llamado un fariseo para ser su discípulo, pero Jesús sí lo llamó. Y aunque Jesús había llamado sólo a Mateo, es posible que algunos de sus amigos publicanos hayan sido impactados por la misericordia y las palabras de Jesús. El Reino de Dios también era para ellos.

IDEA CENTRAL DEL TEXTO

Jesús en su gran misericordia llamó a Mateo a ser un discípulo del Reino de Dios. Pero al ser criticado absurdamente por los fariseos les recordó que él mostró misericordia hacia los enfermos y pecadores, cosa que debieron hacer ellos conforme a la enseñanza de la Escritura. El Reino de Dios es también para aquellos que son despreciados sociales.

LECCIONES QUE APRENDEMOS

Acerca de Jesús:

Jesús nos deja el gran ejemplo que el discipulado del Reino de Dios es para todas las personas, aun para aquellos que tienen socialmente mala fama o prejuicios en su contra. Dios no hace distinciones, todos pueden llegar a ser sus hijos.

Jesús disfruta de las atenciones -como el ser invitado a comer- de todos aquellos que en agradecimiento (y testimonio) le abren la puerta de su casa. La comunión alrededor de la mesa es, a la vez, un modelo de la comunión en el Reino de Dios.

Jesús resalta (y defiende) la enseñanza de la Escritura respecto a la misericordia que Dios exige. No es suficiente practicar una religión (o religiosidad). Ésta tiene que llevar a la misericordia hacia los que se considera “enfermos” y “pecadores”, de lo contrario se torna inútil.

Fuentes usadas 

Bonnard, Pierre. (1976). Evangelio según san Mateo. Madrid: Cristiandad.

Carballosa, Evis. (2007). Mateo: la revelación de la realeza de Cristo. Tomo I. Grand Rapids, MI: Portavoz.

Levoratti, Armando. (2007). Evangelio según san Mateo, A. Levoratti, edit., Comentario Bíblico Latinoamericano. Nuevo Testamento. Navarra: Verbo Divino, 2007, 2ª edición.

Mateos, Juan y Fernando Camacho. (1981). El evangelio de Mateo. Lectura comentada. Madrid: Cristiandad.

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